¿Gracia o pecado?
Nunca insistiremos demasiado en que bajo el reino de la gracia es tan fácil hacer el bien, como bajo el reino del pecado es hacer el mal. Tiene que ser así; ya que si en la gracia no hay más poder que en el pecado, no puede haber salvación del pecado. Pero la hay, ninguno que crea en Cristo puede negarlo.
La salvación del pecado depende de que haya más poder en la gracia que en el pecado. Siendo así, allí donde sea el poder de la gracia el que tenga el control, será tan fácil la práctica del bien, como lo es la del mal en ausencia de ésta.
Ningún hombre encontró difícil hacer el mal, de forma natural. Su gran dificultad ha sido siempre hacer el bien. Eso es así porque de forma natural el hombre es esclavo de un poder –el poder del pecado–, que es absoluto en su reino. Y por tanto tiempo como ese poder gobierne es, no ya difícil, sino imposible hacer el bien que sabe y desea. Pero permítase que gobierne un poder superior a ese, y entonces ¿no está claro que será tan fácil servir a la voluntad del poder superior, cuando este gobierna, como lo fue el servir a la voluntad del otro poder, cuando reinaba?
Pero la gracia no es simplemente más poderosa que el pecado. Si eso fuese realmente todo lo que hay, incluso sólo con eso habría ya esperanza plena y ánimo para todo pecador en el mundo. Pero eso, por bueno que sea, no lo es todo; hay más: Hay mucho más poder en la gracia del que hay en el pecado. "Donde se agrandó el pecado, tanto más sobreabundó la gracia". Y de la misma forma en que hay mucho más poder en la gracia que en el pecado, así también sobreabunda la esperanza y el ánimo para todo pecador en el mundo.
Entonces, ¿cuánto más poder hay en la gracia que en el pecado? Permíteme que piense un momento. Permíteme que me haga un par de preguntas. ¿De dónde viene la gracia? –de Dios: "Gracia y paz de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesucristo". ¿De dónde procede el pecado? –del diablo, desde luego. El pecado viene del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Pues bien, está tan claro como que dos y dos suman cuatro, que hay tanto más poder en la gracia que en el pecado, como tanto más poder hay en Dios que en el diablo. Queda igualmente claro que el reino de la gracia es el reino de Dios, y que el reino del pecado es el reino de Satán. ¿No resulta igualmente poderoso que es tan fácil servir a Dios por el poder de Dios, como fácil era servir a Satán por el poder de éste?
La dificultad está en que muchos intentan servir a Dios con el poder de Satán. Y eso es imposible. "O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol corrompido y su fruto dañado". El hombre no puede coger uvas de los espinos, ni higos de los abrojos. El árbol debe ser hecho bueno, raíz y rama. Tiene que ser renovado. "Es necesario nacer de nuevo". "Porque en Cristo Jesús, ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino la nueva criatura". Que nadie pretenda servir a Dios con nada que no sea el poder real y viviente de Dios, que lo hace una nueva criatura; con nada que no sea la gracia superabundante que condena el pecado en la carne, y que reina en justicia para vida eterna, por Cristo Jesús Señor nuestro. Entonces el servicio a Dios será verdaderamente "en novedad de vida"; entonces su yugo vendrá a ser "fácil" en verdad, y su carga "ligera". Entonces se alegrarán "con gozo inefable y glorificado" en su servicio.
¿Encontró Jesús alguna vez difícil hacer el bien? Todos diremos rápidamente, No. Pero ¿por qué? Él fue tan humano como lo somos nosotros, tomó la misma carne y sangre que nosotros. "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros". Y el tipo de carne que "fue hecho" fue precisamente el que existía en este mundo. "Debía ser en todo semejante a los hermanos". ¡"En todo"! No dice en casi todo. No hay excepción. Fue hecho en todo como nosotros. Por Él mismo, era tan débil como lo somos nosotros, ya que dijo: "No puedo yo de mí mismo hacer nada".
¿Por qué, pues, siendo hecho en todo como nosotros, le fue siempre fácil hacer el bien? Porque nunca confió en sí mismo, sino que su confianza fue siempre solamente en Dios. Dependió enteramente de la gracia de Dios. Siempre buscó servir a Dios, solamente con el poder de Dios. Por lo tanto, el Padre moró en Él, e hizo las obras de justicia. Por lo tanto, siempre le resultó fácil hacer el bien.
Pero como Él, así estamos nosotros en este mundo. Nos ha dejado un ejemplo, para que podamos seguir sus pasos. "Dios es el que en ustedes obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad", lo mismo que sucedió con Él. A Él ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; y desea que seamos "corroborados con potencia en el hombre interior por su Espíritu", "conforme a las riquezas de su gloria". "En Él habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente"; y Él los corrobora con potencia en el hombre interior por su Espíritu, para "que habite Cristo por la fe en vuestros corazones", "para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios".
Cierto, Cristo participó de la naturaleza divina, y así lo hacen ustedes, si son hijos de la promesa, y no de la carne; ya que mediante las promesas son "hechos participantes de la naturaleza divina". Nada se dio a Cristo, en este mundo, y nada tenía, que no les sea dado gratuitamente, o que no puedan tener.
Todo eso es con el fin de que puedan andar en novedad de vida, no sirviendo así al pecado; para que sean siervos únicamente de la justicia; para que puedan ser liberados del pecado; para que el pecado no tenga dominio sobre ustedes; para que puedan glorificar a Dios en la tierra; y para que puedan ser semejante a Jesús. Por lo tanto, "a cada uno de nosotros es dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo… hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo". Y "os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios".