Cristo - nuestro Guía y Consolador
Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros”. Romanos 8:11. ¡Oh, cuán preciosas son estas palabras para cada alma acongojada! Cristo es nuestro Guía y Consolador, y nos conforta en todas nuestras tribulaciones. Cuando él nos presenta un vaso amargo para que lo bebamos, también acerca la copa de bendición a nuestros labios. Llena el corazón de sumisión, de gozo y paz proporcionados por nuestras creencias, y nos capacita para decir humildemente: No se haga mi voluntad, sino la tuya, oh Señor. “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito”. Job 1:21. Con esta sumisión resucita la esperanza, y la mano de la fe se aferra de la mano del poder infinito. “El que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros”. Romanos 8:11. (Mensajes Selectos Tomo 2, p. 309.1)
La tierna simpatía de nuestro Salvador se despertó por la caída y doliente humanidad. Si queréis ser sus seguidores debéis cultivar la compasión y la simpatía. La indiferencia hacia las aflicciones humanas se tornará en un vivo interés hacia el sufrimiento de otros. La viuda, el huérfano, el enfermo y el moribundo siempre necesitan ayuda. Allí hay una oportunidad para proclamar el Evangelio, de elevar a Jesús, que es la esperanza y el consuelo de todos los hombres. Cuando el cuerpo enfermo ha sido aliviado y habéis demostrado un vivo interés por el afligido, el corazón se abre y es posible derramar en él el bálsamo celestial. Si estáis mirando a Jesús y aprendiendo de su sabiduría y fortaleza y gracia, podréis impartir su consuelo a otros, porque el Consolador está con vosotros. - (The Medical Missionary, 1 de enero de 1891).
No hay consolador como Cristo, tan tierno y tan leal. Está conmovido por los sentimientos de nuestras debilidades. Su Espíritu habla al corazón. Las circunstancias pueden separarnos de nuestros amigos; el amplio e inquieto océano puede agitarse entre nosotros y ellos. Aunque exista su sincera amistad, quizá no puedan demostrarla haciendo para nosotros lo que recibiríamos con gratitud. Pero ninguna circunstancia ni distancia puede separarnos del Consolador celestial. Doquiera estemos, doquiera vayamos, siempre está allí, Alguien que está en el lugar de Cristo para actuar por él. Siempre está a nuestra diestra para dirigirnos palabras suaves y amables. - The Review and Herald, 26 de octubre de 1897.
Cuán esencial es que tengamos la iluminación del Espíritu de Dios porque sólo de esa manera podemos ver la gloria de Cristo, y al contemplarlo, nuestro carácter se transforma debido a nuestra fe en Cristo y por medio de ella... [El] tiene gracia y perdón para toda alma. Al mirar por la fe a Jesús, nuestra fe atraviesa las sombras, y adoramos a Dios por su maravilloso amor al dar a Jesús el Consolador...