Exaltemos a Jesús como el Hijo de Dios durante el nuevo año
Publicado Ene 04, 2012 por Ellen White En Ellen White
Escrito por Ellen White | Signs of the Times | Enero 4, 1844 |
Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Filipenses 4:8.
Ya ha comenzado el año nuevo; sin embargo, antes de darle la bienvenida, nos detenemos para preguntar: ¿Cuál ha sido la historia del año que acaba de pasar a la eternidad con su carga de registros? La amonestación del apóstol llega hasta cada uno de nosotros: “examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos” 2 Corintios 13:5. ¡No permita Dios que en esta hora tan importante nos encontremos de tal manera preocupados por otros asuntos que no tengamos tiempo para realizar un autoexamen serio, cándido y crítico! Dejemos atrás las cosas de menor importancia y ocupémonos ahora de las que conciernen a nuestros intereses eternos...
La iglesia militante no es la iglesia triunfante, y la tierra no es el cielo. La iglesia está compuesta de hombres y mujeres falibles, imperfectos, que no son sino aprendices en la escuela de Cristo, para ser instruidos, disciplinados, educados, para esta vida y para la vida futura, inmortal.
Ninguno de nosotros puede representar el carácter de Cristo por su propia fuerza; pero si Cristo vive en el corazón, el Espíritu que mora en él será revelado en nosotros; así todo lo que nos falta quedará suplido. Al comienzo de este nuevo año, ¿quién se esforzará por obtener una experiencia nueva y genuina en las cosas de Dios? Rectifiquen sus equivocaciones, en la medida de lo posible. Confiesen unos a otros sus errores y pecados. Deséchese toda amargura e ira y malicia; que la paciencia, la longanimidad, la bondad y el amor lleguen a formar parte de su mismo ser; entonces, todo lo puro y amable y de buen nombre madurará en su experiencia...
¿Qué frutos produjimos durante el año que acaba de pasar? ¿Qué influencia hemos ejercido sobre los demás? ¿A quiénes hemos traído al redil de Cristo? Los ojos del mundo están sobre nosotros. ¿Somos epístolas vivientes de Cristo, conocidas y leídas de todos los hombres? ¿Imitamos el ejemplo de Jesús en abnegación, humildad, mansedumbre, paciencia, disposición para llevar la cruz y devoción? ¿Se verá el mundo compelido a reconocer que somos siervos de Cristo?...
¿No trataremos de corregir los errores del pasado durante este nuevo año? A nosotros nos corresponde cultivar individualmente la gracia de Cristo, ser mansos y humildes de corazón, ser firmes, inmovibles, constantes en la verdad; porque sólo así se puede progresar en la santidad y ser hechos aptos para la herencia de los santos en luz. Comencemos el año renunciando completamente al yo; oremos en procura de un discernimiento claro, para que podamos comprender lo que el Salvador exige de nosotros, y para que lleguemos a ser testigos de Cristo en todo momento y lugar.