La Divinidad de Cristo

Publicado Jul 30, 2014 por Lynnford Beachy En El Padre y el Hijo

Jesucristo es nuestro Salvador, Mediador, sumo Sacerdote y nuestra única esperanza de la vida eterna. Él es el poder regenerador que mora en nosotros para transformarnos a la imagen de Dios. Sin embargo, ninguna de estas cosas podría lograrse si él fuera solamente un hombre común y corriente como todos los demás. Todo esto depende de su condición como Hijo de Dios. Jesús dijo que su identidad como “el Hijo de Dios” es la enseñanza central y la más importante de su iglesia (Mateo 16:13-18). Juan nos dice que los únicos que pueden vencer al mundo son aquellos que creen “que Jesús es el Hijo de Dios”. (1 Juan 5:5).

El primer capítulo de Hebreos nos da una visión exaltada de Cristo. Leamos:

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, (2) en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; (3) el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, (4) hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos. (5) Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a él Padre, Y él me será a mí hijo? (6) Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios. (7) Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de fuego. (8) Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino. (9) Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros. (10) Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos. (11) Ellos perecerán, mas tú permaneces; Y todos ellos se envejecerán como una vestidura, (12) Y como un vestido los envolverás, y serán mudados; Pero tú eres el mismo, Y tus años no acabarán.

Una y otra vez, el escritor de Hebreos afirma que Cristo Jesús es tan exaltado porque él es el verdadero Hijo de Dios, la imagen misma de su sustancia. La identidad de su divino Padre garantiza la divinidad del Hijo de Dios. Aquí Dios el Padre se dirige a su Hijo como a “Dios”. Esta afirmación de la máxima autoridad en el universo nos indica que Cristo es Dios. Sin embargo, en esta asombrosa declaración, hay una distinción muy clara entre Jesús y su Padre. El Padre le dice a Cristo, “Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo”. Por lo tanto, aunque Jesús es llamado Dios, él tiene un Dios. Esto está de acuerdo con lo que dice Pablo: “el Dios de nuestro Señor Jesucristo” (Efesios 1:17). El Padre es llamado “único Dios verdadero” (Juan 17:3), Hijo del Dios Altísimo, (Marco 5:7), “solo Soberano [el único gobernante supremo]” (1 Timothy 6:15), “un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos”, (Efesios 4:6), y vemos varias veces que “uno es Dios, y no hay otro fuera de él” (Marco 12:32; ver también Isaías 44:6, 1 Corintios 8:4, etc.) La Biblia es muy clara que el “único Dios” de la Biblia es “Dios, el Padre” (1 Corintios 8:6).

Algunos pueden cuestionar enseguida por qué la Biblia le llama a Jesús “Dios”, y al mismo tiempo enseña que su Padre es “el único Dios verdadero” (Juan 17:3). Esto es una preocupación muy válida. Cuando nos damos cuenta como la Biblia usa la palabra “verdadero”, vemos con claridad esta cuestión tan importante. En Hebreos 8:2 leemos acerca de Cristo, que él es “ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre”. Dios le ordenó a Moisés construir un tabernáculo de acuerdo al modelo que él le mostró. El tabernáculo era una réplica, un duplicado del tabernáculo original que el Señor levantó. La palabra griega ????????, que se traduce “verdadero” contrasta “realidades con apariencias” (Lexicón griego Thayer). El tabernáculo en la tierra no era un tabernáculo falso, pero tampoco era el original –fue una semejanza del original en el cielo. El tabernáculo original es distinguido del terrenal por el uso de la palabra “verdadero”.

Con este entendimiento nos damos cuenta que Cristo no es el original o el “verdadero” Dios –El es la “imagen de Dios”, “la imagen del Dios invisible”, “la misma imagen de su sustancia”, (2 Corintios 4:4, Colosenses 1:15; Hebreos 1:3). Una imagen nunca es el original, sino siempre una semejanza, o duplicado del original. Cristo es el Hijo de Dios, y por lo tanto la misma imagen de la sustancia de su Padre. Sería incorrecto decir que el Padre es la imagen de su Hijo, porque el Padre es el original. De la misma manera sería incorrecto referirse a Cristo como el original y verdadero Dios puesto que él es la imagen del verdadero Dios.

Dioses

En la Biblia, la palabra “Dios” tiene diferentes significados. En un sentido muy limitado, incluso los hombres son llamados dioses. Ambas palabras, ????, (theos), (theos) y la palabra Hebrea syhla (elohim) que más a menudo se traduce “dios” se utilizan en referencia a los hombres. (Ver Éxodo 7:1; Salmo 82:6; Juan 10:34) Cuando la palabra “Dios” se emplea en ese sentido, entonces hay cientos y miles de dioses. Pablo dijo que hay muchos que son “llamados dioses… como por cierto hay muchos dioses y muchos señores”, (1 Corintios 8:5).

En un sentido menos limitado, a los ángeles se les llama dioses. David escribió acerca del hombre, “lo has hecho un poco menor que los ángeles” (Salmo 8:5). La palabra ángeles en este versículo proviene de la palabra hebrea elohim. La manera en que elohim se usa aquí denota un tipo de ser de un nivel más alto que los hombres, pero sigue teniendo un sentido restringido, y aun así, con esta definición todavía existen muchos dioses.

Cuando la palabra “dios” se refiere a Cristo, se utiliza en sentido mucho menos limitado, para denotar una naturaleza que está al mismo nivel de la naturaleza del Padre –algo que no se puede decir acerca de ningún otro ser en el universo. La Biblia dice que Cristo era “en forma de Dios”. (Filipenses 2:6).

Pero incluso cuando la palabra “dios” se emplea en referencia a Cristo, se utiliza en sentido limitado, porque Cristo tiene un Dios que es “la cabeza de Cristo,” “es sobre todos”, “mayor que” (1 Corintios 11:3, Efesios 4:6, y Juan 14:28).

Cuando la palabra “Dios” se usa en un sentido absoluto e ilimitado, sólo hay una persona a la que se puede aplicar, y ese es Dios el Padre solamente. Jesús dijo que su Padre es “el único Dios verdadero”, (Juan 17:3). Pablo dijo, “no hay sino un solo Dios… un solo Dios, el Padre” (1 Corintios 8:4,6). De las 1,320 veces que la palabra “dios” es usada en el Nuevo Testamento, mas del 99% de las veces se refiere exclusivamente a “Dios” el Padre, mientras que sólo se aplica a su Hijo cuatro veces. (Juan 1:1, Juan 20:28; Hebreos 1:8, 1 Timoteo 3:16).

 Por lo tanto, para aclarar, cuando la palabra “dios” se utiliza en un sentido limitado, entonces hay muchos dioses, incluyendo los hombres y los ángeles. Cuando la palabra “dios” se usa como un adjetivo para describir la naturaleza de Dios, como es hecho en la segunda parte del versículo en Juan 1:1, entonces sólo hay dos seres divinos, Dios el Padre, y Jesucristo, su Hijo unigénito. El Hijo de Dios es totalmente divino por naturaleza porque su Padre es divino, al igual que yo soy completamente humano porque mis padres son humanos.

Cuando la palabra “dios” se usa en su sentido absoluto para denotar al “Dios altísimo”, “La Majestad en los cielos”, o “el único Dios verdadero”, entonces solamente hay un Dios; el Padre, y fuera de él, no hay Dios.

Algunas personas, cuando se dan cuenta de la abrumadora evidencia bíblica que demuestra que Dios el Padre es “el único Dios verdadero”, han concluido que sería impropio llamar “Dios” a Jesús. Para llegar a esta conclusión uno debe adherirse a una definición muy reducida de la palabra “dios”, una definición más rígida que la empleada por los escritores bíblicos. El registro bíblico demuestra un amplio significado de la palabra “dios”. Ambos, los hombres y los ángeles son llamados “dios” usando las mismas palabras hebreas y griegas que se utilizan para referirse al verdadero Dios del cielo. (Ver Éxodo 7:1; Salmo 82:6; Juan 10:34).

Ya hemos leído donde Dios, el Padre, llama a su Hijo, “Dios”. Podríamos quedar contentos con este testimonio, pero hay más. Juan escribió: En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Éste era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. (Juan 1:1-3). En este versículo Juan aplica muy claramente el título “Dios” a Jesucristo, llamado aquí el “el Verbo [la Palabra]”. Sabemos que “el Verbo” se refiere directamente a Jesucristo, porque en el versículo 14 leemos, “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. (Juan 1:14).

De la manera en que Juan 1:1 está escrito en la versión Reina Valera puede crear confusión, porque se podría concluir que el Verbo era él mismo Dios con quien el Verbo estaba, porque declara “el Verbo era con Dios” y “el Verbo era Dios” al mismo tiempo. Los eruditos griegos bíblicos en general están de acuerdo que la segunda vez que se usa la palabra “Dios” en Juan 1:1, es usada como un “sustantivo cualitativo” para describir las cualidades “del Verbo [La Palabra]”. El Dr. Phillip B. Harner indica que los sustantivos “con un predicado sin artículo que precede al verbo, son primeramente cualitativos en significado”. The Journal of Biblical Literature, Phillip B. Harner, “Qualitative Anarthrous Predicate Nouns: Marcos 15:39 y Juan 1:1”. La cláusula podría traducirse como ‘la misma naturaleza de Dios’. Esta sería una forma de representar el pensamiento de Juan, que, como yo lo entiendo HO LOGOS [el Verbo], no menos que HO THEOS [el Dios], tiene la naturaleza de THEOS”. Ibíd.

Juan comenzó su evangelio afirmando que Jesucristo es divino, y no menos divino que su Padre. Más tarde Juan resume su evangelio diciendo que estas cosas “se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios…” (Juan 20:31). Como el verdadero Hijo de Dios, Jesús tiene, por derecho de herencia, la misma naturaleza de su Padre. Pablo escribió: “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. (Colosenses 1:9). Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud”. (Colosenses 1:19).

Hemos sido instruidos: “Haya, pues, en vosotros este sentir [esta mente] que hubo también en Cristo Jesús, (6) el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, (7) sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; (8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (9) Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre. (Filipenses 2:5-9). Aquí Pablo hace un contraste entre “la forma de Dios”, con “la forma de siervo” [u hombre]. La forma de Dios es distinta de la forma de hombre. Es verdad que el hombre fue creado a la imagen de Dios, y se asemeja a Dios, pero hay claras diferencias. Se dice que Jesucristo había tenido “forma de Dios” antes de su misión de venir a este mundo como un hombre. La forma de Dios debe de ser una forma divina, porque Dios es divino. Se nos dice: “No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves (40) Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. (1 Corintios 15:39-40) Hay una “clase” de forma que es divina, y Jesucristo tiene esta forma al igual su Padre.

Incluso cuando Cristo se hizo hombre, él retuvo su condición como “Hijo del Dios Altísimo”, y recibió la adoración de hombres y ángeles. A pesar de haber perdido su forma divina, todavía era divino por ser quien era, y no por la forma que tenía. Cuando Isaías pronosticó la entrada de Cristo a este mundo dijo: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. (Isaías 9:6). A Cristo se le llamaría “Dios fuerte”. Aún en este apelativo hay una distinción entre él y su Padre, porque su Padre es “el Señor Dios Todopoderoso”. (Apocalipsis 21:22).

Algunos se han confundido porque a Cristo se le llama, “Padre Eterno”. Pero no hay necesidad de confusión. Cristo Jesús no es su propio Padre, sino el Padre de “los hijos que Jehová [su Padre] me ha dado”. (Por favor compare Isaías 8:8 con Hebreos 2:13). Se le llama “Eterno” porque su Padre “ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo”. (Juan 5:26). Esta vida que recibió de su Padre es vida eterna. Ahora Cristo dice, “he aquí que vivo por los siglos de los siglos”. (Apocalipsis 1:18).

Pablo escribió: “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria”. (1 Timoteo 3:16). Aquí de nuevo se le llama Dios a Cristo. Fue manifestado en la carne, y finalmente “recibido arriba en gloria”.

Dios reveló, “he aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros”. (Mateo 1:23). Cristo es llamado “Dios con nosotros”. En esta frase se puede decir que Cristo es “Dios,” o “nosotros”, porque al venir a esta tierra se unió a la raza humana y se convirtió en “nosotros”. “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos”. (Hebreos 7:26).

Después que Jesús “resucitó de los muertos por la gloria del Padre” (Romanos 6:4), Tomas, él incrédulo, metió los dedos en las marcas de los clavos en las manos de Cristo, y metió la mano en su costado; después de hacer esto “Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!” (Juan 20:28). Puede ser que Tomás estaba expresando una afirmación general acerca de Dios, o pudo estar refiriéndose a Cristo como a Dios. De cualquier forma su declaración es notable, y parece más probable que se dirigió directamente a Cristo como a “Dios”. Esto sería muy apropiado porque el mismo Dios, el Padre, se dirige a él [Cristo] como a “Dios”.

Unos pocos versículos antes de la exclamación de Tomás leemos acerca de Jesús diciendo a María, “Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”. (Juan 20:17). En cualquier caso, si Tomás estaba dirigiéndose a Jesús como Dios o no, Jesús le enseñó a sus discípulos que Dios (el Padre) era tanto el Dios de ellos como de él. Lo cierto es que si Tomás estaba dirigiéndose a Jesús como a Dios, no estaba pensando en él como el Dios Altísimo.

La Adoración

Una cualidad única de la Deidad es que los seres divinos merecen adoración. Es peligroso y pecaminoso adorar a cualquiera además de Dios. Hay algunos ejemplos de gente, en su ignorancia, intentando adorar a los siervos de Dios. Observemos la respuesta dada cuando esto pasaba: “Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus pies, adoró. (26) Mas Pedro le levantó, diciendo: Levántate, pues yo mismo también soy hombre”. (Hechos 10:25-26). Esta es la respuesta apropiada para los hijos de Dios.

Juan intentó adorar a un ángel en dos ocasiones. Él escribió: “Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. (9) Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios”. (Apocalipsis 22:8-9). En otra ocasión Juan estaba conversando con un ángel y escribió: “Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía”. Vemos en estos ejemplos que los siervos fieles de Dios, ya sean humanos o angelicales, rehúsan recibir adoración de otros.

Hay un relato de alguien que recibió adoración en Josué capítulo 5. Veamos: Cuando Josué estaba ya cerca de Jericó, levantó los ojos y vio que un hombre estaba frente a él con una espada desenvainada en la mano, y Josué fue hacia él y le dijo: "¿Es usted de los nuestros o de nuestros enemigos?" (14) "No," respondió; "más bien yo vengo ahora como capitán del ejército del SEÑOR." Y Josué se postró en tierra, le hizo reverencia, y dijo: "¿Qué tiene que decirle mi señor a su siervo?" (15) Entonces el capitán del ejército del SEÑOR dijo a Josué: "Quítate las sandalias de tus pies, porque el lugar donde estás es santo." Y así lo hizo Josué. (Josué 5:13-15 NBLH).

A Josué se le apareció alguien que se identificó como “el capitán del ejército del SEÑOR”. Este individuo no era el SEÑOR mismo, sino el capitán a cargo. Cuando Josué inclinó el rostro para adorarlo, el capitán no solamente permitió que lo adorara, sino que le ordenó quitarse los zapatos porque estaba sobre tierra santa. Josué fue informado que su adoración no era suficiente y que necesitaba demostrar más respeto. La única otra ocasión en la Biblia cuando se le pidió a alguien que se quitara sus zapatos porque estaba sobre tierra santa, fue cuando Moisés estuvo ante la zarza ardiendo.

Entonces, ¿quién fue este ser magnifico que se le apareció a Josué? No fue Dios el Padre, porque “a Dios nadie le vio jamás”. (Juan 1:18). Él se identificó como el capitán del ejército del SEÑOR en lugar del propio SEÑOR. El hecho de que este personaje permitió ser adorado y aún mas, demandó más reverencia, prueba que no era un ser angelical ni tampoco alguien meramente humano. La única persona que podía haber sido era Jesucristo, el Hijo de Dios. Él merece adoración; incluso Dios el Padre ordenó a sus ángeles que lo adorasen. “Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios”. (Hebreos 1:6). Jesús dijo: “Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió”. (Juan 5:22-23). Se nos manda a honrar y adorar al Hijo.

Problemas con la adoración

Jesús compartió un principio importante acerca de la adoración cuando le dijo a la mujer samaritana “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. (Juan 4:23). Es importante que adoremos a Dios de forma correcta.

Un aspecto importante de la adoración es la alabanza. A través de la Biblia hay muchos ejemplos de gente rindiendo adoración a Dios con palabras de alabanza y exaltación. Por ejemplo, Juan anotó como se lleva a cabo la adoración en el cielo: “Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, (12) que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. (13) Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.” Apocalipsis 5:11-13.

Aquí los verdaderos adoradores en el cielo ensalzan al Cordero diciendo que él fue inmolado y es digno de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, etc. Observen que clara es la diferencia que estos adoradores hacen entre el Padre y el Hijo. No ensalzan alabanzas a Aquel que está sentado en el trono diciendo que él fue inmolado o muerto. Ni tampoco dicen que Aquel sentado en el trono recibe riquezas. Esto no sería un tipo de adoración verdadera porque no sería “en verdad”. Sin embargo, a Cristo, el Cordero, le ofrecen alabanza por su muerte, y afirman que es digno de recibir riquezas, algo que el Padre no podría recibir, porque él ya es dueño de todo. El Padre dice que “constituyó” a su Hijo para ser “heredero” de todo”. (Hebreos 1:2). Un heredero recibe cosas de otra persona. Jesús testificó: “He recibido de mi Padre”. (Apocalipsis 2:27). Sería inadecuado y falso proclamar que el Padre recibió riquezas de otra persona.

En su deseo de mostrar honor y respeto a Jesús, muchos han ido al extremo de adorarle a expensas del Padre. Sus canciones de alabanza están llenas de terminología confusa tal como: “Te adoramos Dios Altísimo por venir a morir por nosotros.” O, “el Dios inmortal murió por nuestros pecados”, o afirmaciones similares que empañan la diferencia entre el Padre y su Hijo. Hemos de adorar al Hijo como al Hijo de Dios, no como al “Dios altísimo”. Notemos como los discípulos adoraban a Cristo: “Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios”. (Mateo 14:33). Sus discípulos no estaban confundidos acerca de la identidad de él, ni incluyeron en su adoración declaraciones confusas y contradictorias acerca de esa identidad. Claramente indicaron que Jesús es el Hijo de Dios.

Hay un número significativo de Himnos que contienen declaraciones falsas acerca del Padre y el Hijo. A veces, sin pensar, repetimos estas cosas sin darnos cuentas de que no estamos hablando la verdad. Varias veces yo he estado participando en cantar himnos cuando tengo que detenerme y dejar de pronunciar estas palabras porque sé que no son verdad. Deberíamos guardarnos de adorar a Dios o a Cristo de una manera falsa.

Ejemplos de adoración a Cristo

La verdadera adoración del Hijo de Dios no es sólo apropiada, sino ordenada por Dios, el Padre. (Ver Hebreos 1:7).

Aquí hay algunos ejemplos de Cristo recibiendo adoración. En ningún caso rechazó Cristo esta práctica.

Cuando los hombres sabios del oriente vinieron a Jerusalén, preguntaron, “¿Dónde está el Rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. (Mateo 2:2) “Y entrando en la casa, vieron al niño con María su madre, y postrándose lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra”. (Mateo 2:11).

Un hombre ciego fue sanado y expulsado de la sinagoga por creer en Cristo. “Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? (36) Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? (37) Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. (Juan 9:35-38) Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró. (Juan 9:35-38).

“Y he aquí vino un leproso y le adoraba, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme”. (Mateo 8:2, RVG).

Una mujer cananea vino a Jesús “y le adoró, diciendo: ¡Señor, socórreme!” (Mateo 15:25, RVG).

“Hablándoles Él estas cosas, he aquí vino un principal [un oficial de la sinagoga] y le adoró, diciendo: Mi hija ahora estará muerta; mas ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá. (Mateo 9:18, RVG).

Entonces vino a Él la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, adorándole y pidiéndole algo. (Mateo 20:20, RVG).

Después de su resurrección Jesús visitó a sus discípulos en varias ocasiones. En su última visita, “Y los condujo fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo. (51) Y aconteció que bendiciéndolos, fue apartado de ellos, y llevado arriba al cielo. (52) Y ellos, habiéndole adorado, regresaron a Jerusalén con gran gozo”. (Lucas 24:50-53).

El relato de Mateo dice: “Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. (17) Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban”. Todavía hay algunos que dudan si Jesús es o no es realmente el Hijo de Dios, y dudan de si deberían adorarlo como tal. Es hora de desechar nuestras dudas y “que todos honren al Hijo como honran al Padre”. No que hemos de honrar al Hijo como si él fuese el Padre, eso traería deshonra tanto al Padre como al Hijo. Hemos de adorar “al Padre y al Hijo” (2 Juan 1:9).

La exaltada relación de Cristo con Dios

Para disipar cualquier idea de que Jesús era un hombre corriente, Jesús preguntó a los fariseos, “¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dijeron: De David. (43) Él les dijo: ¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor, diciendo: (44) Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? (45) Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo? (Mateo 22:42-45). Jesús estaba elevando la mente de sus oyentes para ver a Cristo como el divino Hijo de Dios, en vez de alguien meramente humano.

El libro de Proverbios declara: ¿Quién subió al cielo, y descendió? ¿Quién encerró los vientos en sus puños? ¿Quién ató las aguas en un paño? ¿Quién afirmó todos los términos de la tierra? ¿Cuál es su nombre, y el nombre de su hijo, si sabes? (Proverbios 30:4). Aquí se demuestra que la relación divina entre el Padre y su Hijo existió mucho antes de que Jesús naciera en Belén.

Zacarías registró una declaración interesante de Dios donde él dice: “Levántate, oh espada, contra el pastor, y contra el hombre compañero mío, dice Jehová de los ejércitos. Hiere al pastor, y serán dispersadas las ovejas; y haré volver mi mano contra [sobre] los pequeñitos”. (Zacarías 13:7). Aquí el Altísimo habla de alguien que es su compañero. Esto demuestra que el Hijo tiene una posición incomparable como la única persona que comparte la misma clasificación de ser como Dios, el Padre.

Unos capítulos antes, leemos: He aquí el varón cuyo nombre es el Renuevo, el cual brotará de sus raíces, y edificará el templo de Jehová. (13) Él edificará el templo de Jehová, y él llevará gloria, y se sentará y dominará en su trono, y habrá sacerdote a su lado; y consejo de paz habrá entre ambos. (Zacarías 6:12-13). El renuevo es Cristo Jesús. (Ver Isaías 11:1-5). Él es el único ser en el universo a quien se le permite participar en el consejo de paz que también se conoce como el plan de salvación.

Pablo habla de Cristo como “el Señor, del cielo” (1 Corintios 15:47, SSE), lo que indica su posición divina en el cielo. Jesús dijo acerca de si mismo: “Porque el Hijo del Hombre es Señor aun del sábado”. (Mateo 12:8, RVG) Aquí Jesús demuestra su posición elevada en el reino de su Padre.

Deseoso de mostrar su posición exaltada, Jesús dijo cuando sanó a un hombre enfermo: “tus pecados te son perdonados. (21) Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? (22) Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros corazones? (23) ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? (24) Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. (25) Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios.

Sin tener en cuenta lo que un sacerdote católico pueda decir acerca de su capacidad para perdonar pecados, concluimos que sólo un ser divino tiene esta autoridad. Ningún hombre puede perdonar pecados cometidos contra Dios. Tampoco yo podría perdonarte por algo que le hiciste a tu padre. La persona ofendida debe ser la que otorga el perdón. En cuanto a los pecados contra Dios, sólo él los puede perdonar.

Pablo escribió de Cristo: “Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” Colosenses 1:17. El libro de Hebreos nos dice que Cristo “sostiene todas las cosas con la palabra de su poder”. (Hebreos 1:3, NBLH). Ciertamente, sólo un ser divino podría sostener juntas “todas las cosas”, y mantener las estrellas y los planetas en su lugar.

Jesucristo es exaltado de tal manera, que inclusive comparte el mismo nombre de su Padre. El libro de Hebreos dice que Cristo fue “hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos”. (Hebreos 1:4). Un nombre dado como herencia, tiene que ser un nombre compartido por ambos, el Padre y el Hijo, un nombre tal como “Yahve”.

Tengamos en cuenta lo que la Biblia dice cuando Cristo, junto con dos ángeles, se le apareció a Abraham para informarle acerca de la destrucción de Sodoma y Gomorra. “Después le apareció Jehová en el encinar de Mamre, estando él sentado a la puerta de su tienda en el calor del día. (Génesis 18:1). Notemos quien se le apareció a Abraham. Fue Jehová. Observemos que dondequiera que se encuentra la palabra Jehová [SEÑOR], en letras mayúsculas en la versión King James [en inglés] de la Biblia, el nombre de Dios, Yahvé [traducidos como Jehová en la RV] se utilizó en el texto original Hebreo. Después de visitar a Abraham, los dos ángeles que acompañaban a Jehová continuaron su viaje hacia Sodoma. “Entonces los hombres [que en realidad eran ángeles] se apartaron de allí y fueron hacia Sodoma, mientras Abraham estaba todavía de pie delante de Jehová”. (Génesis 18:22) El SEÑOR que se le apareció a Abraham y que habló con él cara a cara fue Jesucristo, el Hijo de Dios. Sabemos que no era Dios el Padre, porque en otro lugar él dijo: “No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá”. (Éxodo 33:20). La Biblia también nos dice: “A Dios nadie le vio jamás”. Juan 1:18.

Años más tarde, este mismo ser divino que habló con Abraham, se le apareció también a Moisés en la zarza ardiendo.

El ángel de Jehová

La Biblia dice, “Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía”. (Éxodo 3:2). Tomen nota de quien se le apareció a Moisés: “El Ángel de Jehová”. Pero este no era un ángel común, porque cuando Moisés se acercó a la zarza se le dijo: “No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. (6) Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios”. (Éxodo 3:5-6). La palabra hebrea malawk, que fue traducida “ángel” significa “mensajero”. Esta palabra no siempre se refiere a una clase determinada de seres llamados “ángeles”. Un mensajero puede ser cualquiera que trae un mensaje en nombre de otra persona. A los hombres se les llama mensajeros (ángeles) al igual que al mismo Cristo. Él es el mensajero principal de Dios, porque su nombre es “El Verbo (La Palabra) de Dios” (Apocalipsis 19:3, NBLH). También es llamado el “mensajero” o “el ángel del pacto”. (Malaquías 3:1).

Años después, cuando Esteban habló acerca del encuentro de Moisés en la zarza ardiendo, dijo: “Pasados cuarenta años, un ángel se le apareció en el desierto del monte Sinaí, en la llama de fuego de una zarza”. (Hechos 7:30). Este “ángel de Jehová” era el mismo Jesucristo que recibió adoración de Moisés e incluso le ordenó que se quitara los zapatos.

Recordemos la memorable ocasión en que se le cambió el nombre a Jacob: “Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba”. (Génesis 32:24). Jacob se aferró a este ser tenazmente y finalmente prevaleció. “Y Jacob le puso a aquel lugar el nombre de Peniel (El rostro de Dios), porque dijo: "He visto a Dios cara a cara, y ha sido preservada mi vida”. (Génesis 32:30). Este “hombre” que luchó con Jacob no era un hombre común, ni tampoco era Dios el Padre. Era Jesucristo, el Hijo de Dios, sin embargo, Jacob lo llamó “Dios”.

Oseas relata esta lucha al decir: “En el seno materno tomó por el calcañar a su hermano, y con su poder venció al ángel. (4) Venció al ángel, y prevaleció; lloró, y le rogó; en Bet-el le halló, y allí habló con nosotros”. (Hosea 12:3-4) De nuevo, aquí se menciona a Cristo como “Dios” y “ángel [o mensajero]”.

Cristo se apareció a los padres de Sansón, “Y el ángel de Jehová no volvió a aparecer a Manoa ni a su mujer. Entonces conoció Manoa que era el ángel de Jehová. (22) Y dijo Manoa a su mujer: Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto”. (Jueces 13:21-22). Cristo es llamado Dios varias veces en las Escrituras del Antiguo Testamento.

Dios le dijo a Moisés, “He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado. (21) Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él”. (Éxodo 23:20-21). Este Ángel era Cristo y Dios dijo: “mi nombre está en él”. Hemos visto que Cristo usó el nombre de Dios “Yahvé” y por supuesto, el título “Dios” se aplica a él en varias ocasiones.

El hecho de que Jesús es “el unigénito Hijo de Dios” (John 3:18) garantiza que su naturaleza divina es igual a la de Dios. Los judíos reconocieron esta conexión. “Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. (18) Por esto los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios”. (John 5:17-18) Si Jesús es realmente el Hijo de Dios, entonces no podría ser otra cosa sino Dios por naturaleza. Hay una ley que todas las cosas deberán reproducirse “según su género”. (Génesis 1:24). Esta es una ley universal en nuestro mundo. Los árboles de roble dan semilla que siempre producirán árboles de roble. Nunca vamos a hacer crecer un árbol de banana de una bellota [nuez]. Lo mismo es verdad de animales y humanos que reproducen “según su género”. Los perros siempre producirán perros, los gatos siempre producirán gatos, y los humanos siempre producirán humanos. Esta ley fue establecida por el Creador para enseñarnos una lección, y este hecho prueba que su Hijo es divino al igual que su Padre. Jesús dijo: “Yo salí de Dios”.

Cristo mencionado junto con Dios

Hay muchos lugares en la Biblia donde Cristo es mencionado junto con Cristo, teniendo una posición mucho más especial, y diferente que ningún otro ser en el universo. Pablo escribió, “Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”. (Romanos 1:7). Más de la mitad de los libros en el Nuevo Testamento comienzan de forma similar, mostrando un estatus especial de Cristo al lado de Dios, el Padre.

Pablo explicó, “Para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él”. (1 Corintios 8:6). Juan escribió: “Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; (10) y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero”. (Apocalipsis 7:9-10). Juan continuó: “Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos”. (Apocalipsis 7:17). Aquí dice que Jesús está “en medio del trono”. Pablo escribió: “donde está Cristo sentado a la diestra de Dios”. Ciertamente esto le da un estado elevado, porque el escritor de Hebreos utilizó este hecho para mostrar la naturaleza exaltada de Cristo en contraste con la de ángeles. Él escribió: “Pues, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?” (Hebreos 1:13).

Los poderes de este mundo “Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles”. (Apocalipsis 17:14). “Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo”. (Marco 14:62).

Juan tuvo una visión de la nueva tierra, y la magnífica ciudad de Dios, y dijo: “Y no vi templo en ella; porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son el templo de ella”. (Apocalipsis 21:22).

Ciertamente, todas estas declaraciones acerca del Hijo de Dios no habrían sido hechas si él no fuese divino. Cristo Jesús, junto con su Padre, son dignos de recibir nuestra adoración y alabanza. Dejemos que esta adoración sea en “espíritu y en verdad”. (Juan 4:23).

Adorar a Dios en Espíritu y en verdad no va a estar en armonía con la mayoría de los profesos seguidores de Dios que adoran a Dios de forma incorrecta en la ignorancia y en misterio. Pablo dijo: “Pero te confieso esto, que conforme al Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas”. (Hechos 24:14). Esta también debería ser tu confesión para estar de pie con los “verdaderos adoradores”. Pero no temas, estás en buena compañía. Pronto Dios y su Hijo serán tus compañeros visibles a través de toda la eternidad. ¡Maranatha!