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Mi Amado - Capítulo 12 - El drama de la identidad transformada

Publicado Dic 05, 2013 por Cristina En Mi Amado
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El drama de la identidad transformada

La navidad fue siempre divertida para mí durante mi niñez. Recuerdo a gente vestida como Santa Claus, que le daba regalos a los niños en los centros comerciales donde hacíamos nuestras compras. También recuerdo la historia del niño Jesús en el pesebre representado fielmente en vívidos colores por la clase de la escuela sabática.

 A medida que crecía, vi a las estrellas de cine vestirse y hacer el papel de un héroe del oeste o un héroe urbano para salvar el día. Mi infancia y mi juventud habían estado saturadas de drama. Toda la idea de una persona que asumía la identidad de otra con el propósito de establecer un punto moral se convirtió en parte de la estructura de mi vida. Después de cientos de horas de ver a gente asumiendo las identidades de otras personas con el fin de contar una historia con moraleja, me lavaron el cerebro con la noción de que así es como funciona el universo. Nadie me había enseñado esto, sino que lo aprendí a través de mi cultura.

 Este hábito de observar a gente asumir otras identidades también se convirtió en una ventana de escape mediante la cual podía imaginarme a mí mismo en una existencia más poderosa de la que actualmente vivía. Ver películas se volvió una adicción por medio de la cual podía asumir otra identidad con el propósito de imaginarme ganando el respeto y la atención que deseaba.

Cuando mi infancia se convirtió en juventud y mis ambiciones infantiles se hacían más difíciles de realizar, la verdad de la identidad asumida llegó a ser un factor vital para mantener la mentira de la autonomía y la independencia. El secreto era fundir mi identidad con la de la persona que yo deseaba emular. A través de la preparación del primer amor de mi niñez, la ventana del poder llegó con la entrega de mi identidad. Nunca se me ocurrió que este proceso me costaría mi identidad, porque lo único que importaba era el poder. El uso de drama y películas formaba una parte fundamental de los métodos del tentador para mantenerme esclavizado a la mentira de la auto-suficiencia. También me cegó por completo a la idolatría de la trinidad.

La trinidad era la perfecta expresión de identidad asumida con un propósito moral; tres personas que asumen los papeles de Padre, Hijo y Espíritu con el propósito de hacer una declaración altamente moral acerca de la salvación. Esto encajaba a la perfección con mi preparación a través del teatro. Una vez más, la historia resonó en mí porque era tan natural como respirar.

Al igual que nunca tuve en cuenta que una identidad falsa provoca la pérdida o la confusión de quién es esa persona, tampoco observé que la creencia en tres personas divinas que asumían otras identidades en realidad causaba la pérdida o confusión de quiénes eran. ¡Esto se convirtió en el misterio de Dios! Todo ello tenía perfecto sentido en mi mente natural.

No debe pasarse por alto que la mentira central expresada a Eva fue presentada por un ser que se había transformado en otra identidad completamente diferente. Nunca olvidemos que nuestra naturaleza humana desde Adán está estampada con un mensaje de auto-suficiencia transmitida a través de un médium de identidad transformada.

Este mensaje quedó aún más grabado en mi pensamiento al observar súper héroes como Superman, el hombre araña y otros. Estos personajes tenían poderes internos que podían utilizar cuando se transformaban. Estos poderes se utilizaban generalmente para propósitos morales y para el bien de la sociedad. El principio fundamental desarrollado era alcanzar fuerza interior a través de la identidad transformada. Esta lección me fue repetida una y otra vez. En lugar de caer de rodillas y orar a mi Padre celestial, se me mostró que los verdaderos héroes llamaban a sus poderes internos al transformarse. Una vez más yo estaba bebiendo de un espíritu de auto-suficiencia transformacional.

Durante los años de mi adolescencia, estuve expuesto a otro método de auto-suficiencia transformacional. La serie de La guerra de las galaxias [Stars Wars], escrita por George Lucas, presentaba a sus mejores héroes como maestros de la meditación. Por medio de las artes de la concentración y de prestar atención a sentimientos internos, uno podía llevar a cabo grandes hazañas durante la batalla y ganar los elogios de todo el que lo viera. Esta fue mi sutil introducción al misticismo oriental.

Así que por todas estas razones a menudo me encontré atraído por la televisión para participar en las prácticas del dios de mi infancia, y eso iba a fomentar la mentira de la auto-suficiencia a través de una identidad transformada. Me imaginaba a mí mismo como el personaje central de la película y sentía el poder que él desplegaba. Mientras continuara adorando a un dios que se involucraba en la transformación de la auto-suficiencia, no podría realmente perder mi amor por las películas, los deportes y las historias de ficción.

Otra dimensión de mi entrenamiento por la televisión fue la filosofía que los polos opuestos se atraen. Toda la historia de negro/blanco, yin/yang personificado a través de una historia de amor, proveía temas constantes sobre opuestos que se fusionaban en uno para mayor poder, placer y satisfacción. Esta capacitación fue el marco perfecto para la fusión del poderoso, autónomo, celestial Jesús con el sumiso, humilde y obediente Jesús terrenal en un sólo objeto de adoración.

Cuando miro hacia atrás, veo que gran parte de mi exposición a la sociedad a lo largo de mi infancia formó un marco para prepararme a aceptar al dios trinitario como algo natural, obvio e incuestionable. El énfasis de buscar dentro de sí mediante un espíritu de auto-suficiencia encajaba a la perfección en el cuadro de estos tres grandes seres que se transformaron en los personajes de padre, hijo, y espíritu.

El carácter de mi Amado, que confió en su Padre y siempre lo obedeció y contempló se fusionó y fue absorbido por mis múltiples imágenes de la auto-suficiencia, mirando dentro de sí y siendo transformado por el poder de la Divinidad.

Que simple hubiese sido todo si yo hubiera entendido estas palabras:

Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. Hebreos 13:8.

Por otra parte, muchas cosas habrían sido más fáciles si hubiera continuado leyendo la Biblia claramente. Sin embargo, una vez más, mi crianza y educación pusieron escamas sobre mis ojos para impedirme hacer precisamente eso.