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Mi Amado - Interludio IV

Publicado Dic 03, 2013 por Adrian Ebens En Mi Amado
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Mi corazón cantará, mi Amado, por haberme concedido la comprensión de por qué yo continuaba perdiéndote. Mi herencia de Adán y las prácticas engañosas de cortejo del tentador me sedujeron, me confundieron, y entristecieron mi corazón. A pesar de que te había perdido, todavía tenía esperanzas.

 

¿A dónde se ha ido tu amado, oh la más hermosa de todas las mujeres?

¿A dónde se apartó tu amado,

Y lo buscaremos contigo? (2) Mi amado descendió a su huerto, a las eras de las especias, para apacentar en los huertos, y para recoger los lirios.

(3) Yo soy de mi amado, y mi amado es mío;

Él apacienta entre los lirios. Cantares 6:1-3.

 En el fuego purificador, mi corazón ha cambiado, mi mente ha sido renovada. Por fe, oigo tus palabras:

 

Mas una es la paloma mía, la perfecta mía;

Es la única de su madre,

La escogida de la que dio a luz.

La vieron las doncellas, y la llamaron bienaventurada;

Las reinas y las concubinas, y la alabaron.

(10) ¿Quién es ésta que se muestra como el alba,

Hermosa como la luna, Esclarecida como el sol,

Imponente como ejércitos en orden?

(11) Al huerto de los nogales descendí

A ver los frutos del valle,

Y para ver si brotaban las vides,

Si florecían los granados.

(12) Antes que lo supiera, mi alma me puso

Entre los carros de Aminadab.

(13) Vuélvete, vuélvete, oh sulamita;

Vuélvete, vuélvete, y te miraremos.

¿Qué veréis en la sulamita?

Algo como la reunión de dos campamentos. Cantares 6:9-13.

 

He vuelto, mi Amado, confiando en que mi jardín del carácter ha florecido y que te deleitas en mí. La luna es testigo bajo mis pies y la luz del sol es mi vestido; sobre mi cabeza descansa una corona de doce estrellas. El dragón quiso devorarme, pero tu vara y tu cayado me infundieron aliento en el valle de sombra de muerte. Me senté ante tu mesa de banquete en presencia de mis enemigos y tu “bandera sobre mí fue amor”. “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida”.

A través de las llamas de la aflicción, mi profundo temor interno hacia tu Padre salió a la superficie. Me pregunté si me aceptaba. ¿Bendeciría el amor que siento por ti? Sabía que deseabas llevarme a ver a tu Padre en el Lugar Santísimo, pero mis temores me abrumaron y me alejaron.

Cuando escuché los pasos de tu Padre caminando hacia el trono del juicio, mi corazón se acongojó dentro de mí. ¡Temí que él nos separaría por mis pecados! Pero, por las palabras de consuelo de la voz en el desierto, he aprendido que tu Padre es como tú, porque tú heredaste todas las cosas de él.

Ahora bien, los pasos de tu Padre hacia el juicio no son pasos de condenación, sino los pasos hacia su Hijo pródigo. ¡Sus brazos están abiertos para mí, Amado mío! ¡Tu Padre me ama, Amado mío! ¡Tu Padre me acepta, Amado mío! Ciertamente, él bendecirá nuestro amor mutuo; ciertamente nos desposará.


Yo soy de mi amado,

Y conmigo tiene su contentamiento.

(11) Ven, oh amado mío, salgamos al campo,

Moremos en las aldeas.

(12) Levantémonos de mañana a las viñas;

Veamos si brotan las vides, si están en cierne,

Si han florecido los granados;

Allí te daré mis amores. Cantares 7:10-12.