La Trinidad y la pérdida de la identidad
Publicado May 25, 2012 por Adrian Ebens En El Padre y el Hijo
He leído varias veces sobre la idea de que para que Dios sea amor debería de haber más de una persona para que ese amor pueda existir. El texto clave que se utiliza es 1 Juan 4:8 dónde dice que Dios es amor.
“El Dios de la Biblia es un ser trino, porque Él es amor. El amor no puede ser ejercido de manera aislada. No se puede ser todo amor y estar solo al mismo tiempo. El amor se manifiesta en las relaciones. Agustín expresó esta verdad con elocuencia, cuando dijo: ‘Ubi amor, ibi trinitas-Donde hay amor, hay una trinidad’. Con esto quería decir, que donde hay amor, hay un amante, un amado, y un espíritu de amor”’. Samuel Bacchiocchi, La importancia de la Doctrina de la Trinidad”.
El argumento es que debido a la naturaleza trina de Dios, esta produce un amor que no es ego céntrico.
Sugerimos que Dios en su auto-revelación trinitaria, afirma que Él nos creó para reflejar el amor que sobrenaturalmente reside en su mismo ser como un Dios eternamente amoroso que es uno en tres. Además, el amor trino que se encuentra en Dios, no es egocéntrico, y por lo tanto implica firmemente que encontramos nuestro mayor gozo en vivir y servir a los demás. Whidden, Moon y Reeve, La Trinidad p. 247.
Nunca había visto un pasaje de la Biblia que apoye esta noción hasta hace poco. El texto sugerido fue 1 Corintios 13:5 que el amor no busca lo suyo y para que esto sea posible con Dios, más de una persona debería de existir.
Por lo tanto, sobre la base de esta definición de que el amor se enfoca en los demás, los demás deben existir para que el amor sea la esencia de esa persona.
Mi primera pregunta es que si bien este es un argumento de la lógica basado en una definición tomada de pasajes selectos de las Escrituras, parece pasar por alto el contexto inmediato del pasaje que Juan está escribiendo. Mi comprensión de la práctica exegética exigiría que determinemos primero lo que dice el autor en el contexto inmediato y una vez que esto es determinado busquemos otros pasajes para ampliar nuestro conocimiento. Además, sería bueno coleccionar todos los pasajes de las Escrituras sobre el tema y tratar de ponerlos en armonía, orando al respecto. Así que en primer lugar, aquí está el contexto inmediato de Juan 4:8:
1 Juan 4:6-12 Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error. (7) Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. (8) El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. (9) En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. (10) En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. (11) Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. (12) Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor es perfeccionado en nosotros.
La persona a quien Juan llama Dios en este pasaje, la cual es amor en el versículo 8, yo podría entender a través de una aplicación coherente, de ser la misma persona que envió a su hijo unigénito en el versículo 9, y también es el ser que nadie ha visto jamás en el versículo 12.
Si el Dios mencionado en el versículo 8 como el amor, es el mismo ser que dio a su Hijo unigénito en el versículo 9, entonces, ¿es posible todavía considerar la idea de que cuando Juan afirma que Dios es amor en el versículo 8, se refiere en realidad al Padre, Hijo y Espíritu Santo en la unidad y la pluralidad del amor?
Si este es el caso, entonces a través de la aplicación coherente, el Dios del versículo 8, que incluye al Hijo y al Espíritu también puede pretender dar a “su” Hijo unigénito, en el versículo 9. También habría que considerar que ningún hombre ha visto al Hijo ni al Espíritu en el versículo 12. Ahora bien, esto es cierto referente al Espíritu pero, ¿podemos decir lo mismo del Hijo?
La cuestión es que el contexto inmediato de la palabra Dios en este pasaje se refiere al Padre.
Tenga en cuenta también el significado del versículo 7. Juan hace un llamamiento para que nos amemos unos a otros a través del acto de amar. A continuación, señala la razón por la que podemos amarnos unos a otros: porque “el amor es de Dios” o más directamente: el amor viene de Dios, sale de Dios, es nacido de Dios. El punto del versículo 7 es que el amor viene de Dios a nosotros a fin de que podamos ser amorosos. Y en este contexto el amor mencionado viene de una Fuente, Dios Padre, que nos envió a su Hijo.
Pero, ¿y si Juan en el versículo 8 no está sencillamente declarando que Dios el Padre es amor (lo que significa que Él es la fuente del amor)? ¿Qué pasaría si John está cambiando la continuidad del sentido de sus palabras para hacer de pronto una declaración profunda sobre la naturaleza de Dios? Y esta afirmación afirma que Dios no es el Padre, sino que contiene en sí al Padre y al Hijo. Si esto es lo que Juan está tratando de explicar, entonces la continuidad del sentido de lo que Juan quiere decir con la palabra “Dios” en el versículo 7 se ha perdido.
Así que mi segunda apelación en este punto es que la continuidad del significado del versículo 7 al versículo 8 se confunde si el significado de “Dios” cambia en la transición de "el amor es de Dios" a “Dios es amor”. Por lo tanto, Dios cambia de ser una Fuente única de la que el amor fluye, a una naturaleza plural de la esencia del amor desplegada en el otro-centrismo interno de Dios.
En cuanto al amor que no busca lo suyo, este argumento podría sugerir que a menos que hubiera una Trinidad, un Dios singular por omisión se convertiría en egoísta. Esto es precisamente lo que el Dr. Bacchiocchi sugiere en sus comentarios sobre Dios.
En cambio, el dios del Corán es “uno”, porque es egocéntrico, viviendo en una soledad indiferente, “muy por encima” y más allá de cualquier relación íntima - La importancia de la Trindad, p. 6
Uno de los problemas principales con toda esta línea de razonamiento es que para que esta demostración de amor se produzca debería haber un sacrificio personal de identidad. Los miembros individuales de la Deidad deben caer en el gran océano de este amor desinteresado. La identidad se pierde en este autosacrificio enfocado en los demás. Observe esta superación de la identidad personal en la declaración de Whidden, Moon y Reeve:
Sugerimos que Dios en su auto-revelación trinitaria, afirma que Él nos creó para reflejar el amor que sobrenaturalmente reside en su mismo ser como un Dios eternamente amoroso que es uno en tres. Además, el amor trino que se encuentra en Dios, no es egocéntrico, y por lo tanto implica firmemente que encontramos nuestro mayor gozo en vivir y servir a los demás. Whidden, Moon y Reeve, La Trinidad p. 247.
Observe la expresión “su auto-revelación trinitaria” y “Él nos ha creado” y “su propio ser” Estos términos son la fusión de tres personas juntas para que podamos utilizar los términos “El” y “Suyo” para referirse a tres que son uno. Estos términos singulares se refieren a tres personas; esta hazaña se logra a través de un sacrificio de la identidad personal.
Este proceso es en realidad muy similar al budismo zen:
El Buda había inventado un nuevo sistema de meditación yoga (vipassana) y ciertamente fue esto lo que condujo a su percepción final. La mayoría de los sistemas de aquel tiempo inducían a un estado de trance conocido como “samadhi” en el cual se dice que el “yo” se une con la deidad o Brahman – "como una gota de rocío cayendo en un océano”. Introduciendo el Budismo.
Hace poco leía en un foro de discusión sobre los aspectos del Budismo y me encontré con esta interesante declaración:
Nunca he tenido un problema con la dicotomía de la unidad todo y nada (En la unidad, todo y nada se fusionan). Ambas son ideas tan incomprensibles en su magnitud que son exactamente lo mismo. A medida que su propio ejemplo ilustra la sensación de ser uno con todo y ser nada, se sentiría igual, porque. ... bueno. ... es la pérdida de la identidad.
Mi percepción del sacrificio de la identidad en el océano del amor surgió cuando estaba compartiendo algunas de mis reflexiones sobre identidad con un querido amigo mío que una vez planeaba estudiar para convertirse en un monje budista zen. Él compartió conmigo que lo que yo estaba compartiendo sobre identidad en realidad era diametralmente opuesto al budismo zen, porque lo que estaba compartiendo consistía en encontrar la identidad como un hijo de Dios, mientras que el budismo consiste en la pérdida de la identidad mediante la fusión con Dios.
Así que la identidad se sacrifica al caer en el océano de la Deidad universal. ¿Es posible que la Trinidad y el budismo recurran a ideas similares que provienen del panteísmo? A la luz del conocimiento que los adventistas tienen sobre el panteísmo y el Dr. Kellogg, yo podría sugerir que en efecto toman lugar sobre una plataforma similar. El budismo utiliza los pensamientos conflictivos de la unidad de todo y nada para confundir la mente, mientras que la Trinidad utiliza el conflicto de tres en uno para hacer el mismo trabajo. El resultado final de ambos es la pérdida de la identidad y la introducción al “asombro” del misterio.
¿Tiene la causa de la Trinidad adventista actual modos de pensar que rebajan la importancia de la identidad del Padre y del Hijo? Bueno, este ejemplo viene a la mente:
Pero, imagínase una situación en la que el ser que hemos llegado a conocer como Dios el Padre viniera a morir por nosotros, y el que hemos venido a conocer como Jesús se hubiese quedado en el cielo (estamos hablando en términos humanos, para afirmar el punto). Nada habría cambiado, excepto que estaríamos llamándolos con el nombre que ahora usamos para la otra persona de la Deidad. Eso es lo que significa la igualdad en la Deidad. Lección de Escuela Sabática, abril 10 de 2008.
El trinitario es seducido por el arte de la intercambiabilidad de papeles por medio de la fusión de tres fuentes de vida auto-originadas en un Dios amoroso que luego pueden llamar Él. De hecho, es el mismo proceso que los budistas usan para perder su identidad en el océano de la Deidad.
El mensaje adventista fue fundado en un conocimiento claro y distinto del Padre y su Hijo. El fundamento de nuestro mensaje que surgió de Daniel 7 y 8 exige una diferenciación entre el Anciano de días y Su Hijo. Esto es vital para entender el sistema del santuario y la expiación. Observe la fuerza de estas palabras de la pluma inspirada que sostienen la identidad del Padre y del Hijo, escritas para combatir las teorías panteístas de Kellogg:
Las Escrituras indican con claridad la relación entre Dios y Cristo, y manifiestan con no menos claridad la personalidad y la individualidad de cada uno de ellos.
Dios, habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, ... el cual siendo el resplandor de su gloria, y la misma imagen de su sustancia, y sustentando todas las cosas con la palabra de su potencia, habiendo hecho la purgación de nuestros pecados por sí mismo, se sentó a la diestra de la majestad en las alturas, hecho tanto más excelente que los ángeles, cuanto alcanzó por herencia más excelente nombre que ellos. Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi hijo eres tú, hoy yo te he engendrado? Y otra vez: Yo seré a él Padre, y él me será a mí hijo? Hebreos 1:1-5. Joyas de los Testimonios, Tomo 3, Página 266
Dios es el Padre de Cristo; Cristo es el Hijo de Dios. A Cristo ha sido dada una posición exaltada. Ha sido hecho igual al Padre. Todos los consejos de Dios están abiertos para su Hijo.
Jesús dijo a los judíos: “Mi Padre hasta ahora obra, y yo obro.... No puede el Hijo hacer nada de sí mismo, sino lo que viere hacer al Padre: porque todo lo que él hace, esto también hace el Hijo juntamente. Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace.” Juan 5:17-20. Aquí se recalca otra vez la personalidad del Padre y la del Hijo, y se demuestra la unidad que existe entre ellos. Esta unidad se expresa también en el capítulo 17 de Juan, en la oración de Cristo por sus discípulos: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos. Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste. Y yo, la gloria que me diste les he dado; para que sean una cosa, como también nosotros somos una cosa. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean consumadamente una cosa; y que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado, como también a mí me has amado.” Juan 17:20-23. Admirable declaración! La unidad que existe entre Cristo y sus discípulos no destruye la personalidad de ninguna de las partes. Son uno en propósito, en mente, en carácter, pero no en persona. Así es como Dios y Cristo son uno. Ibíd. p. 266, 267.
Que estas palabras resuenan en su mente. Memorice JT 266 y 267, sabiendo que fue escrito para enfrentar el panteísmo, el cual destruye las personalidades del Padre y su Hijo. Lea las advertencias de ella sobre este tema. Este veneno mortal nos hará ver más el intercambio de papeles y la generalización en lo que respecta a las identidades del Padre y del Hijo. Este siempre ha sido el plan de Satanás.
Tengo una relación personal con mi Padre en el Cielo a través de Su Hijo amado. Mi padre nunca estuvo en peligro de ser egoísta, ni necesitó caer en un océano de abnegación para salvarse a sí mismo. Mi Padre es amor y este amor fluye a través de su Hijo mediante su Espíritu a mi corazón.
Las Trinidades adventistas actuales (hay muchas, pero ellas hablan con una sola voz en este contexto) son una obra maestra del genio satánico que nos conducen camino a la mística oriental y hacia los brazos del omega prometido.
En cuanto al amor que no busca lo suyo, considere de cual corazón fluye el amor al leer esta cita:
Se verá que la gloria que resplandece en el rostro de Jesús es la gloria del amor abnegado. A la luz del Calvario, se verá que la ley del renunciamiento por amor es la ley de la vida para la tierra y el cielo; que el amor que “no busca lo suyo” tiene su fuente en el corazón de Dios; y que en el Manso y Humilde se manifiesta el carácter de Aquel que mora en la luz inaccesible al hombre. El Deseado de Todas las Gentes, p. 11
Cuando nos referimos al amor de Dios expresado en 1 Juan 4:8,9 - Creo que Ellen G. White amplifica lo que Juan quiere decir “En esto se manifiesta el amor de Dios hacia nosotros”, cuando dice:
No es el sacrificio de Cristo solamente; es el sacrificio del Padre también. El Padre, en unión y simpatía amorosa, con su Hijo, se sometió a sufrir con su Hijo. Él no escatimó a su Hijo unigénito, sino que lo entregó por todos nosotros. Este don de Cristo es la verdad culminante del amor de Dios y esta paternidad, a través de todos los tiempos y por toda la eternidad. Aquí está el amor de Dios en su paternidad. Ellen G. White, Spalding and Magan Collection p. 68. “Sunnyside”, Cooranbong, NWW, 12 de marzo 1897 dirigida a “Queridos hermanos Daniells, Palmer y Colcord”.
El despliegue más perdurable del amor de Dios no es tres personas y la fusión de sus identidades en el desinterés - es un Padre dando a su Hijo único por nosotros. Ante este Dios doblo la rodilla con Pablo, por que es en el nombre del Padre de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra. Efesios 3:14,15.