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7. El dolor de Dios

Publicado Feb 19, 2013 por Adrian Ebens En El orden evangélico
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Gén 6:6 Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón.

En cada momento del tiempo brota del trono de Dios un poderoso torrente de amorosa gracia y del poder que da vida a la tierra. Las majestuosas colinas cubiertas de árboles, flores y plantas de muchos colores y aromas proporcionan un entorno de vida para los hogares de los hombres. Frutas deliciosas, sabrosas verduras, por no hablar de un millar de diferentes sabores y delicias que ponen en sus mesas. Millones de corazones laten con el pulso de la vida que fluye de Aquel que posee inmortalidad. Dar es el gozo de Dios y sin embargo, desde la caída del hombre no hay una nota de agradecimiento, no hay aprecio de corazón. Incluso aquellos que logran ofrecer una oración de gracias por los alimentos que están a punto de tomar, lo hacen con palabras que son un ritual piadoso tratando de convencer al orador y los oyentes que están realmente agradecidos cuando tan sólo han venido a ver, tomar, y poseer.

Le llaman los terribles dos años. El dolor y la conmoción que experimentan los padres cuando su precioso manojo de alegría por primera vez tuerce su rostro y dice ¡No! Tal desafío, tal necedad arraigada en el corazón de un niño. Una madre va de compras con su niño y él ve algo que le gusta y la mano instintivamente se estira a poseer. Las semillas de eros están produciendo sus frutos tóxicos. La madre sigue adelante con la esperanza de que la solicitud se evaporará. Hay un gemido de desesperación y el drama comienza en serio. Dos voluntades ahora chocan en una batalla. El niño extiende la mano y comienza a jalar cosas de los estantes mientras las exigencias continúan. La madre tiene la opción de ofrecer algo para apaciguar al niño o tratar de soportar el drama que aumenta con gritos, sollozos y cualquier táctica conocida para salirse con la suya. Durante este tiempo casi toda la instrucción maternal es contrarrestada y resistida. Esta es la crudeza de la naturaleza humana. Para la mayoría de la raza humana, sólo la edad nos enseña a ser más astutos y calculadores en la manifestación de nuestros deseos de ver, tomar, y poseer.

Los terribles dos años son sólo un precursor de los años de la adolescencia a menudo más caóticos y donde el campo de batalla se vuelve mucho más complejo, pero la resistencia es la misma. En un momento dado los padres se sienten abrumados por una sensación de dolor. El recuerdo de su precioso manojo de alegría al cual han nutrido, amado, y cuidado, de repente parece significar muy poco y a menudo se lo tiran a la cara como una táctica para intimidar. El dolor que resulta conduce a los padres al combate con la determinación de aplastar a la oposición. A menudo las madres le suplican a los padres que cejen en su furia en respuesta al repetido desafío, la ingratitud y falta de respeto. Algunos padres en su afán de aplacar a un adolescente voluntarioso le compran más y más cosas, pero el nivel de satisfacción sigue disminuyendo, mientras que el aumento de las demandas incrementa. Tal es el fruto que proviene de la bruja y su aprendiz.

Si pudiésemos ver las cosas desde el trono de Dios y el testimonio de toda la población de la raza humana empapada en el espíritu de eros, ambicionando y buscando poseer las mismas cosas que Dios nos ha dado gratuitamente como una manifestación de su amor ágape, ¿podríamos entonces comenzar a entender su dolor? Con mentes cauterizadas a las realidades espirituales, casi no tenemos la capacidad de percibir que él existe. Sólo el pequeño rescoldo de la semilla prometida late profundamente en la consciencia de que todo esto es dado gratuitamente con un corazón lleno de amor ágape.

Con cada repetición de la escena del jardín de eros, el hombre piensa menos de sí mismo como un recipiente del amor. Cuanto más toma para sí mismo menos gratitud siente, y menos es capaz de dar. Cada ciclo de eros que convierte a la atracción en desilusión, crea un deseo más intenso para diluir el desengaño. Vemos así el nacimiento de la adicción; la participación en un proceso que promete felicidad, pero deja una sensación de vacío y depresión. La adicción es el reflejo perfecto del control total que eros tiene del alma.

En cambio, el principio sencillo de ágape dice lo siguiente:

Mat 10:08... de gracia recibisteis, dad de gracia.

Es un principio simple, pero potente. Cuanto más nos damos cuenta de que se nos ha dado mucho, más probabilidades tendremos de dar de la misma manera. Sólo alguien que sabe que es bendecido puede bendecir. Sólo el que vive en un estado de gratitud realmente puede dar con un sentido de abundancia y plenitud. Como lo declaró el salmista:

Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. (6) Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días.

La gratitud hace que la copa se desborde hacia los demás, y una vez que se inicia este proceso se produce una reacción en cadena que puede tocar millones de vidas. Tal fue el diseño del motor ágape que iba a bendecir a todas las familias de la tierra. Adán y Eva iban a ser el gran amor original latente lleno de gratitud que fluiría en grandes olas a todos sus hijos. Sin embargo, ahora el motor eros se había apoderado del alma una vez vibrante del hombre y la había convertido en un desierto del deseo desilusionado de poseer.

Mientras que Dios observaba a la población del mundo en busca de cualquiera que quisiera responder a la semilla de ágape, cuando todo parecía perdido, hubo un hombre que respondió:

 Gen 6:8 Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová.

Me encanta la sencillez de este versículo. Noé al contemplar al mundo, ve por la fe más allá del mundo natural a los ojos de Dios y ve la gracia, el favor, y la bondad. Su corazón se llena de gratitud. El secreto de la alegría es saber que somos bendecidos, bendecidos por Aquel que está sentado en el trono del universo. ¿Podemos imaginar el deleite de Dios? Después de cientos de años de casi ninguna respuesta a su torrente de gracia, la chispa de gratitud atisbó en el alma de Noé. El Espíritu de Jesús habitaba en el corazón de un hombre en medio de la desolación casi universal. La semilla de ágape vivía en el hombre. Como resultado, Dios podría derramar una bendición a través de él para preservar a la raza humana de la extinción causada por la semilla eros. Noé es un prototipo de la semilla que vendría y aplastaría la cabeza de la serpiente.

Al aprender que Dios es misericordioso, Noé se convirtió en un canal de bendición para todos los que respondieran a su mensaje. Ver el ágape de Dios lo convirtió en la agencia de gracia para el mundo. El mensaje era simple. El mundo se iba a acabar y como prueba de que confiaba en Dios, estaba construyendo un gran barco por orden de Dios para prepararse para ese evento. Los que creyeran a Noé y se prepararan para entrar en el arca se salvarían. Los que lo rechazaran como a un tonto, se darían cuenta demasiado tarde de que habían rechazado el único medio de escape previsto.

Durante siglos, el Espíritu de Dios le había suplicado a los hombres para que se apartaran de los principios de eros y respondieran a la simiente prometida de ágape dada a los que expresaran fe en el cordero inmolado. Como respuesta rebelde, la depravación de los hombres sólo incrementó. La continua disminución de satisfacción los llevó a buscar experiencias sexuales más absurdas y más impactantes con el paso de los años. Los niños se convirtieron cada vez más en las victimas de la vil codicia, y el principio erótico de manipular las fuerzas de las naturaleza para obtener sus deseos los condujeron a ofrecer sacrificios humanos y a perversidad sexual inimaginable.

Por cuanto tiempo se permitiría que continuase el grito de los niños que preparaban para los placeres y caprichos de los hombres depravados y perversos? ¿Quién podía comprender el dolor de Dios como testigo de crímenes tan horrendos? Día tras día, año tras año, siglo tras siglo, la búsqueda de la felicidad personal, el placer y la fantasía continuaba, sin tener en cuenta a Aquel que les dio todas las cosas. Tenía que parar. Sin embargo, incluso entonces, Dios ofreció al mundo una vía de escape si así lo elegía.

Durante 120 años, Dios se acercó al hombre caído a través de la predicación de Noé, advirtiendo, suplicando y llamando, pero la gente era indiferente. Ni siquiera el increíble espectáculo de los animales que marchaban en forma ordenada hacia el arca les tocó el corazón. Sus corazones estaban inmóviles, sin arrepentimiento y sin la salvación.

A medida que las gotas de lluvia comenzaban a caer, experimentaban una sensación enfermiza de que su vida de ingratitud hacia Dios podría llegar a su fin. Mientras que los rayos caían sobre la tierra con furia y el estruendo sacudía con violencia el suelo, entonces los hombres recordaban los rostros de inocencia que habían devorado y destrozado en su lujuria. La tierra literalmente vomitaba esta basura miserable en un acto de repulsión. La naturaleza había gemido bajo la maldad de los hombres y ahora las semillas tóxicas de eros cosechaban su recompensa. Los hombres veían con horror como sus casas eran arrasadas y los altares paganos se rompían en pedazos. Gritos de terror rasgaban el aire y maldiciones hacia Dios se escuchaban de los labios de los culpables. La paciencia divina había expirado y ahora la gran marea del mal y la masacre de la inocencia se había detenido en seco.

Todo lo que Dios había querido dar al hombre para disfrutar, compartir y vivir en la sombra de su bendición fue arrebatado por la simiente de la serpiente. ¿Quién puede comprender el dolor de Dios al pensar en estas cosas? Sin embargo, había ocho almas salvadas por agua. La simiente prometida brilló con una llamita de esperanza en el corazón de Noé y sostuvo la promesa de un nuevo comienzo.