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Mi Amado - Capítulo 22 - El gozo de mi Amado

Publicado Dic 03, 2013 por Adrian Ebens En Mi Amado
2,003 Aciertos

Hay muchos otros pensamientos que podría compartir con ustedes del por qué me deleito en mi Amado. Pero no habría espacio suficiente en muchos volúmenes para expresar tales cosas, como lo afirmó Juan:

 

Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén. Juan 21:25.

Sin embargo, hay algo que necesito compartir con ustedes de por qué he escogido a mi Amado y por qué es más dulce que todo el mundo.

Hay muchos cristianos hoy día que apoyan la siguiente idea cuando hablan del amor de Dios:

 

“El amor es alguien que ama, y con amor algo es amado”. San Agustin, De Trinitate, Libro VIII.

 Surgiendo de esta noción de amor que existe dentro de la trinidad, encontramos lo siguiente:

 

“Si verdaderamente Dios es, en su misma esencia, el Dios de “amor” (Juan 3:16 y 1 Juan 4:8), entonces necesitamos considerar las siguientes deducciones: ¿Podría uno que existió desde toda la eternidad pasada y que nos hizo a su amorosa imagen, podría, digo, ser llamado amor este Dios si existiera sólo como un ser solitario? ¿No es el amor, especialmente el amor divino, sólo posible si el que hizo nuestro universo era un ser plural que estaba ejerciendo “amor” dentro de su pluralidad divina desde toda la eternidad pasada?.. [ahora citando a Bruce Metzger] “Los unitarianos profesan estar de acuerdo con la declaración ‘Dios es amor’. Pero estas palabras, ‘Dios es amor’, no tienen auténtico significado a menos que Dios sea al menos dos Personas. El amor es algo que una persona tiene hacia otra persona. Si Dios fuera una única persona, entonces antes que fuera hecho el universo no era amor. Porque, si el amor es la esencia de Dios, debió amar siempre, y siendo eterno, debió haber poseído un objeto eterno de amor. Además, el perfecto amor es posible sólo entre iguales. Así como un hombre no puede satisfacer o poner por obra sus poderes de amor amando a animales inferiores, así Dios no puede satisfacer o llevar a cabo su amor amando al hombre o a otra criatura cualquiera. Siendo infinito, debió haber poseído eternamente un objeto infinito de su amor, algún alter ego [otro yo], o para usar el lenguaje tradicional de la teología cristiana, un Hijo consustancial, coeterno y coigual”. La Trinidad, Whidden, Moon and Reeve, p. 68.

El primer punto a destacar es la referencia a 1 Juan 4:8, que nos dice que “Dios es amor”. Los que apoyan la trinidad nos quieren hacer creer que esta referencia, “Dios es amor”, se refiere a tres personas de igual posición que se aman entre sí, pero si leemos este versículo en su contexto inmediato encontramos algo diferente:


Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. (8) El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. (9) En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. (10) En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. (11) Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. (12) Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros. 1 Juan 4:7-12.

A mi entender, en este pasaje Juan define el amor de Dios en la dádiva de su Hijo para morir por nosotros. Así que al final del versículo 8 él define a Dios como amor y expande esta definición en la manifestación de Dios al enviar a su Hijo. ¿No indicaría la consistencia del uso de este pasaje el hecho de que el Dios mencionado en el versículo 8 es el mismo Dios en los versículos 9 al 12? ¿No sugiere esto que el Dios en el versículo 8 es el Padre y que su amor se manifiesta en la dádiva de su Hijo?

La segunda cosa que me gustaría mencionar es que la palabra griega para amor en 1 Juan 4:8 es ágape. Lo que entiendo, por medio de mis estudios, es que ágape es un amor que proporciona valor en lugar de buscarlo. Al darnos su Hijo, Dios nos confiere valor y es, de hecho, ágape. Sin embargo, cuando vemos el amor que describe la trinidad, vemos que este Dios necesita un objeto igual a sí mismo para que todo su poder de amor pueda ser expresado. Este tipo de amor está en busca de valor y de satisfacer una necesidad. Estas no son descripciones de ágape, sino de otro tipo de amor.


Ágape es a menudo contrastado con eros, que no se encuentra en el Nuevo Testamento, aunque es importante en la filosofía griega. Eros puede referirse a un amor vulgar y carnal, pero en el contexto del pensamiento helénico, toma la forma de amor espiritual que aspira a obtener el mayor bien. Eros es el deseo de poseer y disfrutar [la necesidad y el deseo por otro][1]; ágape es el deseo de servir voluntariamente, sin reservas… Eros es atraído a lo que tiene el valor más grande [la necesidad de un status igual o la co-igualdad]; ágape se inclina hacia lo menos valioso. Eros descubre valor [busca la igualdad] mientras que ágape crea valor [establece la igualdad]. Ágape es un don de amor mientras que eros es una necesidad de amor. Eros nace de una deficiencia que debe ser satisfecha. Ágape es la abundancia desbordante de la gracia divina. God the Almighty: Power, Wisdom, Holiness and Love, Donald Bloesch, 2006, page 147.

 Aunque puede ser una sorpresa para muchos adventistas creer que alguien conectaría eros con el amor de Dios, esto es bien entendido en la Iglesia Católica Romana.

 

Dios es en absoluto la fuente originaria de cada ser; pero este principio creativo de todas las cosas —el Logos, la razón primordial— es al mismo tiempo un amante con toda la pasión de un verdadero amor. Así, el eros es sumamente ennoblecido, pero también tan purificado que se funde con el ágape. Benedicto XVI, Carta Encíclica, 2005, Deus Caritas Est, “Dios es amor”.

Aquí está una de las diferencias esenciales entre la trinidad y el Padre y su Hijo, y realmente quiero subrayar este punto crucial.

 La Trinidad busca la igualdad, mientras que el Padre concede la igualdad.

La realidad indeciblemente triste de la trinidad es que, si el amor perfecto puede encontrarse sólo en la búsqueda de alguien que es igual, entonces cualquiera menos igual a Dios nunca puede ser el receptor del amor perfecto. Si nuestra concepción de Dios es tres personas de igual poder que se aman una a la otra, entonces nunca vamos a ser dignos de su perfecto amor. Con esta noción de Dios, nos hacemos susceptibles a buscar senderos para que nuestros ojos se abran y seamos como Dios (Gén 3:5) con el fin de ser dignos del perfecto amor de Dios. La trinidad me coloca en una plataforma que me obliga a tratar de ser semejante al Altísimo para poder ganar ese amor perfecto.

 La dulce realidad de mi Amado es que todas las cosas le fueron entregadas en sus manos por su Padre.

 

Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; Juan 5:26.

Si Dios dio a su Hijo el tener vida en sí mismo, entonces, ¿no es esto una expresión de ágape? Dios el Padre confiere valor a su Hijo y lo hace igual a sí mismo. ¿No es esto lo que 1 Juan 4:8 indica? Ya que mi Amado recibió todas las cosas de su Padre, cuando contemplo al Hijo de Dios, estoy contemplando a aquel en quien todas las cosas fueron invertidas. Ya no contemplo un cuadro de uno que encuentra aceptación por ser igual, sino más bien contemplo a uno que fue hecho igual porque fue aceptado.

Yo sé que mi Señor Jesús heredó todo lo que el Padre tiene y es totalmente divino a través de la herencia, y esa herencia me capacita para escuchar las amorosas palabras de un Padre verdadero que le habló a su Hijo. Las palabras Padre e Hijo sólo tienen significado a través de la herencia que ágape permite y eros niega.

En estas preciosas palabras del Padre a su Hijo unigénito, encuentro mi seguridad de filiación. El ágape de Dios fluye a través de su Hijo y me habla a mí:

 

Y hubo una voz de los cielos, que decía: Éste es mi Hijo amado [agapetos][2], en quien tengo complacencia. Mateo 3:17.

 

Y las palabras dichas a Jesús a orillas del Jordán: “Este es mi Hijo amado, en el cual tengo contentamiento,” abarcan a toda la humanidad. Dios habló a Jesús como a nuestro representante. No obstante todos nuestros pecados y debilidades, no somos desechados como inútiles. El “nos hizo aceptos en el Amado.”3 La gloria que descansó sobre Jesús es una prenda del amor de Dios hacia nosotros. Nos habla del poder de la oración, de cómo la voz humana puede llegar al oído de Dios, y ser aceptadas nuestras peticiones en los atrios celestiales. Por el pecado, la tierra quedó separada del cielo y enajenada de su comunión; pero Jesús la ha relacionado otra vez con la esfera de gloria. Su amor rodeó al hombre, y alcanzó el cielo más elevado. La luz que cayó por los portales abiertos sobre la cabeza de nuestro Salvador, caerá sobre nosotros mientras oremos para pedir ayuda con que resistir a la tentación. La voz que habló a Jesús dice a toda alma creyente: “Este es mi Hijo amado, en el cual tengo contentamiento.” “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aun no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él apareciere, seremos semejantes a él, porque le veremos como él es.” 1 Juan 3:2, El Deseado de Todas las Gentes, pp. 87-88.

Es la herencia completa de Cristo que revela que el Padre tiene ágape para su Hijo. Si Cristo no ha recibido una herencia, entonces no podemos estar seguros de que Dios tiene el ágape para su Hijo. Si el Hijo poseía todo el poder en sí mismo y simplemente se entregó, entonces el Padre, en reconocimiento de lo que el Hijo ya tenía, habría fileo[3] al Hijo. Sin embargo, el Padre dijo que tenía ágape por su Hijo. Esto sólo puede convertirse en realidad por medio de la herencia de Cristo. Sólo dando todo a su Hijo, podría el Padre realmente amarlo [ágape], porque sólo entonces podemos tener la certeza de que el amor de Dios no se basa en ninguna cualidad inherente del Hijo, y es este amor lo que nos hace libres.

A través del ágape dado a Cristo, puedo aferrarme a las palabras de Mateo 3:17 porque ágape me confiere valor y me permite creer que soy hijo del Padre por medio de Cristo, mientras que eros me condena porque busca valor que no tengo. Ágape me habla y me da una seguridad total cuando leo:


… más ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Juan 20:17.

El Padre de Jesús es mi Padre, y el Dios de Jesús es mi Dios. Todo esto lo poseo por medio de Cristo, el Hijo único de Dios, que es la mayor demostración del ágape que el universo jamás podrá contemplar. Es por esto que el Padre exalta a su Hijo y le da un nombre que es sobre todos los nombres. Cristo Jesús es la máxima revelación del amor ágape de Dios.

Durante años la trinidad sutilmente me negó la alegría de saber que podía ser verdaderamente amado por Dios. El estatus co-igual, co-eterno de sus miembros grabó en mi mente la mentira triste de que Dios está buscando valor y desea a aquellos que ya son iguales. Ahora con la plenitud de la alegría, puedo proclamar que mi conocimiento del Hijo unigénito me ha liberado de esta terrible mentira, y ahora puedo ver que mi Padre celestial tiene un amor perfecto por mí y que él ha invertido en mí toda la riqueza del cielo, porque envió a su Hijo a morir por mí. Ya no necesito tratar de ser “semejante al Altísimo”. Su perfecto amor, ágape, es todo lo que necesito para seguir viviendo en el ámbito para el que fui creado.

Así que, en Cristo Jesús, mi gozo es completo. Mientras que contemplo a mi poderoso príncipe y lo veo vestido en el amor ágape del Padre, me lleno de deleite. Estoy hallando descanso para mi alma y de hecho encuentro su yugo fácil y su carga ligera.

 

 

 

 

 

 



[1] Los textos entre corchetes son míos.

[2] El texto entre corchetes es mío.

[3] 5384. ????? fílos; prop. querido, i.e. amigo; act. amar, i.e. amistoso (todavía como sustantivo, asociado, vecino,

etc.):—amigo.