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Mi Amado - Capítulo 15 - Elías

Publicado Dic 05, 2013 por Cristina En Mi Amado
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Sección 4. Rescatado por mi Amado

 Como mencioné en el capítulo 9, la idea de que Jesús era realmente el Hijo de Dios sacó a relucir un ser que lo recibió todo de su Padre y al cual su padre amó simplemente porque era su Hijo y no por los dones de poder y posición que él poseía. Esta realidad deja a la vista dos reinos que son evidentes. [1]

 

El reino de Dios

El reino terrenal de Satanás

El gobierno

La familia

Mas fuerte

La moneda

Relaciones amorosas

Bienes

Ciudadanía

Hijos de Dios

El rendimiento y los logros según la clasificación satisfactoria propia y de otros.

Como mencioné en el capítulo 9, la idea de que Jesús era realmente el Hijo de Dios sacó a relucir un ser que lo recibió todo de su Padre y al cual su padre amó simplemente porque era su Hijo y no por los dones de poder y posición que él poseía. Esta realidad deja a la vista dos reinos que son evidentes. [1]

 

El reino de Dios

El reino terrenal de Satanás

El gobierno

La familia

Mas fuerte

La moneda

Relaciones amorosas

Bienes

Ciudadanía

Hijos de Dios

El rendimiento y los logros según la clasificación satisfactoria propia y de otros.

A pesar de haber sido adiestrado en las artes de bromear, las metáforas y el drama, que a su vez influyeron en mí para evitar la lectura literal de la Biblia y fomentaron el deseo de escapar hacia las diferentes realidades, la palabra de mi Amado referente a lo que nos hace valiosos se estaba desarrollando lentamente en mi mente. Empecé a ver la verdad de que:


Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. (9) Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. Isaías 55:8-9.

 

Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. (24) Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová. Jeremías 9:23-24.

 

La nueva piedra angular comenzó a manifestar mis creencias en una luz completamente nueva.


 

El reino de Dios

El reino terrenal de Satanás

 

La ley

 

Un don que nos protege

Herramienta para mostrar buenas obras

 

El sábado

 

Un bendito don para pasar tiempo juntos

Tiempo para recobrarnos de la dura labor o herramienta para demostrar la justicia propia

 

El juicio

Un tiempo para acercarse más a Dios, confiando en su gracia

Tiempo para trabajar más duro para dar la talla

Los albores de mi percepción de que Jesús había heredado todas las cosas como un don de amor y bendición hizo que creciera la comprensión de que muchas doctrinas son también regalos de amor del Padre por medio de Cristo. El poder para guardar la ley y el sábado, o para enfrentar el juicio no procede de dentro de uno, sino de lo alto. Aunque mentalmente entendía esto antes, me había asido a un Jesús auto-suficiente como mi Salvador, y por lo tanto sin saberlo había gravitado hacia ese método de tratar con la ley, el sábado y el juicio. Pero, mientras más meditaba en estas palabras: “Y hubo una voz de los cielos, que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17), más podía ver que la capacidad para hacer lo que Dios requería provenía de él como un regalo. A medida que avanzaba de una enseñanza bíblica a la otra, veía el amor del Padre por mí a través de su Hijo.

Un día me asaltó este pensamiento: “¿Qué hay de la trinidad?” “¿No deberíamos estudiar las Escrituras a la luz de lo que hemos aprendido acerca de los dos reinos?” De inmediato me vino el pensamiento: “¡No quieras ir allí!” Después otro pensamiento más penetrante –¿Rechazaría un cristiano verdadero un llamado a estudiar las Escrituras para probar todas las cosas? El mero hecho de que sentía temor de examinar este tema me indicaba que necesitaba estudiarlo. Sabía que cualquier creencia que provocara el temor no era un fundamento sólido.

Por alguna razón me sentí impresionado por las palabras de Juan:


Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo. Juan 5:26.

Yo no había podido leer este texto literalmente antes porque hacerlo habría destruido el principio de auto-suficiencia. Si la auto-suficiencia es la esencia de la divinidad, era imposible leer este texto en el sentido de que el Padre dio a su Hijo el tener vida en sí mismo, lo que sugiere una vida auto-existente. Ahora era muy fácil leer llanamente. La segunda razón por la cual podía creer que Dios le dio esto a su Hijo es que el valor de Cristo como el Hijo divino no existía por sus cualidades inherentes sino por la relación con su Padre. Este destello de luz expuso totalmente la falsa amalgama de Jesús que yo había mantenido en mi mente por tanto tiempo. De repente, el falso Cristo que me había sido predicado, al cual yo había amado y adorado, quedó expuesto. Jesús no era una expresión de auto-suficiencia total; era un Hijo que amaba a su Padre y lo recibía todo de él.

De pronto, pasajes en todas partes empezaron a estallar con luz:


A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer. Juan 1:18.

 

Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Juan 17:3.

 

Porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste. Juan 17:8.

 

Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Marcos 1:1.


Pero para nosotros hay un solo Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas y nosotros somos para El; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por medio de El existimos nosotros. 1 Corintios 8:6. (NBLA).

 

Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. (17) Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Mateo 16:16-17.

 

El SEÑOR me poseyó al principio de su camino,

Antes de sus obras de tiempos pasados.

(23) Desde la eternidad fui establecida,

Desde el principio, desde los orígenes de la tierra.

(24) Cuando no había abismos fui engendrada,

Cuando no había manantiales abundantes en agua. Proverbios 8:22-24, NBLH.

 

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, (2) en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; (3) el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestro pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, (4) hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos. Hebreos 1:1-4.

Encendido por las palabras declaradas en el bautismo de Cristo, y reanimado por la importancia del conflicto con Satanás sobre su filiación, mi mente estalló en una conexión acelerada de puntos bíblicos que comenzaron a revelar la verdad mucho más claramente. Varias corrientes de pensamientos convergieron y se posaron sobre aquella única y verdadera piedra angular, el unigénito Hijo, el bendito Hijo, el Hijo en quien el Padre se complace, a quien se le dio todo lo que el Padre poseía, un Hijo de confiada, amante obediencia a la autoridad absoluta, benevolente de su Padre. Me sentí como Isaac Newton cuando captó el verdadero significado de una manzana que caía al suelo.

Al finalizar ese período de tiempo, recuerdo vívidamente haber levantado la cabeza hacia los cielos estrellados, y haber llorado como los discípulos:

Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo). Juan 1:41.

Las lágrimas brotaron de mis ojos cuando me enfrenté a la realidad de que lo había encontrado. ¡Realmente lo había encontrado! La verdad es que él me había hallado, y cuán contento estaba yo de haber sido hallado. El unigénito Hijo de Dios estaba de pie como una poderosa Roca delante de mí, y me propuse en el acto construir mi casa sobre esta preciosa piedra angular. Las oscuras brumas que habían atado a mi Amado y lo habían encerrado lejos de mí desaparecieron con la gloriosa luz de este Hijo por herencia. La voz de Elías clamó a lo profundo de mi alma:


He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. (6) El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición. Malaquías 4:5-6.

En efecto, el espíritu de Elías había venido y vuelto mi corazón hacia el Padre y su Hijo. Mi búsqueda anhelante de libertad de medición y rendimiento sin fin encontró su conclusión en el unigénito Hijo del Padre que está delante de él como su deleite, sin ninguna dependencia de poder, sabiduría, o riquezas, sino sencillamente en su bendita palabra de aceptación, amor y gozo.

A medida que el verdadero carácter y la verdadera persona de mi Amado tomaba forma a la luz del llano testimonio de las Escrituras, también crecía el sentido de vergüenza al reconocer mi amor y mis relaciones ilícitas con el auto-suficiente impostor que me había estado cortejando toda la vida. Atrapado en las garras de la construcción de tres-en-uno llamada trinidad, involuntariamente había escogido a Barrabás en lugar de mi Amado. Le llevé a nuestro Padre la punzante vergüenza de esta idolatría y le pedí perdón a través de la sangre vertida de mi Amado. La paz, el gozo, y el amor inundaron mi alma, pero me sentí impresionado a recordar de dónde había venido para poder ser amable con otros que han sufrido la misma suerte que yo.

Durante esos días sentí como si estuviera reviviendo mi primera experiencia de amor cuando, ante el altar de sacrificio, contemplé a mi Amado muriendo allí por mí. Ahora el contexto de ese sacrificio me era presentado como el verdadero regalo del Padre para recuperar a sus hijos descarriados. Mis experiencias de aprendizaje en el Lugar Santo con el candelabro y el pan de la proposición, junto con la continua intercesión de mi Amado, prepararon el camino para que Elías trazara un camino derecho para mis pies y así encontrar el abrazo amoroso de mi Amado.

Anhelaba entrar al Lugar Santísimo con mi Amado, pero había más obstáculos que era necesario quitar y necesitaba tener más conciencia de cuánto me había afectado mi idolatría.


Jehová, ¿Quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? (2) El que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón. (3) El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino. (4) Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado, pero honra a los que temen a Jehová. El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia; (5) Quien su dinero no dio a usura, ni contra el inocente admitió cohecho. El que hace estas cosas, no resbalará jamás. Salmos 15:1-5.

Por muchos años, había tratado de construir mi casa sobre mi Amado así como el auto-suficiente tentador. Había madera y heno en mi fundamento que era necesario limpiar para poder andar rectamente, obrar en justicia, y hablar la verdad en mi corazón. Estas pruebas serían la consecuencia natural de confesar voluntariamente mi amor por mi Amado ante mis hermanos. Pero, antes de compartir con ustedes algunas de estas pruebas, quiero comunicar algunas de las razones por las cuales me deleito en mi Amado.

 



[1] Ver mi libro Guerras de identidad, capítulo 8 para una expansión de estos reinos.