Dios en Cristo
General Conference Daily Bulletin, 1893 - El mensaje del tercer ángel (No. 20)
Comenzamos en el punto en el que terminamos anoche. El objeto de nuestro estudio era encontrar a Dios en Cristo, en su palabra, en la creación. Encontrarlo como el que crea, sustenta y preserva todas las cosas.
Estuvo seis días creando, y después, según refiere Génesis 2:1-3: “Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo lo que hay en ellos. El séptimo día concluyó Dios la obra que hizo, y reposó el séptimo día de todo cuanto había hecho. Entonces bendijo Dios el séptimo día y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación”. Así, hizo el sábado para el hombre; pero permanece el hecho de que el sábado es la señal de lo que él es: Creador, y todo lo demás que él es; no obstante, todo lo demás que él es está contenido en el hecho de ser el Creador.
Cuando terminó de crear, reposó y tuvo descanso; es decir, se deleitó considerando las cosas creadas, el designio de su mente, la consecución de su propósito tal como se manifestaba en la creación consumada en su plenitud. Ese es el significado de la palabra “descansó” en Éxodo 31:17. Empleó seis días en crear los cielos y la tierra, “y en el séptimo día cesó y descansó”, se gozó, se alegró sobre su propósito completado en la creación, propósito que estuvo en su mente antes de llamar a la existencia lo que creó. Entonces bendijo el día y lo apartó: lo santificó. Es por ello que el mandamiento nos dice: “Acuérdate del sábado [es decir, el día de reposo] para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día es de reposo para Jehová, tu Dios”.
¿A quién pertenece el reposo del sábado? [Congregación: “A Dios”]. La persona que se toma su propio reposo, que disfruta de su propio reposo y no del reposo del Señor, ¿está guardando el sábado? [Congregación: “No”]. ¿Aunque lo observe el séptimo día? [Congregación: “Aún así”]. Está guardando el séptimo día, ¿no es así? [Congregación: “Sí”]. Aquel que se toma su propio reposo en el séptimo día, incluso aunque lo haga en el día séptimo, no está guardando el sábado –el reposo del Señor-. Aunque se esté gozando en él, está guardando el séptimo día, pero no el sábado.
Aquel que recibe y se goza en el reposo del Señor en el séptimo día, sí que guarda el sábado, ya que está guardando el sábado del Señor. Se trata del día del reposo de Dios. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día es de reposo para Jehová, tu Dios”, no para ti mismo. Se trata de su reposo, y cuando nos acordamos del día de reposo, ¿el reposo de quién estamos recordando? ¿El nuestro, o el suyo? [Congregación: “El reposo del Señor”]. Así es. Es el reposo de Dios de principio a fin, y la idea del reposo de Dios contenida en el mandamiento coincide con las razones dadas para el mismo. Debemos trabajar seis días. La razón es esta: El Señor, al crear los cielos y la tierra, obró seis días, y descansó el séptimo. Debemos reposar en el séptimo día porque el Señor reposó en ese día, lo bendijo y lo santificó.
¿Qué tipo de reposo caracterizó, o caracteriza al séptimo día? [Congregación: “gozoso”]. Gozo... ¿de quién? [Congregación: “De Dios”]. ¿Qué es Dios? [Congregación: “Espíritu”]. Dios es Espíritu. El único tipo de reposo que pudo tener es el reposo espiritual. Por lo tanto, aquel que no obtiene y disfruta de reposo espiritual en el séptimo día, no está guardando el sábado, puesto que el reposo del sábado es reposo espiritual, es ni más ni menos que el reposo de Dios. Se trata de reposo espiritual y el sábado es de carácter espiritual, puesto que allí está el reposo de Dios, un reposo espiritual. Observando el día por la fe –las cosas espirituales se disciernen espiritualmente-, ese reposo espiritual viene al observador del sábado. Ese reposo espiritual que Dios puso en el día, viniendo a formar parte de él, llega a la persona que guarda el sábado. Lo conoce y lo disfruta aquel que lo guarda de la única forma en que se puede guardar: por la fe en Jesús.
Dios bendijo ese día. La bendición de Dios está también en el día, así como el refrigerio, la delicia, el gozo del Señor. ¿Está la bendición en el día? [Congregación: “Sí”]. Si determinada persona no lo guarda, si no le presta ninguna atención, ¿está de todas formas la bendición en el día? [Congregación: “Sí”]. La bendición está en el día, pero no alcanza a la persona que no cree.
Ahora volvemos al pensamiento de anoche: la fuerza de la palabra de Dios. La palabra que Dios habló para hacer existir los mundos, ¿qué efecto tiene en ellos hoy, y ha venido teniendo desde aquel día? [Congregación: “Los sostiene”]. La palabra que pronunció ha guardado a los mundos todo el tiempo.
¿Por cuánto tiempo lo hará? [Congregación: “Por siempre”]. “La palabra del Dios nuestro permanece para siempre” (Isa. 40:8).
Según la palabra de Dios, bendijo al séptimo día. ¿Cuál es el efecto de esa bendición que incorporó en el día, a partir de entonces? Está todavía allí, y así permanecerá por siempre, ya que por la eternidad perdurará el hecho de que Dios bendijo el séptimo día. El Señor no se puede contradecir. No puede declarar que no bendijo el séptimo día, puesto que afirmó que lo había hecho. Aún en el caso de que borrara toda la creación, permanecería el hecho de que bendijo el séptimo día cuando estuvo allí. Por lo tanto, es algo incontrovertible e inmutable. Por toda la eternidad seguirá siendo un hecho el que Dios bendijo el séptimo día. Por tanto tiempo como sea cierto que lo bendijo, será cierto que la bendición está en el día, y permanecerá el hecho de que aquel que lo guarde de la única forma en que es posible guardar el sábado –por la fe en Jesús-, obtendrá y gozará en él de la bendición de Dios.
En los versículos 27 y 28 del primer capítulo de Génesis leemos: “Creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Los bendijo Dios”. ¿En qué día lo hizo? [Congregación: “En el sexto”]. Por lo tanto, Dios bendijo al hombre antes de bendecir el séptimo día. ¿Podemos tener la misma certeza de que Dios bendijo el día, como de que bendijo al hombre? [Congregación: “Sí”]. ¿Es la bendición con la que bendijo el día tan real como aquella con la que bendijo al hombre? [Congregación: “Sí, igual de real”]. Exactamente igual. ¿Cuál fue la bendición? ¿La bendición de quién, declaró sobre el hombre? [Congregación: “La bendición de Dios”]. ¿Y sobre el día? [Congregación: “La bendición de Dios”]. Así pues, cuando ese hombre bendito llegó al día bendito, ¿recibió bendiciones adicionales en ese día, más allá de las que disfrutaba antes que llegara el día? [Congregación: “Sí”].
Por lo tanto, el sábado había de proporcionar al hombre, quien había sido ya bendecido por Dios con bendiciones espirituales, aún mayores bendiciones espirituales. ¿Sucede así todavía? [Congregación: “Sí”]. “La palabra de Dios... vive y permanece para siempre” (1 Ped. 1:23). Sigue siendo cierto hoy.
Santificó el día. ¿Qué hizo santo al día? No necesitamos repetir ahora los textos, los recordáis de la charla que dio el hermano Prescott hace dos sábados. ¿Qué fue lo que hizo santo al día? [Congregación: “La presencia de Dios”]. La presencia de Dios santifica las cosas; hace santos los lugares; hace santo al hombre; la presencia de Dios hizo santo aquel día.
Por lo tanto, la santidad de Dios está ligada al día; la presencia de Dios, la santa presencia de Dios está asociada al séptimo día o sábado. Cuando el hombre llega a ese día de la única forma en que debiera llegar, con una mente espiritual, con la mente del Espíritu de Dios, y recibe el reposo espiritual, el refrigerio espiritual que en él hay, la bendición espiritual, ¿acaso no recibirá esa presencia, no será partícipe de esa presencia en la que mora la santidad de Dios para transformarlo? Ciertamente, y en eso consiste la observancia del sábado.
Santificó, pues, el día. No necesitamos volver a leer los versículos, para responder a la pregunta: ¿qué es lo que santifica? [Congregación: “La presencia de Dios”]. Por lo tanto, la presencia de Dios, su poder santificador, está en el séptimo día. Por lo tanto, aquel que se acerca al sábado del Señor, de acuerdo con el concepto del Señor sobre el sábado, obtiene reposo, delicia y refrigerio espiritual. Obtiene bendiciones espirituales. Aún más: obtiene la presencia de Dios, con su poder santificador que transforma. Obtiene el poder santificador que lo santifica a él, a partir de esa Presencia que santificó el día.
¿Con qué propósito fue hecho todo esto? ¿Para quién fue hecho el sábado? [Congregación: “Para el hombre”]. Por lo tanto, Dios reposó y puso su reposo espiritual en el día para el hombre. ¿No es así? [Congregación: “Sí”]. El refrigerio de Dios, su gozarse en ese día, fue para el hombre; la bendición con la que lo bendijo, fue para el hombre; la santidad que le confirió su presencia, fue para el hombre; y su propia presencia santificadora fue para el hombre. ¿No veis que a través del sábado es el privilegio del hombre gozar de la presencia de Dios y conocer su reposo espiritual según una experiencia viviente, experimentar la bendición espiritual, la santidad, la presencia de Dios que santifica, que hace santo al hombre? ¿Acaso no fue eso lo que Dios dispuso que el sábado trajera al hombre? Aquel que obtiene todo lo dicho en el sábado, es guardador del sábado. Y lo sabe. Lo sabe, y el saberlo es su deleite.
Ahora otro punto. ¿Cuál fue el agente directamente implicado en la creación? [Congregación: “Cristo”]. ¿Quién fue el que reposó? [Congregación: “Cristo”]. ¿Quién participó del refrigerio? [Congregación: “Cristo”]. ¿Quién bendijo? [Congregación: “Cristo”]. ¿La presencia de quién lo hizo santo? [Congregación: “La de Cristo”]. ¿La presencia de quién está en el día? [Congregación: “La de Cristo”]. Por lo tanto, aquel que no resulta santificado por la presencia de Jesucristo, aquel que no es hecho santo, bendecido, y que no recibe el reposo de la presencia de Jesucristo, no puede guardar el sábado. Observad que sólo es posible guardar el sábado cuando Cristo está en el hombre, ya que el sábado trae consigo -la lleva incorporada-, la presencia de Cristo.
Así pues, cuando Dios estableció el sábado, había puesto toda la creación ante el hombre, y éste podía ver a Dios en la creación. Pero el Señor quería venir aún más cerca del hombre. El hombre podía estudiar la creación y hallar el conocimiento acerca de Dios. Pero era el propósito de Dios que el hombre conociera, no sólo acerca de él, sino que lo conociera a él. En la creación podía saber acerca de él; en el sábado podía conocerlo a él, debido a que el sábado trae la presencia viviente, la presencia santificadora de Jesucristo a aquel que lo guarda en verdad. Así, la creación estaba ante el hombre, y éste podía estudiar a Dios en la creación, conociendo así acerca de él; pero Dios se acercó aún más que eso, y estableció aquello que significa: “Yo soy el que soy” {“lo que soy”}, de forma que cuando el hombre hallara lo que Dios es en el sábado, no solamente sabría acerca de él a partir de las cosas creadas, sino que lo conocería en él mismo.
Por lo tanto, el propósito original de Dios en la creación, y en el sábado en tanto en cuanto señal de ella, fue que el hombre pudiera conocer a Dios tal como es, y en lo que él es para el mundo, en y a través de Jesucristo. Ese fue su propósito original. ¿Cuál os parece que es hoy? [Congregación: “El mismo”].
Otro pensamiento en este punto. El sábado fue hecho al final de la creación, y es en realidad lo que cerró la semana de la creación. El sábado, por lo tanto, fue la señal del poder de Dios manifestado en Jesucristo, y la señal de una creación acabada; la señal de Dios manifestada en Jesucristo, en una creación completa y acabada. Vio lo que había hecho en los primeros cinco días, y comprobó que era bueno, pero al llegar al sexto día vio de nuevo, y comprobó que era bueno en gran manera (Gén. 1:31). Se había completado su propósito. “Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo lo que hay en ellos”. Allí estaba la expresión del pensamiento que hubo en su mente, y que su palabra pronunció cuando lo llamó a la existencia. Así, el sábado -la “señal” de que “yo soy Jehová, vuestro Dios” (Eze. 20:20), porque en seis días hizo los cielos y la tierra, y en el séptimo reposó y tomó refrigerio-, es la señal de la obra completa y acabada de Dios en la creación.
Avancemos en el estudio. ¿Tenía el hombre en ese momento, en el Edén, tal como Dios lo había creado, todo el conocimiento acerca de Dios que jamás pudiera alcanzar? [Congregación: “No”]. Al ir pasando un sábado tras otro le irían trayendo cono- cimiento y presencia adicionales de Dios. Pero, ¿de quién se trata? [Congregación: “De Cristo”]. Por lo tanto, el hombre disfrutaría de conocimiento y presencia de Cristo adicionales. Si hubiera permanecido fiel, habría crecido incesantemente en el conocimiento de Dios en su propia experiencia, creciendo más y más en el conocimiento de todo lo relativo a la naturaleza de Dios. Pero no permaneció allí. No permaneció fiel. La creación había finalizado tal como Dios la había hecho, en su plenitud, con todo lo que contenía. Era tal como su mente había dispuesto. Pero vino Satanás y arrastró al hombre y a todo este mundo, pervirtiendo totalmente el propósito de Dios. Dio la vuelta a lo dispuesto por Dios, de forma que siendo que Dios era antes reflejado ante la mente del hombre en todas las cosas de los cielos y en el hombre mismo, ahora es Satanás quien es reflejado en el hombre, lo que desenfoca el reflejo de Dios en cualquier cosa, con el resultado de que el hombre natural no distingue a Dios, ni siquiera en la naturaleza.
Cuando Satanás lo hubo desviado del propósito divino, cuando revirtió el orden y disposición de Dios, el Señor no abandonó al hombre en ese estado. Dijo: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya”. Eso quebrantó el poder de Satanás sobre el hombre, de tal forma que lo libró de la depravación total, concediéndole libertad para que encontrara a Dios. ¿Pero en quién fue hecho todo eso? [Congregación: “En Cristo”]. Nuevamente en Cristo. Dios, en Cristo, quiere traer de nuevo al hombre y al mundo de regreso a su propósito original. ¿No fue acaso el mismo poder de Cristo y por los mismos medios -su palabra-, por los que haría retornar al hombre y al mundo a su propósito original por el que los creó en un principio? [Congregación: “Sí”].
Fue Dios, en Cristo, mediante su palabra, quien creó al mundo y al hombre al principio. Satanás lo arrebató, volviéndolo en contra del propósito original de Dios. Ahora es Dios, en Cristo, mediante su palabra, quien trae de nuevo al hombre y al mundo a su propósito. Por lo tanto, ¿no es la obra de la Salvación simplemente el poder de Dios manifestado de otra manera que aquella en la que creó todas las cosas en el principio? Dicho de otro modo: ¿Acaso la salvación no consiste en creación? Ciertamente sí.
Ahora otro pensamiento al mismo propósito, con el fin de verlo más claramente, si es que hubiera necesidad de tal cosa. ¿Vemos ahora completado en la creación el propósito original de Dios? [Congregación: “No”]. Fue completado; pero ¿es ahora completo? [Congregación: “No”]. Cuando se haya consumado la salvación del hombre, ¿estará entonces completo su propósito original? [Congregación: “Sí”]. Por lo tanto, ¿qué otra cosa es la obra de la salvación, sino Dios llevando a cabo y completando su propósito original en la creación? [Voces: “Es eso mismo”]. “Mi Padre hasta ahora obra, y yo obro” (Juan 5:17). Por lo tanto, ¿qué puede ser la obra de la salvación, sino la obra original de la creación? El mismo Dios, en el mismo Hijo, por los mismos me- dios, para conseguir el mismo propósito. Siendo así, ¿no será la señal de esa obra en la salvación, la misma que en aquella obra en la creación? Ciertamente lo es.
El sábado del Señor es, pues, tan ciertamente la señal del poder creador de Dios manifestado en Jesucristo mediante su palabra, en la salvación de mi alma, como lo fue en la creación de este mundo en el principio.
Pero Dios se revela por doquier en Cristo; esa es la idea recurrente. Así, su nombre es: “Yo soy el que soy” {o “Yo soy lo que soy”}, pero lo qué él es sólo en Jesucristo puede conocerse. Por lo tanto, para todo intento y propósito, para el hombre en este mundo, Cristo es Dios mismo, con todo lo que él es. Digo para todo intento y propósito. Eso no es afirmar que son idénticos, que son uno y el mismo indi- viduo, sino que nadie puede conocer al Padre excepto el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar (Mat. 11:27). Nadie puede conocer a Dios, excepto tal como es revelado en Jesucristo. Por consiguiente, para el hombre, Cristo es Dios, y todo cuanto puede conocer de Dios está en Cristo. En la práctica, para todo intento y propósito, Cristo es Dios para nosotros. Cuando nació, Dios dijo de él: “Dios con nosotros”.
Así pues, el sábado es la señal de que él es el Señor nuestro Dios. Pero es también la señal de que él es lo que es. Por lo tanto, siendo que Cristo es Dios para nosotros, ¿no será el sábado la señal de lo que Cristo es para aquel que cree en él? [Congregación: “Sí”]. En la creación fue la señal de lo que Jesucristo es en la creación. Y ahora que Cristo lleva adelante su obra en la salvación, de forma que pueda lograr su propósito original en la creación, el sábado es la misma señal del mismo poder creador; y en el mis- mo, en Jesucristo. Así pues, se mantiene invariable todo el tiempo. La única diferencia es que ahora el poder se manifiesta de forma distinta a como lo fue antes, debido al orden pervertido de las cosas; pero se trata del mismo poder creador a partir de la misma Persona, empleando los mismos medios y con el mismo propósito. Por lo tanto sólo esa misma señal es la que puede estar relacionada con el hecho. No puede tratarse de otra señal distinta. Es pues literalmente cierto que el sábado del Señor, el séptimo día, el bendito séptimo día, es la propia señal de Dios de lo que Jesucristo es para aquel que cree en él.
Veamos eso en mayor detalle. “Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom. 3:23). “La paga del pecado es muerte” (Rom. 6:23). “La muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Rom. 5:12). Todos son muertos, ¿no es así? [Congregación: “Sí”]. Todos se desviaron del camino, se apartaron totalmente del propósito original de Dios. ¿Qué es primeramente Jesucristo para todo el que cree en él? [Congregación: “Creador”]. El que cree, es creado de nuevo en Jesucristo. Para el pecador, Dios en Cristo sigue siendo el Creador, lo primero de todo, puesto que Dios habla y el pecador vive. Vivimos por la palabra de Dios. “Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas” (Efe. 2:10). Por lo tanto, Dios creó al hombre para que anduviera en buenas obras, pero el hombre hizo al contrario. Ahora en Cristo, Dios lleva al hombre al lugar en que lo puso al principio. Por lo tanto, la salvación no es más que el cumplimiento del propósito original de Dios en Cristo, en la creación.
Por consiguiente, “si alguno está en Cristo, nueva criatura es” (2 Cor. 5:17). Lo primero que Cristo es para cualquier criatura, es lo mismo que es Dios para cualquier pecador en este mundo, es decir, Creador. Él lo hace una nueva criatura. “Crea en mí, Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Sal. 51:10). La obra de Dios en la salvación, viene pues a resultar en creación.
Una vez que hemos encontrado a Jesucristo como a nuestro Creador, y habiendo sido creados de nuevo en él, ¿qué es lo primero que encontramos en Jesús? [Congregación: “Reposo”]. Efectivamente, y eso es lo que él hizo primeramente tras la creación. Repo- só. El reposo es lo primero que encontramos en la manifestación de su poder en nosotros. ¿De qué tipo de reposo se trata? [Congregación: “Reposo espiritual”]. Esta es la invitación: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mat. 11:28). Con posterioridad dijo: “Yo estoy con vosotros” (Mat. 28:20). “No te desampara- ré ni te dejaré” (Heb. 13:5). Y dirigiéndose a Moisés en el desierto, le dijo: “Mi presencia te acompañará y te daré descanso” (Éx. 33:14). ¿Qué proporciona su presencia? [Congregación: “Reposo”].
Una vez que el hombre ha venido a ser hecho una nueva criatura en Cristo y halla ese reposo, ¿qué hace a continuación? [Congregación: “Obra las obras de Dios”]. Primero se goza. Luego se pone gozosamente a la obra. ¿Qué hizo Dios? Se gozó. ¿Qué hace el hombre? Se goza porque se haya cumplido en él el propósito de Dios. Ahora bien, ¿es ese todo el gozo existente? No: “Os digo que habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento” (Luc. 15:7). Entonces Dios vuelve a gozarse nuevamente en ese reposo que nos da y que obtenemos de él. Y se vuelve a gozar, vuelve a deleitarse en su pueblo.
Lo siguiente que pertenece al sábado es la bendición. Hechos 3:26: “A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijera, a fin de que cada uno se convierta de su maldad”. Por lo tanto, Cristo es una bendición para el pecador. Lo es para aquel que cree en él. Pero hay más en ese precioso texto que ya hemos leído de Efesios 1:3: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. Dios nos ha dado todas las bendiciones espirituales que tiene. Nos las ha dado en Cristo.
El sábado nos trae bendición espiritual. ¿De dónde la obtiene? [Congregación: “De Cristo”]. Así es. Nos la trae procedente sólo de Jesucristo, y sólo me- diante él. Por lo tanto, el sábado viene a ser como un conducto por el que fluye la bendición espiritual desde Jesucristo hacia el pueblo de Dios. Eso es un hecho, ya que toda bendición espiritual nos es dada en Cristo, y el sábado contiene la bendición espiri- tual de Dios, por lo tanto, dado que se trata de una bendición espiritual, no puede haberla obtenido de otra forma que no sea de Cristo, por Cristo y en Cristo. El sábado es por lo tanto uno de esos víncu- los a los que se refirió el hermano Prescott en los días pasados, vínculo que nos une a Cristo a fin de que podamos tener bendición espiritual.
“Mi presencia te acompañará”. Su presencia hace santa a la persona en la que mora. Y ahora otro pensamiento que nos hará llegar al mismo punto, aunque por distinto camino. “No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree” (Rom. 1:16). ¿Qué hemos leído que es el evangelio? [Congregación: “Poder de Dios”]. ¿Qué es lo que se manifiesta en Cristo? [Congregación: “El poder de Dios”]. ¿Y en el evangelio? [Congregación: “El poder de Dios”]. ¿Con qué propósito? [Una voz: “Creación”]. El poder de Dios para salvación es el mismo poder en la creación. Se trata en ambos casos del poder de Dios. Allí donde exista la señal del poder de Dios, está la señal del poder de Dios en cualquier lugar y en cualquier forma; se trata siempre y sólo del poder de Dios, y no puede estar jamás enfrentado con ese mismo poder suyo. Por lo tanto, no necesitamos ninguna otra señal de la manifestación del poder de Dios; es imposible que la haya.
El evangelio es el “poder de Dios para salvación”; por otra parte el evangelio es “Cristo en vosotros, esperanza de gloria” (Col. 1:27). Jesucristo mora en aquel que cree en su evangelio. La presencia de Cristo está allí, y lo hace santo. Eso es lo que hizo santo al sábado. Por lo tanto el sábado, en lo que respecta a la santidad, es exactamente la señal de lo que Cristo es para aquel que cree en él.
La presencia de Cristo santifica. En la santificación, el sábado es la señal de lo que Cristo es para el creyente. Para aquel que cree en Jesús, Dios en Cristo crea de nuevo. Para él Dios significa reposo, refrigerio, deleite, gozo, bendición, santidad, santifica- ción. Todo eso es Cristo para el creyente; pero Cristo fue eso mismo para el sábado hace mucho tiempo, para beneficio del creyente.
Hizo el sábado para el hombre en la creación. Lo instituyó entonces, en la creación, a fin de que el hombre tuviera, aun si hubiese permanecido fiel a Dios no pecando nunca, la señal de lo que Dios fue para el hombre en Jesucristo, y de la presencia de Cristo en el hombre. Ahora, en la nueva creación, sucede lo mismo. Es una misma cosa en la obra de la salvación.
Otro punto: Cristo Jesús nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención (1 Cor. 1:30). Él es nuestra santificación. Recordad: envió a Pablo a que predicara el evangelio a los gentiles, “para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados” (Hech. 26:18). Pero la santificación y el cumplimiento de su propósito último es la plenitud de la obra de Cristo consumada en el creyente. La imagen de Cristo formada plenamente en el creyente, de forma que al mirarlo, Cristo se ve a sí mismo reflejado. En eso consiste la santificación.
El Espíritu de profecía ha definido lo que es santificación en estos términos: “Santificación es guardar todos los mandamientos de Dios”. No es procurar guardarlos, ni hacer lo mejor que podemos para guardarlos, sino que es guardar todos los mandamientos de Dios. Nadie será un guardador –en el sentido en que Dios lo espera y dispone- de todos los mandamientos, a menos que Cristo esté formado en él plenamente, a menos que su imagen esté impresa en él, de forma que pueda verse a sí mismo cuando mira al creyente.
La justicia de Dios en Jesucristo es la que nos hace justos, la que nos salva, nos santifica. Lo es todo para nosotros. Cuando hemos obtenido esa justicia, y la tenemos de acuerdo con la idea divina sobre la justicia, ¿qué es lo que da testimonio de esa justicia de Dios que posee quien cree en Jesús? [Congregación: “La ley”]. La ley de Dios. Ahí está esa obra de Cristo progresando en el creyente, una obra que va en aumento. Es la obra de la santificación, el proceso de santificar. Es el progreso de Cris- to en la persona. Cuando Cristo alcanza en ella la plenitud, la obra de la santificación está completa.
¿Cuál es la señal de que Dios santifica? [Congregación: “El sábado”]. ¿Cuál es, pues, la señal de que la presencia de Cristo está santificando a la persona? [Congregación: “El sábado”]. Una vez que esa obra está completa, ¿qué será lo que testifique de ello? [Congregación: “La ley”]. ¿Qué parte de la ley especialmente? [Congregación: “El cuarto mandamiento”]. Toda la ley testificará acerca de la obra de la justicia de Dios completada en el creyente, pero el sábado está ahí como señal dispuesta por Dios para significar una obra completa. Es la señal de una obra completa en la creación, pero al resultar ésta malograda y contrariada la voluntad de Dios, el Señor ha tenido que hacer avanzar su obra de esa manera, a fin de consumar su propósito original en la creación. Por lo tanto, el sábado señala a la obra de Dios completada en la salvación. El sábado se erige como el pináculo de la ley, como el que testifica de la santificación llevada a su plenitud, de forma que es señal de la obra de Dios completada en la creación, y tam- bién en esta creación secundaria que consiste en el logro del propósito original de la creación.
Otro pensamiento: Dado que el sábado es la señal de lo que Cristo es para el creyente, ¿podrá conocer plenamente el creyente lo que es el sábado, a menos que conozca plenamente lo que es Cristo? [Congregación: “No”]. Así pues, cuando el conocimiento de Dios en Jesucristo inunda la mente, el sábado será igualmente conocido en su plenitud por esa mente. Ahora bien, el sábado es la señal de lo que Dios es en Cristo; y cuando la mente lo capta en su plenitud, ¿de qué se trata en realidad, sino de la misma imagen de Dios, de su nombre en la mente del creyente? ¿No es eso acaso el sello del Dios viviente, mediante el sábado del Señor?
Podéis ver que cada paso del camino, cada línea de pensamiento nos lleva al hecho de que el sábado, tal cual es en Jesucristo, y tal como lo observa el que cree en Jesús, es el único sello del Dios viviente. La observancia de un día entre siete no es el sello de Dios. Cristo, tal como es reflejado en el sábado del Señor, en la mente y corazón del creyente, en la imagen viviente de Dios llevada a su consumación, es el sello del Dios viviente. Así es como el nombre del Padre queda escrito en sus frentes.
Leamos ahora en Números 6:23 a 27: “Habla a Aarón y a sus hijos, y diles: Así bendeciréis a los hijos de Israel. Les diréis: ‘Jehová te bendiga y te guarde. Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro y ponga en ti paz’. Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré”. Esa era la bendición que pronunciaba el sumo sacerdote una ver terminado el día de la expiación; una vez completada esa obra de expiación, al salir el sacerdote del templo para santificar y bendecir al pueblo. Y en esa bendición, ¿qué invocaban? “Invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel”. Había pasado el juicio y estaban seguros. Pero eso sucedía en los símbolos.
Leed ahora en Apocalipsis 3:9 al 12: “De la sinagoga de Satanás, de los que dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten, te daré algunos. Yo haré que vengan y se postren a tus pies reconociendo que yo te he amado. Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero para probar a los que habitan sobre la tierra”. Se dio ese mensaje al comienzo del día de la expiación. Tuvo entonces su cumplimiento. “Al vencedor yo lo haré columna en el templo de mi Dios y nunca más saldrá de allí. Escribiré sobre él el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, con mi Dios, y mi nombre nuevo” (vers. 12). Cuando resulte completada su obra de expiación, el nombre de Dios habrá sido puesto en la mente de forma final, y él proclamará que la obra está consumada. Lo que Dios significa ahí, en el creyente y en el sábado, es la señal de su obra completada en la santificación.
Isaías 58:13 y 14: “Si retraes del sábado tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamas ‘delicia’ , ‘santo’ , ‘glorioso de Jehová’ , y lo veneras, no andando en tus propios caminos ni buscando tu voluntad ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en EL SÁBADO...” [Congregación: “No: “Te deleitarás en Jehová”]. ¿Por qué no en el sábado? ¿No nos dice que lo consideremos delicia, santo, glorioso de Jehová y venerable? “No andando en tus propios caminos”. ¿Por qué no buscamos nuestro propio deleite en el sábado? Ved cuál es ahí el significado.
Al guardar el sábado tal como él dispone, “te deleitarás en Jehová”, puesto que el sábado es la señal de lo que el Señor significará para ti, y tú para él. Me gustaría saber por qué extraña razón nadie en el mundo habría de comprometerse con otra institu- ción rival del sábado, siendo que es precisamente la señal de lo que Cristo es para él. Aquel que reconoce en el sábado la señal de lo que Cristo es para él, ¿estará cavilando en cuanto a si debe o no trabajar en domingo? [Congregación: “No”]. ¡Desde luego que no! Sabe bien que no puede cavilar así. Sabe que no puede aceptar componendas, y tener la mitad de Cristo y la mitad de alguna otra cosa. Cristo lo es todo en todos, y el sábado es la señal de lo que Cris- to es para él: lo es todo, y cualquier sugerencia en el sentido opuesto es como si le insultaran.
Así, los que se están haciendo esas preguntas no conocen lo que Cristo significa. Tanto daría que guardaran el domingo como que no lo hicieran. No están guardando el sábado. El sábado lleva en sí mismo la imagen viviente de Jesús y la presencia de Jesucristo. Él mismo las puso en el sábado. Lo hizo así para beneficio del hombre, y el que cree en Jesucristo lo podrá encontrar allí. Además de la bendición del Señor que posee, al llegar el sábado recibe bendición adicional del Señor. Al margen de cuánto de la presencia de Cristo sea con él, cuando llega el sábado recibe presencia adicional de Cristo, y lo sabe.
No importa cuánto del reposo de Cristo esté disfrutando, al llegar el sábado, que es la señal de lo que Cristo es para el creyente, y que lleva en sí mismo la presencia de Cristo, le trae reposo adicional en el Señor. No importa cuánta santidad del Señor tenga, al llegar el sábado le es revelado aún más sobre esa santidad al observarlo en el temor de Cristo y por la fe en él. No hace diferencia alguna si estuviera totalmente santificado, no teniendo nada del “yo”, de forma que sólo Cristo more en él; al llegar el sábado, en las profundidades de la eternidad se le revelará aún más del maravilloso conocimiento y del poder creciente y santificador que hay en Jesucristo para todo el que cree en él.