La formulación de la doctrina de la Trinidad
Publicado Feb 19, 2014 por Lynnford Beachy En Articulos Generales
La doctrina de la Trinidad no siempre ha formado parte de la enseñanza cristiana. En realidad, esta doctrina no fue formalmente establecida sino hasta el siglo IV. Resulta muy interesante conocer la historia de esta doctrina.
Este pequeño libro ha sido elaborado para ilustrar como se comenzó a discutir acerca de la misma, los eventos que llevaron a que se tratara en un Concilio, y la forma mediante la cual finalmente fuera adoptada.
Gran parte de la historia que habrá de leer, ha sido tomada del libro “The Two Republics” (Las dos repúblicas) de A. T. Jones (1850 - 1923), y publicada en 1891 por The Review & Herald Publ. Co, Battle Creek, Michigan. A menos que se señale lo contrario, todas las citas en este libro pequeña han sido tomadas de este libro. Para referencia se incluye el número de página.
Primeramente, veamos cómo comenzó la controversia. Esta controversia, a menudo se designa “la controversia ariana.” Comenzamos el estudio considerando un incidente que sucedió en la ciudad de Alejandría durante la primera parte del siglo IV.
“Un cierto Alejandro era obispo de Alejandría. Ario era un presbítero de una iglesia parroquial en la misma ciudad. Alejandro trató de explicar ‘la unidad de la Santa Trinidad’. Ario discentió de los puntos de vista de Alejandro. Se llamó a un sínodo de presbíteros de la ciudad, y se discutió esta cuestión. Ambos bandos reclamaban tener la victoria, y la controversia se extendió. Luego Alejandro convocó a un concilio de un centenar de obispos, la mayoría endosaban la postura de Alejandro. Tras esto, se le ordenó a Ario que abandone su propia opinión, y que adopte el de Alejandro. Ario rehusó, y Alejandro lo excomulgó, junto con todo aquel que sostuviese la misma opinión; de los cuales hubo un considerable número de obispos, otros clérigos, y mucha gente.” (p. 332)
Como se puede apreciar, esta no era una controversia minúscula.
¿De qué se trataba la controversia?
“Si, por lo tanto, el Hijo de Dios es de la misma o similar sustancia con el Padre, fue el tema de la disputa. La controversia se realizó en griego, y toda la cuestión giró en torno a una sola letra. El término que expresaba la idea de Alejandro es: HOMOOUSION. El término que expresaba la creencia de Ario es: HOMOIOUSION. Uno de los términos contiene dos i, y el otro solamente una, pero ninguno de los dos bandos sabía porque la palabra debía tener o no esta otra i. Aún Atanasio mismo, quien le sucedió a Alejandro como obispo de Alejandría, habiéndolo trascendido en todo lo demás, ‘ha confesado cándidamente que al forzar su mente para meditar acerca de la divinidad del Logos, sus vanos y laboriosos esfuerzos se rechazaban a sí mismos; y cuanto más pensaba, tanto menos comprendía; y cuanto más escribía, tanto menos capaz era de expresar sus pensamientos.’— Gibbon ‘Decline and Fall,’ chap. v, par. i.”. (p. 334).
Resulta muy interesante notar que el principal perpetrador de los puntos de vista de Alejandro, quien ni siquiera comprendió las cosas por las cuales era tan refractario que otros aceptasen. ¿Se puede entender como tanta gente era renuente a aceptar estos nuevos puntos de vista acerca de Dios?
Veamos que involucraban las ideas de Alejandro.
“Alejandro declara:—‘Él Hijo es inmutable el cual nunca a cambiado, autosuficiente y perfecto, como el Padre, con la única diferencia, que este fue un engendrado, no asi el Padre. Él es la imagen exacta de Su Padre. Todo se encuentra en la imagen, que es la misma que existe en el arquetipo [el original]; y esto fue lo que enseño nuestro Señor cuando dijo; ‘mi Padre es mayor que Yo.’ Y por lo tanto nosotros creemos y coincidimos que el Hijo procedió del Padre; porque Él es el reflejo de la gloria del Padre, y la figura de Su sustancia. Pero no permita ser dirigido por esto a suponer que el Hijo no fue engendrado, como creen algunos de deficiencia intelectual; porque decir que Él fue, y que Él siempre a sido, y que Él ha existido antes de las edades, no quiere decir que Él no fuera engendrado.” (p. 333)
De acuerdo con Alejandro, la única diferencia entre Padre e Hijo, era que el Hijo es unigénito. Al explicar como era unigénito el Hijo, Alejandro citó a Jesús al decir que procedió del Padre. No obstante, en su declaración final, Alejandro asegura del Hijo, que siempre ha existido. Luchó para reconciliar la idea del Hijo unigénito con la nueva idea de que siempre existió. Mas adelante, en este escrito, consideraremos esta nueva idea.
Veamos lo enseñado por Ario.
“Ario dijo:—‘Nosotros decimos, creemos, hemos enseñado y enseñamos, que el Hijo no es engendrado, de ninguna manera engendrado, ni aun en parte; y que Su sustancia de ninguna manera es derivada de otra materia; sino por Su propia voluntad y consejo ha substituido antes de los tiempo y las edades, como Dios es perfecto, y único unigénito invariable, y que no existía antes de ser engendrado, o creado, o intencionado, o establecido. Pues no tuvo principio. Nosotros somos perseguidos porque decimos que el Hijo tuvo comienzo, pero que Dios era sin principio. Esta es verdaderamente la causa por la cual se nos persigue, y asi mismo, porque decimos que viene de la nada. Y esto decimos, porque no es ni parte de Dios ni de ninguna materia subyacente alguna.’” (p. 333)
Es interesante observar que Ario empleó el término “creado” al referirse al Hijo de Dios, pero como puede verse en la declaración precedente, entendió que Cristo era el unigénito de Su Padre, y por lo tanto, tuvo un comienzo. De allí que Ario en realidad creyó que Cristo era el “unigénito Hijo de Dios.”
El desarrollo de la controversia
“Ario, por sí mismo escribió un libro titulado ‘THALIA’ - Canciones de Alegría - una colección de cánticos mediante los cuales presentaba sus puntos de vista. Este medio prendió, pues en el excitado estado de los bandos, las canciones doctrinales se tarareaban por doquier. Sin embargo, por su parte Alejandro, envió cartas circulares a los obispos principales de los alrededores. La controversia se extendió por todas partes, y a medida que se extendía, se profundizaba.” (p. 332)
“Marineros, molineros y viajeros cantaban las doctrinas disputadas en sus ocupaciones o durante sus viajes. Cada esquina, cada pasillo de la ciudad [esto se dijo luego de Constantinopla, pero debe haber sido más cierto de Alejandría] estaba lleno de estas discusiones - las calles, los mercados, los tenderos, los cambiadores de dinero, los proveedores. Pregunta a un hombre, ¿cuánto oblaba? Contestaba dogmatizando acerca de un ser engendrado o no engendrado. Pregunta el precio del pan, y se le dice, ‘El Hijo esta subordinado al Padre.’ Pregunta si está listo el baño, y se le dice, ‘El Hijo se levantó de la nada.’—Stanley ‘History of the Eastern Church,’ Lecture iii, par. 10.
“El sueño dorado de Constantino por tener una cristiandad unida, nuevamente se hallaba gravemente turbado.” (p. 337)
En un esfuerzo por conciliar ambas posturas, Constantino les escribió una extensa carta a Ario y a Alejandro, expresando su deseo de contar con un reino unido. Sin embargo, esta carta tuvo el efecto opuesto, pues cada bando deseaba, más que nunca, el granjearse el favor del emperador. Esta contienda se profundizó en lugar de amainar.
El Concilio de Nicea
En un esfuerzo por dar fin al asunto, Constantino convocó a un concilio general en la ciudad de Nicea en el año 325 AD.
Esta reunión se conoce como “El Concilio de Nicea.” Concurrieron 318 obispos, sin incluir una innumerable compañía de diáconos, presbíteros, acólitos y otros concurrentes.
“Luego se presentó la gran cuestión que motivó el concilio. En el concilio hubo tres bandos—quienes estaban con Alejandro, quienes estaban del lado de Ario, y quienes no querían comprometerse, o, con la esperanza de ser mediadores, se mantenían en campo neutral. Ario, por no ser obispo, no podía tener una banca oficial en el concilio, pero se hizo presente bajo la expresa orden de Constantino, siendo llamado con frecuencia para exponer su opinión. Anastasio, quien era el responsable de la presente condición de la disputa de lo que era Alejandro mismo, aún cuando sólo era diácono, concurrió con su obispo Alejandro. Asimismo él, aún cuando no tenía un cargo oficial en el concilio, tomó parte activa en la discusión y en llegar al resultado final del concilio.
“El bando de Alejandro y Atanasio, se descubrió prontamente, podían depender de la mayoría del concilio, y estaban dispuestos a emplear este poder en la formulación de tal declaración de doctrinas como les convenía primeramente a ellos mismos, y si se encontraba que fuese imposible que el bando de Ario la aceptase honestamente, tanto más estarían contentos.”
“En la discusión, se leyeron algunas canciones escritas por Ario. En cuanto la bancada de Alejandro las escuchó, levantaron sus brazos en señal de horror, para luego taparse los oídos y cerrar los ojos, para no contaminarse con la horrible herejía.” (p. 347)
Observe que el mismo tipo de respuesta fue presentado por un grupo en la Biblia. Esteban había terminado de presentar una extensa historia de Israel, al decir que eran culpables de asesinar al Hijo de Dios. “Entonces ellos, dando grandes voces, ‘se taparon los oídos, arremetieron a una contra él. Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo.” Hechos 7:57,58.
“Luego se presentó el borrador de un credo, firmado por 18 obispos de la bancada de Ario, pero no llegó a durar lo suficiente como para que alguien obtenga una copia. La oposición prorrumpió en gran alboroto, rompió en pedazos el documento, expulsando a Ario de la asamblea.”
Un credo introducido por Eusebio
“Luego, Eusebio de Cesarea—el panegirista de Constantino—pensó en acercar los bandos, mediante la presentación de un credo, el cual había estado mayormente en uso antes que existiera la disputa. Manifestó que su confesión de fe había sido uno que aprendió en su infancia, del obispo de Cesarea, y que había aceptado durante su bautismo, y que había enseñado durante toda su carrera, tanto como presbítero y como obispo. Como argumento adicional, y que creía fuese de gran peso en el concilio, declaró que, ‘había sido aprobado por el emperador, y amados del cielo, que ya lo habían visto.’ Versaba como sigue:—
“ ‘Yo creo en un Dios, el Padre Todopoderoso, Hacedor de todas las cosas, tanto visibles como invisibles, y en un Señor Jesucristo, el Verbo de Dios, Dios de Dios, Luz de Luz, Vida de Vida, el único Hijo unigénito, el Primogénito de toda criatura, unigénito del Padre antes que los mundos, por quien también fueron hechos todas las cosas. Quien por nuestra salvación fue hecho carne y habitó entre los hombres, sufrió y se levantó nuevamente al tercer día y ascendió al Padre, y vendrá para juzgar a los vivos y a los muertos, y creemos en el Espíritu Santo, creyendo que cada uno de ellos ha existido, el Padre, sólo el Padre; y el Hijo, sólo el Hijo; y el Espíritu Santo, sólo el Espíritu Santo: así también nuestro Señor quien enviara a Sus discípulos a predicar, dijo: ‘Id, enseñad a todas las naciones, bautizándolos en nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Concretamente tales cosas afirmamos aquí que son ciertas, que así creemos y que por largo tiempo se ha mantenido así, y lo sostenemos hasta la muerte por esta fe, anatematizando cada herejía carente de dios. Así hemos pensado en estas cosas desde nuestro corazón y alma, desde el momento que hemos sabido otra cosa, y que ahora creemos, y decimos que es verdad, testificamos en nombre del Dios Todopoderoso, y de nuestro Señor Jesucristo, pudiendo aún probar por demostración y persuasión que en el tiempo pasado esto también se creyó y persuadió.” (p. 347, 348)
Eusebio de Cesarea escribió un libro titulado: “Historia Eclesiástica de Eusebio.” En este libro, manifiesta sus creencias, que son las creencias aprendidas como niño, y que enseñó durante su carrera. Declara:
“Como nadie ha visto al Padre, sino el Hijo, de modo que por otro lado nadie puede conocer plenamente al Hijo, sino sólo el Padre [por quien fue engendrado]. Pues quien sino el Padre ha comprendido cabalmente la Luz que hubo antes que el mundo fuese—esa sabiduría intelectual y sustancial, y esa Palabra viva que al principio estuvo con el Padre, antes de toda creación y cualquier producción visible o invisible, primer u único descendiente de Dios, el Príncipe y líder del ejército espiritual e inmortal del cielo, el ángel del poderoso concilio, el ángel ejecutor de la voluntad del Padre, y el hacedor de todas las cosas junto al Padre, la causa segunda del universo al lado del Padre, el único y verdadero Hijo del Padre, el Señor y Dios y Rey de todas las cosas creadas, quien recibió poder y dominio con la misma divinidad, y poder y honor del Padre… Cuando presenta al Padre y Hacedor como Regente de todo, que comanda con su gesto soberano, sino la palabra divina como próxima a Él, la misma que se nos proclama, como ministrando el comando de Su Padre… El Hijo mismo, sin embargo, de ningún modo indiferente a la adoración al Padre, ha sido asignado para enseñar el conocimiento del Padre a todos… De Él, Moisés obviamente escribió como el segundo después del Padre,… confiado con el segundo rango de soberanía para reinar sobre todos nosotros, ‘el Capitán del ejército del Señor,…” (Historia Eclesiástica de Eusebio, p. 15 - 17)
Resulta claro que Eusebio de Cesárea, comprendió que Cristo fue engendrado (nacido) del Padre antes de todas las cosas. Además cita Proverbios 8:22-30, para probar su postura.
En la parte posterior del libro recién mencionado, encontramos diversas cartas escritas poco después del concilio de Nicea. Citamos parte de una carta escrita por Eusebio de Nicomedia (No confundir con el otro Eusebio de Cesarea)
“Nunca hemos oído, mi Señor, de dos seres engendrados, ni de uno dividido en dos, ni hemos oído ni creído que podría sufrir cosa corporal alguna, sino que hay uno no-engendrado, y otro verdaderamente de Él,… No sólo creemos que Su origen se halla expresado en palabras, sino que no se puede comprender,…” (Credo de Eusebio de Nicomedia—Una vista histórica del concilio de Nicea, por Isaac Boyle, p. 417)
La extraña idea que tanto Padre como Hijo eran no-engendrados [sin principio] era nueva para gente de esa época. Siempre habían entendido que había uno solo no-engendrado [sin principio] y otro engendrado por Él [con un principio]. Esto era el común entender de la mayoría de la gente durante la época del concilio de Nicea.
Sigamos con el desarrollo de los acontecimientos del Concilio de Nicea. Eusebio de Cesarea, justamente había presentado el credo usado extensamente previo a la controversia.
El bando de Ario acepta el credo
“Tan pronto como esto [la declaración de creencias de Eusebio] fue leído en el concilio, toda la bancada de Ario mostró su deseo de suscribirla. Pero esto no convenció a la bancada de Alejandro y Atanasio; más bien era lo que ellos no querían, ‘pero estaban decididos a encontrar alguna forma de terminología que ningún ariano podría recibir.” (p. 348)
Vemos que los arianos estaban en armonía con las enseñanzas cristianas previas al Concilio de Nicea y presentadas en el credo de Eusebio. A pesar de ello, esto nosatisfizo el bando de Alejandro.
Por lo tanto, siguieron buscando algún punto o una palabra, sobre la cual podrían rechazarlo. Se notará que este credo no dice nada acerca de la sustancia del Hijo de Dios, en tanto esa era la cuestión por la cual se había convocado al concilio. Eusebio, obispo de Nicomedia, era el jefe de la bancada de arianos del concilio. A esta altura se produjo una carta que había escrito anteriormente, donde había declarado que ‘asegurar que el Hijo era no-creado, sería decir que era de la misma sustancia— Homoousion—con el Padre, y decir que Él era de una sustancia eventualmente era una propuesta absurda.’
“Esto le daba al bando de Alejandro y Atanasio, la misma oportunidad que buscaban; del partido de la oposición llegó la palabra sobre la cual habían insistido todo el tiempo, y uno de los jefes de esa política había declarado que el uso del término en relación a esto, había sido abusivo. Por lo tanto, si ellos insistían en el uso de ese término, ciertamente excluiría la bancada de Ario. La carta originó una violenta excitación. Allí estaba la prueba que buscaban, la carta se rompió en pedazos para señalar su indignación, y la frase que habían acordado rechazar, llegó a convertirse en la frase que ellos mismos acordaron adoptar.’—Stanley ‘History of the Eastern Church,’ Lecture iii, par. 22.” (p. 349)
El bando de Alejandro trata de añadir al credo
“Como Constantino ya había aprobado el credo usado por Eusebio, ahora el problema de la bancada de Alejandro era si lo aprobarían con la inclusión de este término, y la esperanza de ambos bandos dependía exclusivamente del emperador. Hosio y sus asociados, teniendo con ellos la última constitución, lo inclinó para su lado. En la próxima reunión de la asamblea, nuevamente presentó el credo de Eusebio, lo aprobó, y llamó a todos para que lo adopten. Sin embargo, viendo que la mayoría no adoptaría el credo de Eusebio tal como estaba, Constantino decidió ‘ganar el asentamiento de los ortodoxos, es decir, la parte más poderosa de la asamblea.’ ‘Confió que mediante su inserción los inclinaría para su lado, aun cuando bajo presión del temor y favor, no serían totalmente repelidas los otros. Por lo tanto, el curso más probable para asegurar este resultado, profesando ser el patrono además del intérprete de la nueva frase.’—Stanley ‘History of the Eastern Church,’ Lecture iii, par. 28.
“Constantino ordenó la inclusión del término bajo disputa. La bancada de Alejandro y Atanasio, seguros ahora de la autoridad del emperador, solicitaron el agregado a propósito de otras frases, de modo tal que finalmente al escribir el credo por completo, versaba así:—
“Creemos en un Dios, el Padre Todopoderoso, Hacedor de todas las cosas visibles e invisibles.
“Y en un Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, unigénito del Padre, el único unigénito es decir de la sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, unigénito y no creado, siendo de una sustancia con el Padre por quien fueron hechas todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra, quien por nosotros hombres y nuestra salvación, descendió del cielo y se hizo carne, y fue hecho hombre, sufrió y se levantó nuevamente el tercer día, ascendió a los cielos, y ha de venir nuevamente para juzgar a los vivos y los muertos.
“Y en el Espíritu Santo.
“Pero quienes dicen, ‘Era cuando Él no era,’ y ‘antes de ser engendrado Él no era, y que llegó a la existencia de lo que no era,’ o quienes profesan que el Hijo de Dios es de persona diferente o ‘sustancia’ o que Él es creado, o variable, son anatemizados por la Iglesia Católica.”
“Así fue el credo original de Nice.” (p. 348-350)
Modificaciones ulteriores en el credo
Hoy, ese mismo credo es diferente. A continuación tenemos el credo de Nicea, tal como se enseña hoy día. Observe los cambios introducidos:
“Creemos en Dios el Padre, el Todopoderoso Hacedor del cielo y de la tierra, de todo lo visible e invisible. Creemos en Jesucristo, el Único Hijo de Dios, eternamente unigénito del Padre [el original dice: el Hijo de Dios, unigénito del Padre, único unigénito], Dios de Dios, Luz de Luz, verdadero Dios de verdadero Dios, unigénito no creado, de un Ser con el Padre[original: es decir de la sustancia del Padre]. Por Él fueron hechas todas las cosas. Por nosotros hombres y por nuestra salvación vino del cielo, por el poder del Espíritu Santo nació de la Virgen María [agregado], y se hizo hombre,. Por nosotros fue crucificado bajo Pontio Pilato, sufrió muerte y fue sepultado.” (El orden de la Misa)
El término “eternamente engendrado,” significa lo siguiente:
“La creencia cristiana es que el Cristo de la historia es el Hijo de Dios, eternamente engendrado por la incesante acción del Padre…” (Háblanos de Dios, ¿Qué es Él? p. 30, por los Caballeros de Colón)
Esto es lo que los católicos enseñan hoy día. Sostienen que el término “eternamente engendrado,” significa que Cristo fue engendrado del Padre, en una acción sin solución de continuidad. Sostienen que Cristo ha estado en proceso de ser engendrado eternamente en el pasado, sigue siendo engendrado, y en el futuro seguirá siendo engendrado. Aparentemente han adoptado esta idea en un esfuerzo por reconciliar la nueva enseñanza acerca de Cristo como siempre existiendo, con las simples declaraciones de la Biblia que Cristo fue el unigénito de Su Padre.
Tome nota de la siguiente interesante cita tomada de una carta escrita por Ario.
“Hasta nos ha expulsado como ateos de la ciudad, porque no asentimos a tales declaraciones como siguen, públicamente manifestadas por él. Dios es siempre, el Hijo es siempre. El Padre y el Hijo son coexistentes. El Hijo unigénito, coexiste con Dios, y siempre es unigénito: sin ser engendrado, es unigénito. [Nota a pie: Parece que hubo alguna confusión de ideas en la mente del obispo, si sus palabras han sido correctamente informadas por Ario: es probable que este pasaje quiere expresar lo que se denominó ‘eterna generación’ del Hijo, una fariseo, sin embargo, que, por sí sola, no puede ser considerada como destacadamente perspicaz (distinto, simple)]: ni Dios precede en pensamiento al Hijo, ni por un momento. Siempre Dios, siempre el Hijo. El Hijo existe de Dios mismo. Porque Eusebio, vuestro hermano, obispo de Cesárea, y Teodoro y Paulino, Atanasio, Gregorio y Actio, y todos los obispos del este, afirman que Dios, quien es sin principio, existió antes que el Hijo, ha sido condenado,…” (Carta de Ario a Eusebio, obispo de Nicomedia; tomado de Una vista histórica del concilio de Nicea con una traducción de documentos, p. 39, 40, por Isaac Boyle.)
Como se podrá apreciar, la nueva idea de que Cristo ha existido tanto como el Padre, no fue de aceptación general con anterioridad al Concilio de Nicea, ni tampoco después del mismo fue aceptado por todos los cristianos.
Observemos además otro cambio introducido en el credo de Nicea desde que fuera escrito por primera vez.
La frase “de un Ser con el Padre” fue agregado al nuevo credo; lo que describe la creencia corriente que el Padre y el Hijo son el mismo ser. San Austino dijo:
“El Hijo es una Persona y el Padre es otra, sin embargo, no constituyen dos seres, pero el Padre es el mismo ser que el Hijo, es decir, el único Dios verdadero.” (Tracto 36, en Joann).
Cuando el credo de Nicea se firmó por primera vez por los del concilio, estaban específicamente preocupados con el término “de la sustancia del Padre.” Estaban preocupados porque algunos podrían tomar esto como que Padre e Hijo fuesen el mismo ser. Vea la siguiente pregunta tomada de una carta escrita por Eusebio de Cesarea.
“Cuando los prelados dictaron esta forma, las expresiones ‘de la sustancia del Padre,’ y ‘cosustancial con el Padre,’ no pasaron sin examen. De allí, pues, surgieron varias preguntas, y se formularon respuestas, y con cuidado se consideró el sentido de estos términos. Admitieron que las palabras ‘de la sustancia,’ significaba que el Hijo era del Padre, pero no como parte del Padre [el mismo ser]. Nos pareció bien asentir a la explicación, como llevando la piadosa doctrina, que el Hijo era del Padre; pero no, sin embargo, una parte del Padre. Por lo tanto convenimos en esta opinión, ni tampoco rechazamos el término cosustanccial, teniendo presente la promoción de paz, ansiosos por evitar un apartamiento de la creencia correcta. Por la misma razón también aprobamos los términos ‘engendrado, no creado,’ puesto que la palabra crear, dijeron, era común a las otras criaturas que fueron hechas por el Hijo, con lo cual no había similitud, por lo tanto, Él no fue hecho como los que Él mismo creó, pero es de más excelente sustancia que cualquier ser creado. Los oráculos divinos nos informan, que era del Padre, mediante un modo de generación, que no puede ser concebido ni expresado por inteligencia creada alguna.…
“Pero por la expresión ‘cosustancial con el Padre’ no se significa otra cosa que el Hijo de Dios no tiene similitud con los seres creados, sino se asemeja sólo al Padre, por quien fue engendrado, y que no es de otras sustancia o esencia que la del Padre. Habiendo así explicado la propuesta, pensamos que justificadamente podíamos dar nuestra conformidad;…”
“Finalmente abrazamos, sin mayor discusión, aquellas expresiones que hallamos no excepcionales, cuando, por medio de un examen cándido del sentido de los términos, pareció que concordaban enteramente con los admitidos por nosotros, en la expresión de fe que propusimos primeramente.” (Tomado de una carta de Eusebio Panfilioi de Cesarea a la iglesia de Cesarea. Una vista histórica del concilio de Nicea, traducción de documentos, p. 44-46, por Isaac Boyle)
Es muy claro que Eusebio de Cesarea no creyó que Cristo fuese, en modo alguno, un ser creado, sino que fuera engendrado de Su Padre, haciéndolo así de un orden mucho mayor que cualquier ser creado. Resulta además interesante notar que Eusebio de Cesarea le escribiera a Ario, defendiendo la firma del credo. Este punto de vista, no pareció ser contrario a las creencias de los arianos. Además, su creencia que Cristo fuera engendrado mas bien que creado, era aceptable por parte del bando de los atenasianos, y eso le permitía continuar en su puesto como obispo.
Eusebio escribió que le parecía, junto a otros colegas, que si los términos “de la substancia del Padre,” y “consubstanciado con el Padre” estaban en total acuerdo con lo que Eusebio diera a conocer al principio como declaración de creencias, a cuales creencias acordaron subscribir todos los arianos.
Los términos en disputa fueron añadidos al credo, y dependiendo de la definición de estos términos, hasta algunos del partido de los , podrían estar de acuerdo con el credo. Sin embargo, con los términos agregados al credo, todo lo que se necesitaba era mas adelante revisar la definición de los términos, para presentar una enseñanza acorde a lo sostenido por la Iglesia Católica de hoy en día.
La aceptación del nuevo credo
Ahora, volvamos a la descripción del concilio, que encontramos en Las dos repúblicas. El credo original de Nicea había sido leído delante de la asamblea.
“Así llegó el credo original de Nicea. La influencia de Constantino llegó a muchos del concilio, pero 17 obispos rehusaron suscribirlo. El emperador ordenó que todos lo firmen bajo pena de destierro. Esto sometió a todos menos cinco. Eusebio de Cesarea, el penegista y uno de los consejeros de Constantino, se tomó todo un día para ‘deliberar.’ Durante su deliberación, consultó al emperador quien explicó de tal modo el término Honoousion que podría entenderse como Homoiousion. Declaró que la palabra, tal como la entendía, no involucraba una unidad mazaterial de personas de la Deidad como Eusebio temía que podría dar a entender.—Stanley ‘History of the Eastern Church,’ Lecture iii, par. 34. En este caso, entonces, Eusebio adoptó el término y suscribió el credo.” (p. 350)
Acerca de la diferencia entre ambos términos, y que dio origen a la controversia, Homoiousion (de parecida sustancia), y Homoousion (de la misma sustancia), Benjamín G. Wilkinson escribió:
“A pesar de todo, quienes pensaban en términos de Homoiousion o ‘similar’, en lugar de Homoousion o ‘idéntico’, fueron prestamente rotulados como herejes y arianos por el clero. No obstante cuando Constantino, con plena autoridad del concilio de Nicea, le preguntó a Hosio, el obispo presidente, cual era la diferencia entre ambos términos, Hosio respondió que ambas significaban lo mismo. A todo esto, todos menos unos pocos obispos se largaron a reír embromando al presidente como si fuese un hereje.” (Verdad Triunfante, p. 92, por Benjamín G. Wilkinson)
La disputa involucraba términos que ni siquiera se encontraban en la Biblia. La diferencia entre los términos era tan minúscula, que resultaba dificultoso determinar cual era la real diferencia. Hasta los principales defensores del punto de vista ariano, deseaban subscribir el cuerpo principal del nuevo credo.
“Eusebio de Nicomedia y Teognio de Nicea, suscribieron el cuerpo del credo, pero rehusaron suscribir la maldición pronunciada sobre las doctrinas arianas. Se pronunció una sentencia de destierro; luego cedieron y suscribieron, no obstante se los separó de sus obispados, y su lugar fue ocupado por católicos. Sin embargo, dos de los otros obispos— Tomás de Marmarica en LIbia, y Secundo de Prolemair—rehusaron por completo firmar el credo, y fueron desterrados. En cuanto a Ario, parece haberse alejado de Nicea tan pronto fue expulsado del concilio. En su contra se pronunció sentencia de destierro, juntamente con los otros. Pero como fue el expositor principal de la condenada doctrina, Constantino publicó el siguiente edicto en su contra:—
“ ‘Victor Constantino Maximo Augusto a los obispos y al pueblo: Puesto que Ario ha imitado a personas malvadas e impías, es justo que padezca la misma ignominia. Por lo tanto como pórfido, el enemigo de la piedad, por haber compuesto canciones licenciosas contra la religión, he hallado una recompensa adecuada, y como de allí en adelante lo he señalado con infamia y abrumado con una recompensa merecida, destruyendo también sus escritos impíos; de modo que ahora parece propio que Ario y todo aquel que sostiene sus dichos, en denominados [profirios, que pueden tomar su apelación de aquellos quienes sus conductas han imitado. Y además de esto, si se descubre cualquier tratado escrito por Ario, que sea consignado a las llamas, de modo tal que su depravada doctrina sea no sólo suprimida, sino que además no quede memoria de él. Por lo tanto decreto, si se detecta a cualquiera que oculte un libro compilado por Ario, y que de inmediato no lo presente para ser quemado, la pena por la ofensa será la muerte; pues inmediatamente de haber sido convicto, el criminal sufrirá la pena capital. Que Dios os guarde.’ ” (p. 350, 351)
Un esfuerzo por ocultar la historia
“ ‘Su libro ‘THALIA’ [de Ario] fue quemado en el lugar, y este ejemplo se siguió en forma tan general, que llegó a ser una obra muy rara.”—Stanley ‘History of the Eastern Church,’ Lecture iv, par. 39. El decreto que desterraba a Ario, duró poco tiempo para modificarlo como para simplemente prohibir su retorno a Alejandría.” (p. 350-351).
La iglesia católica ejerció todo su poder para destruir cualquier registro de lo creído por Ario. Los únicos registros que tenemos son, o los que escaparon a las manos del poder católico, o aquellos que habían elegido retener, sea en su forma original o modificada por ellos.
“Se circuló el cargo erróneo que todo el que fuera ariano creía que Cristo era un ser creado [Nota de pie: Es dudoso que muchos hayan creído en Cristo como un ser creado. Generalmente, aquellos cuerpos evangélicos que se oponen a dicha política y fueron señalados como arianos, confesaron tanto la divinidad de Cristo como que fuera engendrado, no creado, por el Padre. Se retrajeron de otras deducciones extremas y especulaciones acerca de la Deidad]” (Truth Triumphant, p. 92 por Benjamín G. Wilkinson)
“Que las enseñanzas de Ario eran tales como lo que generalmente se nos representa o no, ¿quién puede decir? Felipe Limborch duda que Ario mismo haya sostenido que Cristo fuese creado en lugar de ser engendrado.—Limborch, La historia de la Inquisición, p. 95.” (Verdad Triunfante, p. 142, por Benjamín G. Wilkinson)
Es interesante saber que la historia de la controversia ariana se ocultaría tan bien, que resultaría difícil determinar que es lo precisamente creído por Ario. No obstante, parece dudoso que todas las acusaciones presentadas contra Ario y sus seguidores sean verídicas. Había sido la regla general marcar, como ariano, a todo aquel que no subscribiera la doctrina de la Trinidad. Puesto que comúnmente se pensó que los arianos creían que Cristo era un ser creado, y por lo tanto no divino, ha sido una contínua acusación que si uno niega la doctrina de la Trinidad, uno cree que ?Cristo es un ser creado, negando Su divinidad. Esta acusación, al aplicarse a quienes disienten con las enseñanzas adoptadas por la Iglesia Católica sobre el tema, raras veces han sido ciertas.
Los eventos que siguieron al Concilio de Nicea
“Como se observara anteriormente, aquellos quienes contra su voluntad se han suscrito al credo del concilio de Nicea, estaban determinados a redimirse tan pronto fuese posible, realizándolo por cualquier medio. Y lo lograron. La historia es curiosa, y son valiosas las lecciones que nos enseña…”
“En el año 327 AD, Constancia, la hermana de Constantino, se mantuvo fiel al bando de Ario, teniendo un presbítero ariano como consejero espiritual. Este presbítero la convenció que Ario había sido injustamente condenado por el concilio. En sus últimas horas. ‘le suplicó al emperador que reconsidere la justicia de la sentencia, como ella declaró, contra aquel hombre inocente e incomprendido.’ Poco después, Constantino le envió un mensaje a Ario llamándolo del destierro, prometiendo mandarlo de vuelta a Alejandría. Ario retornó y le presentó al emperador una confesión de fe que la pareció satisfactoria. Mas o menos para la misma época, Constantino le restableció el favor a los otros dos arianos importantes, Eusebio de Nicomedia y Teoglio Ptolemai. ‘Retornaron triunfantes a sus diósesis y echaron a los obispos que habían sido asignados en su lugar.’—Milman ‘History of Christianity,’ book iii. chap. iv, par. 21. Hosio habiendo regresado a su lugar en España, Constantino se sintió bajo fuerte presión ariana, y los obispos arianos comenzaron a usarlo para el logro de sus propósitos.”
“En el año 328 AD, Constantino viajó a Jerusalén para dedicar la iglesia que allí se había levantado, y tanto Eusebio de Nicomedia como Teoglio lo acompañaron.” (p. 355, 356)
Finalmente los arianos ganaron el apoyo de Constantino, y Constantino ahora viajaba a través del imperio junto con los teólogos prominentes del partido ariano. La influencia ariana sobre Constantino era muy grande. Por medio del poder del emperador, mandaron cinco veces al exilio a Atanasio.
“Atanasio fue nuevamente condenado, y desterrado a Treves en Gaul, febrero 336 AD.”
“El retorno de Ario a Alejandría era causa de contínuo tumulto, y fue llamado a Constantinopla. A requerimiento del emperador, Ario presentó una nueva confesión de fe, que resultó satisfactoria, ordenando Constantino que el obispo de Constantinopla reciba a Ario en la hermandad de la iglesia en un día de culto público - ‘resultó ser sábado - en cual día, como así también en domingo, se celebraba el culto público en Constantinopla.’—Neander ‘History of the Christian Religion and Church,’ Vol. ii, Section Fourth, division ii, a, par. 30. El obispo rehusó completamente el admitirlo. Los arianos, bajo la autoridad del emperador, amenazaron que el siguiente día domingo, forzarían su entrada a la iglesia, y obligarían que sea admitido como miembro pleno. Tras esto, el partido de Atanasio se refugió en la ‘oración’, el obispo oró sinceramente antes bien para que la iglesia no cayese en desgracia, sino por la muerte de Ario, y, por cierto, Ario murió la noche de ese mismo día. En Constantinopla, donde los hombres estaban familiarizados con los crímenes asiáticos, hubo mas de una sospecha de envenenamiento. Pero cuando Alejandro proclamó que su oración había sido contestada, se olvidaron lo que había sido la oración, y había poca diferencia entre orar por la muerte de un hombre o en llevarla a cabo.’—Draper ‘Intellectual Development of Europe,’ chap ix, par. 39.” (p. 358, 359)
“Pedido tras pedido fueron elevados a Constantino para que Atanasio volviera a su lugar en Alejandría, pero el emperador simplemente los denunció como orgullosos, turbulentos, obstinados e intractables, recuando todas las peticiones. En el año 337 AD, frente a la muerte, Constantino fue bautizado por uno de los obispos arianos; cerrándose así la vida de quien una iglesia agradecida había acordado el título de ‘el Grande,’ aún cuando, ‘probado’ en carácter, se cuenta entre los de menor nivel de todos aquellos a quienes el epíteto se haya aplicado, tanto en los tiempos antiguos como modernos.”—Enciclopedia Britannica. Artículo ‘Constantino.’
Surgen nuevos emperadores
“A Constantino le sucedieron sus tres hijos; Constantino de 21 años de edad; Constancio de 20 años, y Coinstanis de 17. Se dividieron el imperio entre ellos. Constantino II tomó Constantinopla y una parte del oeste, con preeminencia del rango; Constancio retuvo Tracia, Egipto y todo el oriente; Constanis tomó la mayor parte del occidente. Constancio era un ariano celoso, en tanto Constantino y Constanis eran católicos no menos celosos.” (p. 359)
“En el mismo año [340 AD], Constantino II murió en una batalla con su hermano Constanis. Esto dejó a los dos hermanos frente al imperio y la religión - Constancio en Constantinopla y el este, Constanis en el oeste. En el dominio de Constanis todos los arianos eran herejes. La guerra religiosa siguió adelante, incrementándose en violencia.” (p. 360)
“En febrero del año 350 AD, Constanis fue asesinado por el usurpador Magnentio, y en el 353 Constancia llegó a ser el único emperador tras la derrota y muerte del usurpador. Constancio, tan pronto como se sintió con la plena autoridad imperial, decidió ejercitar venganza sobre Atanasio, haciendo que la doctrina ariana fuese la religión de todo el imperio. Se propuso lograr esto al modo ortodoxo, mediante un concilio general. Así fue como se había establecido la doctrina atenasiana, que todos los católicos sostenían era estrictamente ortodoxa, estableciendo la doctrina ariana mediante un proceso similar, por cierto no podía ser menos ortodoxa.” (p. 366)
“Inmediatamente los oficiales comenzaron, con el mayor sigilio, a juntar las tropas necesarias en la ciudad. Se tardó 23 años, y una fuerza de cinco mil hombres tenían posesión de las partes más importantes de la ciudad. La noche anterior a un solemne día de fiesta de la iglesia, Atanasio estuvo liderando los servicios de la iglesia de Santo Tomás. Repentinamente, al mediodía, hubo alrededor de la iglesia un sonar de trompetas, un correr de caballos y choques de armas; las puertas se abrieron violentamente, y con la descarga de una nube de humo, irrumpieron los soldados con sables desenvainados, arremetiendo para arrestar a Atanasio. ‘Los ayes de los heridos, los quejidos de los pisoteados al tratar de forzar su salida, los gritos de los asaltantes, se mezclaban en un clamor vívido y melancólico.’—Milman ‘History of Christianity,’ book iii, chap. V, par. 28. En el tumulto, Atanasio escapó nuevamente.” (p. 372, 373)
Escenas como estas no eran raras. La unión de la iglesia con el estado dio origen a cualquier clase de violencia. Los obispos se elegían y ordenaban rodeados por guardias fuertemente armados, para protegerlos de las turbas amotinadas que habían de presidir.
El Concilio de Rimini
“En el verano del año 359 AD, mas de cuatrocientos obispos se reunieron en Rimini, de los cuales ochenta eran arianos. Ciento sesenta se reunieron en Seleucia, de los cuales ciento cinco eran semiarianos; unos cuarenta eran arianos, en tanto los católicos eran menos en número. Un oficial de alto rango fue asignado para representar al emperador en cada concilio, y al asignado a Rimini se le instruyó que no permitiera que los obispos se retirasen hasta que todos, ‘habían llegado a un acuerdo concordante concerniente a su fe.’ Para que haya tan poca dificultad como sea posible en llegar a un acuerdo, se bosquejó un credo que se envió al concilio para su firma. En ese momento, junto al emperador en Sirmium estuvieron presentes cinco obispos, uno de los cuales era Jorge de Alejandría, y todos eran arianos o semi arianos. Bosquejaron un credo, los puntos principales fueron los siguientes:
“‘Creemos en un único y verdadero Dios el Padre y Regente de todos, Creador y Demiurgo de todas las cosas, y en un único unigénito Hijo de Dios, unigénito del Padre sin cambio antes de toda edad, y todo comienzo y todo tiempo concebible, y toda sustancia comprensible, Dios de Dios, similar al Padre, unigénito de acuerdo a las Escrituras, cuya generación nadie conoce [comprende] sino el Padre que lo engendró.… Los términos ousia por ser usados por los Padres en simplicidad [es decir, con buena intención], pero no siendo comprendido por el pueblo, ocasionan escándalo, no estando contenidos en la Escritura, será puesto a un lado, y en el futuro ninguna mención se hace de Usia en relación a Dios.… Pero mantenemos que el Hijo es similar en todo con el Padre, como lo dicen y enseñan las Sagradas Escrituras.” (p. 377, 378)
Constancio empleó su poder para que todos firmen. Tal como su padre antes que él, Constancio amenazó con destierro sobre todo aquel que no firmase su declaración de creencias. Observe lo escrito acerca del concilio de Milán, unos pocos años antes de este concilio.
“Entonces declaró que quienquiera no firme, podía esperar el destierro. Ante esto, los obispos ortodoxos elevaron sus manos suplicando al cielo, solicitando al emperador ‘que tema a Dios, quien le había dado su dominio, que no le sea quitado; además que tema al día del juicio, y que no confunda el poder secular con la ley de la iglesia, no introduzca la herejía ariana dentro de la iglesia.’”—Hefele ‘History of the Church Councils,’ sec. 74, par. 6.
“Se olvidaron que ellos mismos, por lo menos muchos de ellos, habían aprobado unánimamente ante Constantino en el concilio de Nicea, siguiendo el mismo curso que ahora condenaban en Constancio en el concilio de Milán. En su aprobación de la acción de Constantino de forzar sobre otros lo que ellos mismos creeían, se autorobaron el derecho a protesta cuando Constancio o cualquier otro optare por forzar sobre ellos lo que crecían otros. No les debería parecer extraño que cosecharan lo que otros sembraban.” (p. 368)
A partir de este episodio, podemos aprender una importante lección. En cualquier momento alguien emplea la fuerza, sea por parte del gobierno o mediante cualquier otro medio, para persuadir a otros para que crean como lo hacen, están ciertamente en el curso de Satanás y sus seguidores. En la Biblia no encontramos sanción para el empleo de la fuerza con el fin de persuadir a otros a creer de cierto modo. Este espíritu fue manifestado por la Iglesia Católica en muchas oportunidades a lo largo de la Edad Oscura. Este espíritu es el espíritu del demonio. Pasemos revista a esta valiosa lección.
La doctrina ariana se convierte en ortodoxa
En el año 360 AD, Constancio logra convertir en ortodoxa la doctrina ariana.
“La confesión del emperador se publicó en todo el imperio, y los obispos recibieron orden de suscribirla bajo pena de exilio si rehusaban. ‘Esta se cumplió con el máximo rigor en todas las provincias del imperio, y muy pocos fueron los que firmaron con la mano lo que condenaban en su corazón. Muchos quienes, hasta ese momento, se pensaba fuesen invariables, suscribieron y cumplieron con los tiempos; y quienes no, fueron echados de sus sedes y enviados al exilio, designando a otros en su lugar, siendo la firma de esa confesión, requisito indispensable, tanto sea para obtener con para retener la dignidad episcopal. Así, todas las sedes del imperio fueron ocupados con arianos, de tal forma que en todo el oriente no quedó obispo ortodoxo alguno y sólo uno en occidente; a saber, Gregorio, obispo de Elvira en Andalusía, y él, con toda probabilidad, obligado a ausentarse de su rebaño y permanecer oculto.’” - Bower—‘History of the Popes,’ Liberius, par.