Un asunto vital - 23 - La boda en el lugar santisímo

Publicado Nov 06, 2012 por Adrian Ebens En Un asunto vital

23. La boda en el lugar santísimo – el juicio

a. La boda abre completamente el canal

Como hemos visto, el sistema del santuario fue desarrollado por Dios para escribir su ley protectora de los diez mandamientos en nuestros corazones, de manera que pudiésemos siempre mantenernos conectados a él y permanecer dentro del canal de bendición.

Este viaje comienza en el atrio y culmina en el lugar santísimo. Éste es el sitio donde la ley de Dios es sellada en las mentes de su pueblo, y donde el canal de bendición está conectado permanentemente. Para sellar la ley en nuestras mentes, debía haber un cambio de lo visible a lo invisible, como hemos visto.

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Las profecías de tiempo de Daniel 8 y 9 establecen los puntos claves de este viaje. Por medio de la profecía de los 2300 días, se llega al centro del cuadrado visible.

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La llegada al lugar santísimo, como hemos visto, es el sellamiento de la ley en las mentes del pueblo de Dios. Debido a que esta ley refleja a Cristo, este proceso de sellamiento es semejante a una boda, donde dos llegan a ser uno. Las mentes de Cristo y las mentes de su pueblo llegan a ser una.

Como hemos dicho varias veces, esto no sucede porque el pueblo de Dios fuese lo suficientemente bueno, sino que este estado de unidad significa que el canal de bendición ahora está completamente abierto, y la mente de Cristo fluye plenamente a su pueblo. Como declaró Jesús:

Juan 17:21-22 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. 22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.

Esta unidad proviene directamente de la sumisión perfecta a la vida que fluye del Padre. A medida que la iglesia se sujeta plenamente a Cristo, el canal fluye perfectamente, y Cristo es revelado en su esposa:

Efesios 5:23-24 porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. 24 Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.

La boda de Cristo con la iglesia también se expresa como una boda entre Cristo y la ciudad de Jerusalén. Esta ciudad representa al pueblo de Dios que se sujetó plenamente a los principios del reino familiar y al canal de bendición.

Apocalipsis 21:2-3 Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. 3 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.

La boda también es descrita por Jesús en la parábola de las diez vírgenes, en Mateo 25. Aquellos que entran a la boda son los que se mantienen conectados al canal de bendición, simbolizado por el aceite, que es el Espíritu de Cristo. Por alguna razón, a la mitad de las vírgenes se les acabó el aceite, y se habían desconectado de la fuente, perdiendo de vista al Espíritu de Cristo, que las prepararía para la boda y sellaría la ley en sus corazones.

La maravillosa boda de Cristo y su esposa reconecta plenamente al canal de bendición, y el Espíritu de Cristo fluye plenamente hacia su esposa sumisa, y produce el fruto de ese Espíritu.

Colosenses 1:27 a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria.

Isaías 8:16 Ata el testimonio, sella la ley entre mis discípulos.

b. Muchos rechazan la invitación a la boda

Todos son convocados a esta boda, pero tristemente muchos no vendrán, ya sea porque aman los principios del reino del poder inherente de Satanás, o porque se sienten indignos debido a que se enfocan en su propia habilidad para desempeñarse – lo que en realidad es la misma cosa: el enfoque en el poder inherente. Jesús habla de la siguiente manera acerca de los que rechazan la boda:

Mateo 22:2-10 El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo; 3 y envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas; mas éstos no quisieron venir. 4 Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los convidados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y todo está dispuesto; venid a las bodas. 5 Mas ellos, sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios; 6 y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron. 7 Al oírlo el rey, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad. 8 Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la verdad están preparadas; mas los que fueron convidados no eran dignos. 9 Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis. 10 Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de convidados.

Qué triste que muchos escogen la oscuridad en lugar de la luz; preferirían aferrarse al amor al poder inherente antes que sujetarse al agente sumiso divino, y ser llenados del pacífico y amante Espíritu de Dios.

c. Una investigación del hecho de ser digno

La obra de Jesús en el lugar santísimo es examinar a aquellos que verdaderamente creen en él y han perdido toda confianza en la mentira de la serpiente. Han percibido la solemnidad de las verdades de la ley, el santuario, el sábado y el estado de los muertos, y han escogido creer que Cristo los ha hecho dignos. Esto es porque, por fe, creen que las victorias de Jesús en la tierra les son dadas gratuitamente, y ellos creen que son muy amados como hijos de Dios.

La gran prueba del juicio es la misma prueba por la que pasó Jesús en el desierto de la tentación. ¿Creemos que somos hijos de Dios simplemente porque Dios lo dijo en su Palabra, y creemos que él ha hecho todas las provisiones necesarias? ¿O dudaremos de él y nos enfocaremos en nuestros fracasos, errores, debilidades y falta de buenas obras? La simple creencia de que somos hijos de Dios, y que Dios puede restaurarnos a su imagen, es lo que nos hace dignos; no tiene nada que ver con ninguna cosa que podamos lograr o realizar nosotros mismos, porque no tenemos poder inherente para hacer ni una buena obra.

La creencia de que somos hijos de Dios por fe se simboliza con el uso de una vestimenta especial que Dios entrega en la boda.

Mateo 22:11-14 Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. 12 Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. 13 Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. 14 Porque muchos son llamados, y pocos escogidos.

La Biblia claramente dice que el rey examina a los invitados para ver si tienen puesto el vestido de boda. Esta inspección es el juicio descrito en Daniel 7, donde los libros son abiertos y todos son examinados para ver si tienen puesto el vestido de boda.

Sin un sentido claro de ser un hijo de Dios, y del valor que esto nos otorga, una inspección sería de lo más aterradora. Aquellos que se aferran a un concepto de alguna forma de poder inherente jamás desearían entrar a tal juicio. Se rehúsan abandonar la mentira de la serpiente, y en cambio deciden creer que no existe tal juicio. Eligen, en vez de esto, creer que Jesús ha hecho todo por ellos y de que son libres para ocultarse bajo aquel nombre con todos sus pecados inmundos.

Isaías 4:1-5 Echarán mano de un hombre siete mujeres en aquel tiempo, diciendo: Nosotras comeremos de nuestro pan, y nos vestiremos de nuestras ropas; solamente permítenos llevar tu nombre, quita nuestro oprobio. 2 En aquel tiempo el renuevo de Jehová será para hermosura y gloria, y el fruto de la tierra para grandeza y honra, a los sobrevivientes de Israel. 3 Y acontecerá que el que quedare en Sion, y el que fuere dejado en Jerusalén, será llamado santo; todos los que en Jerusalén estén registrados entre los vivientes, 4 cuando el Señor lave las inmundicias de las hijas de Sion, y limpie la sangre de Jerusalén de en medio de ella, con espíritu de juicio y con espíritu de devastación. 5 Y creará Jehová sobre toda la morada del monte de Sion, y sobre los lugares de sus convocaciones, nube y oscuridad de día, y de noche resplandor de fuego que eche llamas; porque sobre toda gloria habrá un dosel.

Isaías nos dice que la iglesia entera (siete mujeres) intenta aferrarse a Jesús (el hombre) y decirle: “viviremos con nuestros propios recursos, sólo queremos tu nombre para que nos ayudes a dejar de sentirnos culpables por nuestros pecados”. Estas pobres personas son las que se llaman judíos pero no lo son.

Apocalipsis 3:9 He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado.

Este versículo habla de la iglesia de Filadelfia, la cual proféticamente vive en el tiempo en que está por comenzar el juicio.

El pasaje en Isaías 4 dice además que Dios lavará las inmundicias y quemará nuestros pecados, para que podamos verdaderamente estar conectados con él.

Necesitamos ser investigados para ver si aún queda algún vestigio de la mentira de la serpiente en nosotros. Estos principios se encuentran tan arraigados dentro del corazón humano, que sin un llamado a juicio, jamás sabríamos que están allí. Como las vírgenes insensatas, podríamos llegar a la puerta, contando plenamente con poder entrar, y sorprendentemente, oír que Jesús nunca nos conoció.

Gracias a Dios por el juicio que nos prepara para la boda. Cantemos con David:

Salmo 26:1-6 Júzgame, oh Jehová, porque yo en mi integridad he andado; He confiado asimismo en Jehová sin titubear. 2 Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; Examina mis íntimos pensamientos y mi corazón. 3 Porque tu misericordia está delante de mis ojos, Y ando en tu verdad. 4 No me he sentado con hombres hipócritas, Ni entré con los que andan simuladamente. 5 Aborrecí la reunión de los malignos, Y con los impíos nunca me senté. 6 Lavaré en inocencia mis manos, Y así andaré alrededor de tu altar, oh Jehová,

Como David, no necesitamos temerle al juicio. Como hijos de Dios, podemos estar verdaderamente seguros. Pero la única manera de estar seguros como hijos de Dios es creer el mensaje de Dios, que dice, tú eres mi hijo amado, en quien tengo complacencia. Debemos volver nuestros corazones al Padre y confiar en él, o estaremos demasiado temerosos como para entrar al lugar santísimo y enfrentar el juicio.