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He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo - Capítulo 1

Publicado Feb 15, 2013 por En El precioso mensaje de 1888
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1. En un callejón sin salida

Hay una preparación que se ha descuidado, y sin embargo es esencial a fin de que pueda tener lugar el derramamiento final del Espíritu Santo en la lluvia tardía. La solución a nuestro problema podría ser mucho más simple de lo que hemos supuesto. Esa tan necesaria preparación, consiste en una comprensión clara del mensaje especial de Cristo a su pueblo en los últimos días: el mensaje dirigido al "ángel" de Laodicea, la séptima iglesia de Apocalipsis 2 y 3.

Si bien es cierto que "el mensaje a Laodicea... debe ir a todas las iglesias" (Testimonies, vol. 6, p. 77), E. White lo aplicó primaria y especialmente a la denominación Adventista del Séptimo Día, en incontables ocasiones. Además declaró que cuando comprendamos y aceptemos ese mensaje, "el fuerte clamor del tercer ángel" no sufrirá más demora. Reconocemos que la lluvia tardía y el fuerte clamor se han retrasado por décadas. La única conclusión posible es que debe haber algo en el mensaje a Laodicea que no hemos comprendido o recibido. Consideremos esta significativa afirmación:

Se me mostró que el testimonio a Laodicea se aplica al pueblo de Dios de la actualidad, y la razón por la que no ha cumplido una gran obra es por la dureza de los corazones... Cuando se presentó por vez primera... Casi todos creyeron que desembocaría en el fuerte pregón del tercer ángel... Está provisto con el objetivo de despertar al pueblo de Dios, revelarle sus descarríos y llevarle a un celoso arrepentimiento, a fin de que pueda ser favorecido con la presencia de Jesús, y estar preparado para el fuerte clamor del tercer ángel. (Testimonies, vol. 1, p. 186)

Si, tras todos estos años de orar por él, no estamos aún "preparados para el fuerte clamor", ¿no será sabio que dirijamos nuestra atención al mensaje a Laodicea, a fin de averiguar la razón? Quizá no hayamos alcanzado la comprensión de "este mensaje en todas sus fases" (E.G.W. CBA, vol. 7, p. 975). ¿Es sensata nuestra suposición de comprender la profunda importancia del mensaje? Lo que sigue apunta a una experiencia que está todavía en el futuro:

El mensaje para la iglesia de Laodicea es sumamente aplicable para nosotros como pueblo. Ha sido presentado delante de nosotros durante mucho tiempo; pero no se le ha prestado la debida atención. Cuando la obra de arrepentimiento sea ferviente y profunda, los miembros de la iglesia comprarán individualmente las ricas mercaderías del cielo. (E.G.W. CBA, vol. 7, p. 972, 973; MS 33, 1894).

Hay una mosca muerta en el perfume... Vuestra justicia propia produce náuseas al Señor Jesucristo. [se cita Apoc. 3:15-18.] Estas palabras se aplican a las iglesias y a muchos que están en cargos de responsabilidad en la obra de Dios. (Id., p. 974; MS 108, 1899).

Hay un profundo y misterioso lazo que relaciona el mensaje de 1888 con el llamado de Cristo a su amada Laodicea. En innumerables ocasiones E. White relacionó ambas cosas. Por ejemplo, consideremos esta declaración, tomada de una carta escrita en el contexto del mensaje de 1888:

Ha estado resonando el mensaje a Laodicea. Tomad este mensaje en todas sus fases y propagadlo a la gente doquiera la Providencia abra el camino. La justificación por la fe y la justicia de Cristo son los temas que deben presentarse a un mundo que perece. (Id., p. 975; Carta 24, 1892).

Los remedios divinamente señalados para curar el orgullo laodicense son "oro afinado en fuego", "vestiduras blancas" y "colirio". Esos fueron los ingredientes esenciales del mensaje de 1888. Con el devenir de los años, se hace cada vez más patente que la iglesia remanente no ha comprendido jamás claramente la dinámica de ese mensaje. ¿Se atreverá alguien a negar que la siguiente reprensión, dada en 1890, es aplicable hoy?:

¿Cómo pueden nuestros pastores venir a ser representantes de Cristo siendo que se sienten auto-suficientes, siendo que por espíritu y actitud dicen: "soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa"? No debemos estar en una condición de satisfacción propia, o de lo contrario, seremos descritos como aquel que es cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo.

Desde el encuentro en Minneapolis, he visto el estado de la iglesia de Laodicea como nunca antes. He oído el reproche de Dios pronunciado sobre aquellos que se sienten tan satisfechos, que no conocen su destitución espiritual... Como los judíos, muchos han cerrado sus ojos para que no puedan ver; pero existe un gran peligro ahora en cerrar los ojos a la luz y andar apartado de Cristo, no sintiendo necesidad de nada, tal como sucedió cuando estuvo en la tierra...

Los que se dan cuenta de su necesidad de arrepentimiento hacia Dios, y de fe en el Señor Jesucristo, tendrán contrición de alma y se arrepentirán de su resistencia al Espíritu del Señor. Confesarán su pecado de rehusar la luz que el cielo les envió tan generosamente, y abandonarán el pecado que agravió e insultó al Espíritu del Señor. (Review and Herald, 26 agosto 1890).

Si el mensaje a Laodicea tiene por fin el que la iglesia esté "preparada para el fuerte clamor del tercer ángel" (Testimonies, vol. 6, p. 186), y "el estado de la iglesia de Laodicea" "desde el encuentro en Minneapolis" entraña "un gran peligro" "como nunca antes", es evidente que ante nosotros se despliega un gran campo de estudio, merecedor de la más cuidadosa atención. En el simple hecho de que el fuerte clamor no se haya dado como debiera, la historia señala la existencia de "verdad actual" digna de investigación. Nuestra actual preocupación por encontrar la causa real del dilatado retraso debe conducirnos a reestudiar el mensaje de Cristo a la iglesia de Laodicea.

Si nos sentimos "ricos y enriquecidos" en cuanto a nuestra comprensión de la "justificación por la fe", y si nos sentimos orgullosos y satisfechos de nuestro gran progreso en proclamarla al mundo, no sentiremos íntima necesidad de estudiar el mensaje a Laodicea. Pero el Testigo fiel y verdadero nos asegura que ese es precisamente nuestro mayor peligro. El fallo en darnos cuenta: ese es nuestro problema.

Pero si sentimos una gran "hambre y sed de justicia", si sentimos una profunda convicción de que la historia nos ha llevado a una situación de gran crisis espiritual, y que el mensaje a Laodicea provee la clave para sacarnos del callejón sin salida en el que actualmente estamos, entonces no hay duda que ese mensaje será reconsiderado con equidad y apertura de mente. Quizá entonces, en respuesta a la oración ferviente, el Espíritu Santo pueda impresionar a ambos, lector y escritor, llevándoles a una experiencia común de descubrimiento e iluminación. Con seguridad, tal es la voluntad de Dios para todos nosotros.

La expresión "oro afinado en fuego" la hemos entendido comúnmente como el proceso de refinamiento personal que experimentamos mediante las pruebas individuales. Esa comprensión ha ocultado la aplicación más inmediata de tal consejo, dirigido corporativamente a los líderes de la iglesia, es decir, "al ángel" de la iglesia.

¿Es posible que el "fuego" se refiera al "zarandeo", ese evento traumático y cataclísmico que pondrá a prueba a toda alma como ninguna otra experiencia en nuestra historia? El Testigo fiel y verdadero sitúa al "oro" en el primer lugar de la lista de remedios. ¿Será quizá porque el darnos cuenta de nuestra pobreza doctrinal y espiritual es la barrera más difícil para nuestra consciencia?

Si es que este reestudio del mensaje a Laodicea es válido al fin, será por habernos llevado a conclusiones que implican un compromiso. ¿Será posible que nuestro Señor nos esté recordando, cortés pero firmemente, que experimentar las oportunidades sin precedente de la lluvia tardía y el fuerte clamor implicará pruebas y sacrificios tan severos como la purificación del oro por el fuego?