EL REGRESO DE ELÍAS - Capítulo 4 – La perversión del egocentrismo
Sección 2—El impacto basado en el rendimiento en la Biblia
Capítulo 4 – La perversión del egocentrismo
A. El impacto de la separación de Dios
En el capítulo 1 discutimos la filosofía que Adam Eva abrazaron cuando comieron del árbol, y en el capítulo 2 discutimos la trágica mezcla de emociones que impulsaron a Satanás a tramar el concepto de que podemos vivir sin Dios y formar nuestra propia identidad por medio de nuestros logros. Incluso mientras los jugos estomacales de Adán y Eva digerían el fruto, una nube deprimente de inutilidad y culpa envolvía lentamente sus mentes y apagaba aquella adorable, feliz y gozosa relación entre Dios y el hombre. La maldición de la mentira de la serpiente había iniciado su obra insidiosa y, dentro de un corto período de tiempo Adán y Eva quedaron sumergidos en la culpa y el temor. Junto con Satanás y sus ángeles, se habían suicidado mental y espiritualmente. Habían perdido su identidad y su valor, y nada de lo que pudieran hacer se los traería de vuelta. No podían restaurarse a sí mismos al favor de Dios. Habían roto la relación y solo Dios podía restablecerla. Este hecho es evidente por sí mismo aun mientras reflexionamos sobre nuestra propia experiencia. Si alguien viola una relación con nosotros, el poder de restaurar esa relación descansa en la parte no culpable pues la parte ofensora ha renunciado a sus derechos en la relación.
Hasta este punto es importante recordar lo que examinamos en el capítulo 2. Dios es la fuente de la vida, la sabiduría y el gozo. Adán y Eva se separaron de esa fuente al creer la mentira de que poseían todo esto en sí mismos. Sus poderes de razonamiento ya no podían ser usados desinteresada u objetivamente. Sus mentes estaban ahora totalmente en armonía con Satanás. No tenían la capacidad para desenmascarar las mentiras que Satanás les había dicho. Satanás comenzó a llenarles la mente completamente de falsas teorías acerca del carácter de Dios. Al mismo tiempo, Satanás les dijo a Adán y Eva que ellos eran malos. Les dijo que merecían morir y que eran individuos sin valor. Satanás está todavía decidido a destruir nuestro sentido de identidad y lo hace diciéndonos mentiras acerca de Dios y de nosotros mismos. Mientras creamos esas mentiras, jamás podremos reconciliarnos con Dios.
El desconocido ha separado a los mejores amigos. Cuando Dios llegó de visita y les llamó por sus nombres, la voz que una vez consideraron como la más dulce del universo ahora les hizo esconderse llenos de temor y desesperación. ¡El programa de Satanás había hecho su obra!
Imagínese llegar a su casa del trabajo un día, esperando gozosamente el feliz ritual que ha desarrollado con su hijo. Todas las tardes su hijo sale corriendo por la puerta del frente cantando: “¡Papito, papito!”, y luego se arroja en sus brazos con un tierno abrazo. Pero esta vez, cuando usted se acerca a la casa, ve que su amado hijo no ha salido a saludarle. Perplejo, entra por la puerta del frente y escucha un alarido de terror y el ruido de pequeños pies que corren hacia el jardín para esconderse. Algo ha roto la relación. Donde había amor, ahora hay temor. Ningún padre verdadero disfruta viendo a sus hijos alejarse corriendo al oír el invitador sonido de su voz. Eso duele. Es una gran tragedia que el pecado puede hacernos temer a la persona más amorosa, generosa, paciente y amante de la libertad en el universo.
En el jardín Dios estaba frente a un dilema muy grave. ¿Cómo se acercará a ellos ahora que escuchan otra voz? Cada una de las palabras que Dios pronuncia era interpretada a una luz malvada. Esto tendría serias implicaciones para la raza humana cuando Dios nos daría la Biblia, más tarde en la historia. Adán y Eva sabían que eran culpables, pero ahora no tenían ni la seguridad ni el valor para aceptar que estaban equivocados al haber aceptado ideas erróneas acerca de Dios, la fuente de vida y sabiduría. Controlados por un espíritu de culpa e inseguridad, se volvieron desafiantes. Habían perdido el poder de razonar con honestidad.
Me asombra el amor que Dios mostró con su paciencia. Dios llamó a Adán: “¿Dónde estás?”, no porque no supiera dónde estaba, sino para permitir que Adán se enfrentara al problema. “¿Dónde está tu mente Adán?” “¿Qué ha ocurrido con tu identidad?”. Lo físico siempre representa lo espiritual, y el ocultamiento físico de Adán y Eva revelaba claramente lo espiritual, y el ocultamiento que estaba ocurriendo en sus mentes. Se habían revestido de engaño y fraude para evitar tener que enfrentar la verdad, que ahora parecía tan espantosa. Dios estaba tratando de diagnosticar el problema para poder llevarles la bendita solución.
Adán responde a la pregunta diciéndole a Dios que tenía miedo porque estaba desnudo. Esta confesión es interesante a la luz de Génesis 2:25: “Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban”. Adán estaba desnudo antes de comer el fruto pero no se avergonzaba. La
inferencia aquí es que Adán tenía vergüenza después de comer la fruta. La palabra hebrea (buwsh) también significa confuso, confundido y desengañado. Adán estaba lleno de confusión, culpa, y desengaño. Estaba confuso en cuanto a quien era y se sentía culpable acerca de lo que había hecho. Ahora Dios se propone señalar la intensidad del dolor de Adán. “¿Quién te dijo que estabas desnudo?” “¿has comido del árbol del que te mandé diciendo que no comieras?” Dios no le preguntó a Adán “¿Cómo sabes que estás desnudo?” Le preguntó: “¿Quién te dijo que estabas desnudo? Dios estaba tratando de señalarle a Adán al instigador de las mentiras que se le habían dicho. En otras palabras: “¿Quién está haciendo que te alejes de mí?” “¿Quién se ha interpuesto entre tú y yo?”
Dios se dirige a Adán directamente: “¿Comiste del árbol del que te ordené que no comieras?” Esta era una pregunta sencilla que requería un simple sí o no. Ahora que Adán ve a Dios como egoísta y vengativo y se ve a sí mismo como estúpido e indigno, suma dos más dos en su mente y le da 64. Adán “sabía” que, si decía que si, tendría un problema, y si decía que no, tendría un doble problema, una vez por comer del árbol y una vez por mentir. Sabiendo que no había salida, Adán, se puso sus guantes de boxeo y salió de su esquina con sus puños volando (como lo hace cualquier persona insegura) tratando de darle algunos golpes a Dios. Como dice el dicho: “Si vas a caer, es mejor que caigas peleando”.
“La MUJER que me diste me dio del árbol y comí”. Dijo acusando.
¿Puede usted imaginarse el impacto que causó en Eva el hecho de que este hombre, que solo hacía poco había prometido enfrentar junto con ella cualquier cosa que viniera, en la primera dificultad cae al suelo cuan largo es? El pecado no puede producir una figura heroica que desinteresadamente se dé a sí misma para ayudar y sostener a otros. Siempre resulta en que cada uno se valga por sí mismo.
No queremos pasar por alto el proceso que está ocurriendo aquí. Las reacciones de Adán están siendo causadas por su culpa e inseguridad, combinados con un falso concepto del carácter de Dios, todo ello revuelto con una porción de orgullo, de la mentira de una fuente de vida independiente. He aquí está la gran angustia del pecado: ¿Cómo puede Dios mostrar a Adán que él no era inútil y estúpido, sino que tenía una imagen falsa de su Padre? ¿Cómo se le podría dar a Adán una verdadera evaluación de su situación sí había perdido el poder de razonar objetivamente? Dios es la única fuente de la verdadera sabiduría y Adán se había desconectado de esa fuente. Y aunque Adán sí razonaba, ¿cómo podría su razón librarse de su nuevo sistema de valores basado en el desempeño que ferozmente rechazaba cualquier cosa parecida a la verdad? Adán no podía soportar que Dios le dijera que estaba errado, aun si era hecho con amor por su propio bien, porque su egocentrismo controlaba su razón. El instinto de autopreservación lucha hasta el final.
Muchas personas me han preguntado. ¿Cómo podemos tener una Biblia con un mensaje y tener miles de diferentes iglesias todas profesando tener "la verdad"? Todo se remonta al jardín y la mentira de la serpiente. La naturaleza humana aceptó un modelo de la fuente de la vida y un sistema de valores que, naturalmente, distorsionan todo lo que Dios dice. Dios nos habla desde el interior de un reino que lo tiene a él como única fuente de vida y nuestra única fuente de valor. Pero la humanidad viene a la Biblia con el hombre teniendo su propia fuente de vida y un sistema de valores basado en el rendimiento. Este sistema de valores basado en el rendimiento ha torcido todas las enseñanzas de la Palabra de Dios. La verdad de Dios se ha convertido en una mentira (Romanos 1:25). Por eso Dios nos dice:
Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. (Isaías 55:8).
Y Pablo lo dice de esta manera:
Pero el hombre natural no recibe las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son locuras y no las puede entender porque se han de discernir espiritualmente. (1 Corintios 2:14).
El pensamiento basado en el rendimiento, o la naturaleza carnal lo ve todo a través del lente del poder en sí mismo. Nos conduce a la cima del orgullo[1] cuando tenemos éxito, y nos arroja a la cuneta de la desesperación cuando fracasamos. Nos motiva a hacer preguntas erróneas, tales como, “¿quien es el más importante en el reino de los cielos?” (Mateo 18:1, NVI), y “¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?” (Marcos 10:17, NVI), o, “¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?” Obsérvese el siguiente diagrama:
Este lente que ve un sistema de valores basado en el rendimiento siempre cambiará la verdad de Dios en una mentira. Obsérvese lo siguiente:
En cuanto a lo sacrificado a los ídolos, sabemos que todos tenemos conocimientos. El conocimiento envanece, pero el amor edifica. Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo. (1 Corintios 8:1, 2).
En un sistema basado en el rendimiento, el conocimiento de la verdad en realidad envanecerá. Conducirá a la persona a la montaña del orgullo. Éste es el problema central de la iglesia de Laodicea. Se le ha dado tanta verdad que se siente rica y llena de bienes y sin necesidad de nada. (Apocalipsis 3:17). Cuando vemos a otros en la iglesia, ministrando y haciendo grandes obras para Dios, obteniendo reconocimiento y alabanza, puede que tengamos sentimientos de insuficiencia y aun desesperación. Todo esto tiene que ver con el pensamiento basado en el rendimiento. Este asunto es tan importante que quiero dedicarle el próximo capítulo, porque el pensamiento basado en el rendimiento nunca muere completamente cuando al comienzo somos bautizados y nos unimos a la iglesia, con frecuencia continúa viviendo por décadas en las vidas de los que profesan ser cristianos.
De hecho, la conversión es el proceso de aprender a pensar como nuestro padre celestial. Se inicia un proceso de auto-descubrimiento de su amor infalible, de la oferta de su justicia, y de la profundidad insondable de nuestro propio orgullo. Consiste en aprender a contemplarlo y depender de él en vez de en nosotros mismos. Es debido a que fracasamos en captar esto que estamos tan a menudo atrapados en la culpa y el miedo, lo que nos conduce al comportamiento egocéntrico.
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