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¿En qué consistió el mensaje de 1888?

Publicado Ago 11, 2013 por Walmir Teles En Articulos Generales
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Hacemos un breve resumen de los elementos esenciales y singulares del mensaje. Los lectores reconocerán que esos conceptos están en contraste con las ideas generalmente (u oficialmente) sostenidas por nuestro pueblo hoy (la documentación está disponible en los libros citados en la nota):

(1) El sacrificio de Cristo no es meramente provisional sino efectivo para el mundo entero, de modo que la única razón por la cual alguien puede perderse es prefiriendo resistir la gracia salvadora de Dios. Para aquellos que por fin se salvarán, fue Dios quien tomó la iniciativa; en el caso de los que se pierdan, son ellos quienes tomaron la iniciativa. La salvación es por la fe; la condenación es por la incredulidad.

 

(2) Así, el sacrificio de Cristo justificó legalmente a “todo hombre” y salvó literalmente al mundo de la destrucción prematura. Todo ser humano le debe su vida actual, tanto si cree en él como si no lo hace. Cada pan lleva la marca de su cruz. Cuando el pecador oye y cree el evangelio en su pureza, es justificado por la fe. Los perdidos niegan deliberadamente la justificación que Cristo efectuó ya por ellos.

 

(3) La justificación por la fe es, por lo tanto, mucho más que una declaración legal de absolución: transforma el corazón. El pecador recibe ahora la expiación, que significa reconciliación con Dios. Puesto que es imposible estar verdaderamente reconciliado con Dios y no estar a la vez reconciliado con su santa ley, la única conclusión posible es que la verdadera justificación por la fe hace al creyente obediente a todos los mandamientos de Dios.

 

(4) El ministerio del nuevo pacto realiza esa obra maravillosa cuando el Señor escribe realmente su ley en el corazón del creyente. Se desea la obediencia, y la nueva motivación trasciende el temor a perderse o la esperanza de recompensa (ambas motivaciones están contenidas en la expresión de Pablo de estar “bajo la ley”). El antiguo y el nuevo pacto no son una cuestión cronológica secuencial, sino una cuestión de mentalidad. La fe de Abraham lo capacitó para vivir bajo el nuevo pacto, mientras que multitudes de cristianos viven hoy bajo el antiguo pacto debido a que su motivación es una preocupación egocéntrica. El antiguo pacto consiste en la promesa hecha por el pueblo, de ser fieles al Señor. Bajo el nuevo pacto la salvación viene al creer en las promesas que Dios nos hace a nosotros, y no al hacerle nosotros promesas a él.

 

(5) El amor de Dios es de carácter activo, no meramente pasivo. Como el buen pastor, Cristo está activamente implicado en la búsqueda de la oveja perdida. Nuestra salvación no depende de que busquemos al Salvador, sino de que creamos que él nos está buscando a nosotros. Aquellos que finalmente se pierdan es porque habrán resistido y despreciado la atracción de su amor. Tal es la esencia de la incredulidad.

 

(6) Por consiguiente, es difícil perderse y fácil ser salvo, si uno comprende y cree cuán buenas son las buenas nuevas. El pecado es una resistencia constante a su gracia. Puesto que Cristo pagó ya la penalidad del pecado de todo hombre, la única razón por la cual alguien puede ser condenado finalmente es por su persistente incredulidad: su negativa a apreciar la redención efectuada por Cristo en la cruz, y ministrada por él mismo como Sumo Sacerdote. El verdadero evangelio pone en evidencia esa incredulidad y lleva a un genuino arrepentimiento que prepara al creyente para el retorno de Cristo. El orgullo humano, y la adulación y lisonja dedicada a seres humanos es inconsistente con la verdadera fe en Cristo, y es una señal segura de la existencia de incredulidad, aún dentro de la iglesia.

 

(7) En su búsqueda de la humanidad perdida, Cristo dio todos y cada uno de los pasos, tomando sobre sí la naturaleza caída y pecaminosa del hombre en su estado posterior a la transgresión de Adán y Eva. Lo hizo así para poder ser tentado en todo como nosotros (Heb. 4:15), y sin embargo demostrar una justicia perfecta  en esa “semejanza de carne de pecado” (Rom. 8:3). El mensaje de 1888 comprende el término “semejanza” como queriendo decir exactamente lo que dice: semejanza, ¡no diferencia! Justicia no es una palabra que se aplique a Adán en su estado no caído, ni a los ángeles sin pecado. Se refiere a una santidad que entró en conflicto con el pecado en carne humana caída, y que triunfó sobre él.

Así, “el mensaje de la justicia de Cristo” que E. White apoyó de forma tan entusiasta en la época de 1888 está enraizado en esa visión concreta de la naturaleza de Cristo. Si Cristo hubiera asumido la naturaleza sin pecado de Adán antes de la caída, el término “justicia de Cristo” sería una abstracción sin sentido. Los mensajeros de 1888 vieron la teoría de que Cristo hubiera tomado la naturaleza sin pecado de Adán antes de la caída como un legado del romanismo, como la insignia del misterio de la iniquidad que mantiene a Cristo “alejado” y no “cercano, al alcance de la mano”.

 

(8) Así, nuestro Salvador “condenó el pecado en la carne” de la humanidad caída. Eso significa que quitó todo pretexto para el pecado. A la luz de su ministerio, el pecado ya no es inevitable. Es imposible tener la verdadera fe en Cristo revelada en el Nuevo Testamento y continuar en pecado. No podemos excusar el continuo pecar aduciendo que “somos sólo humanos” o que “el diablo me obligó a hacerlo”. A la luz de la cruz, el diablo no puede forzar a nadie a pecar. Ser  verdaderamente “humano” es ser semejante a Cristo en carácter, pues él era y es plenamente humano, tanto como divino.

 

(9) En consecuencia, el elemento clave que precisa el pueblo de Dios a fin de prepararse para el retorno de Cristo es la genuina fe puesta de relieve en el Nuevo Testamento. Pero este es precisamente el elemento que más le falta a la iglesia. La iglesia se ve a sí misma como siendo “rica” desde el punto de vista de la doctrina y experiencia; como no teniendo necesidad de nada. Sin embargo, su pecado es básicamente una patética incredulidad. La justicia se obtiene por la fe. Es imposible tener fe y no demostrar justicia en la vida, porque la verdadera fe obra por el amor (Gál. 5:6). Los defectos morales y espirituales son hoy el fruto de perpetuar el pecado de incredulidad del antiguo Israel, por la confusión derivada de una falsa justificación por la fe.

 

(10) La justificación por la fe viene a ser a partir de 1844 “el mensaje del tercer ángel en verdad”. Así, sobrepasa en mucho la enseñanza de los reformadores, y ciertamente lo que las iglesias populares entienden hoy. Es un mensaje de gracia sobreabundante, paralelo y consistente con la singular verdad adventista de la purificación del santuario celestial: una obra que implica la plena purificación de los corazones del pueblo de Dios en la tierra.

1. The 1888 Message--An Introduction [A Mensagem de 1888 -- Uma Introdução], Review and Herald, 1980; Gold Tried in the Fire [Ouro provado no fogo], Pacific Press, 1983; The Good News is Better Than You Think [As boas novas são melhores do que você pensa], Pacific Press 1985; A Summary of the History and Content of the 1888 Message [Um sumário da história e conteúdo da mensagem de 1888], 1977, The 1888 Message Study Committee [Comissão de Estudo da Mensagem de 1888].


Extraído del libro
: 1888 Reexaminado.

Asesoramos todo hermano querido dedicar tiempo a la oración y el estudio y la comprensión de la verdadera justificación por la fe.