1. El amor original, la Trinidad y la ordenación de mujeres

Publicado Oct 26, 2012 por Adrian Ebens En El orden evangélico

[English] Durante su sermón en el monte Jesús tocó varias areas claves que son una lucha para el hombre. Uno de los puntos que mencionó fue el siguiente:

Mt 5:27-28  Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. (28) Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón

Para cualquier hombre cristiano estas palabras parecen dar un golpe aplastante a cualquier sentido de justicia que sienta que posee en sí mismo. Con estas palabras Jesús toca el centro mismo de la esclavitud del hombre al pecado. Para cualquier hombre que busca ser puro de corazón, esta declaración lo hace caer de rodillas muy triste, y con un profundo sentido de su necesidad de un Salvador vivo que habite en su corazón. Conocer a Jesús es saber que él nunca miró a una mujer para codiciarla. Con el conocimiento de esta realidad tenemos la esperanza como hombres caídos, de poder regresar en nuestros corazones, al amor original.

Cuando pensamos en ese acontecimiento, cuando Adán vio a Eva por primera vez, la mayoría de los hombres piensan que Adán dijo: ¡hombre! ¡que guapa! Sin embargo, esto es incluir en las Escrituras las inclinaciones del corazón pervertido. Muchos ni siquiera pueden contemplar las imágenes del jardín por miedo de que su naturaleza corrompida tome el control. Para entender el amor que había en el corazón de Adán cuando vio a Eva, sencillamente necesitamos leer la Biblia.

Gén 2:22-23  Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. (23) Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. (24) Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.

Observemos detenidamente las palabras de Adán cuando sus miradas se cruzan: “Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta sera llamada Varona, porque del varón fue tomada”. La base de este amor original no fue que Adán vio algo hermoso que deseaba poseer. Vio a alguien que había tomado su vida de sí mismo; vio a una persona que había salido de cerca de su corazón y por lo tanto la amaba como a su otro yo. Como lo expresa claramente el apostol Pablo:

Ef 5:28-29  Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. (29) Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.

Vemos, pues, que así como Adán le dijo a Eva “eres de mi carne y de mis huesos”, de la misma manera el segundo Adán le dice a la iglesia, “eres de mi carne y de mis huesos”. Él nos ama no porque tenemos algo que ofrecerle, sino porque venimos de él.  ¡Qué amor!

Aun más, sí leemos cuidadosamente la historia en Génesis 2, veremos que Adán fue puesto en el jardín sobre toda la creación antes de que la mujer fuese creada de su costilla. Cuando ella salió de Adán, él le dio todo lo que poseía para que ejerciera la mayordomía junto a él. Una vez más, ¿hizo esto porque vio algo que deseaba poseer y controlar? ¿Buscó comprarla con sus posesiones? No. Ese no era el amor que Adán sentía en su corazón por Eva. El amor que estaba en su corazón era el amor que proviene de Dios, porque Dios es amor. Pero, ¿qué amor es ese? La palabra griega para esto es ágape, lo que significa amor benevolente; un amor que no depende de las cualidades que tenga la persona que lo recibe. La palabra griega que con frecuencia significa amor es eros, la cual nunca encuentra aprobación ni apoyo en la Biblia. Eros es el amor por aquello que es bello, noble y encantador. Eros es el deseo de poseer y disfrutar de las cosas que agradan a nuestros ojos, apetito y cuerpo.[1]

Cuando Eva llegó a Adán con la fruta prohibida, vino en posesión de algo que Dios no le había dado a Adán para dárselo a ella. Con esta fruta Eva ahora poseía algo que él no tenía. Había venido desde el árbol con su mente llena de una nueva forma de pensar:

Pero, con voz melodiosa, la serpiente siguió con sutiles alabanzas de su hermosura; y sus palabras no fueron desagradables a Eva. Patriarcas y profetas, p. 53.

Satanás le habló a Eva cómo a alguien que poseía belleza en sí misma. No se dirigió a ella como a un ser que había recibido su herencia de Adán. Se dirigió a ella sencillamente como a una hermosa mujer y sus halagos la hicieron olvidar la fuente de su belleza. La mente que mira a una mujer y piensa en su belleza con el fin de obtener algo es una mente inspirada por Satanás.

Había algo extraño pero emocionante en Eva cuando llegó a su esposo inmersa en su rebelión. Con sus nuevas ideas acerca de quien era, su atrevimiento, su confianza en sí misma, su ambición, hizo que Adán sintiera una especie de atracción hacia ella. Era extraño, y la vez intrigante. Al tomar la fruta Adán no sólo desafió la Ley de Dios, sino que también estableció una ley que haría que todos sus hijos miraran a las mujeres con el fin de obtener algo. Dentro de los corazones de los hombres quedó impresa está idea que la mujer era la dadora de la vida, que poseía el camino a la vida. Así comenzó la adoración de la divinidad femenina y el símbolo de la esclavitud del hombre: la imagen en su mente de la forma femenina desnuda. Esta es la imagen que para la mayoría de los hombres se convertiría en el símbolo de la transacción en el jardín, el hombre dependería de la mujer para que le diera vida en lugar de todo lo contrario. En esa transacción el amor del hombre cambió de ágape a eros.  

Por supuesto, este nuevo amor colocó a la mujer en otra forma de esclavitud. Con el fin de proporcionar al hombre placer para sus ojos y atraerlo, ella debería tener algo que darle. Con este fin se ha descubierto toda una industria de accesorios de moda y productos para mejorar la apariencia. La mujer ahora tiene que sacar de un pozo que está seco, que no puede dar agua, y por lo tanto es una experiencia vacía para ambos.

Observe cuidadosamente que el amor original que Adán sentía por Eva no estaba basado en lo que ella poseía, sino que la amaba porque había salido de sí mismo y por eso le dio  todo lo que le habían dado a él. Eso es ágape, eso es amor original.

También hay que tener en cuenta que la única manera de garantizar que ágape es puro es el saber con certeza que el que recibe no posee nada inherente para hacer que el amor despierte. Si la mujer posee algo inherente que no procede del hombre, entonces el amor eros se despierta, y ella tendrá que continuar produciendo lo que primero atrajo al hombre y esto conlleva a la muerte. Recuerde que Adán nos dio la razón por la que amaba a la mujer: “Ella es hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Esa es la base del amor original.

Y así como la herencia dada por Adán a Eva fue la garantía de su amor ágape por ella, así también la herencia que Cristo obtuvo de su Padre es la garantía de su amor ágape para con su Hijo, porque fuimos creados a su semejanza.

Mateo 3:17  Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, (agapetos) en quien tengo complacencia.

La única forma possible para que Dios sienta amor ágape por su Hijo se debe a que él recibió todas las cosas de su Padre. Esa es la única manera de garantizar el amor benévolo. Si el Padre mira a su Hijo a los ojos y lo ama porque es omnipotente y ominsciente, entonces esto no es ágape, más bien se trata de una forma de eros.

Si adoramos a un Dios que ama por cualidades inherentes entonces haremos lo mismo. Somos transformados por lo que contemplamos. Sin embargo, si adoramos a un Hijo a quien le fueron dadas todas las cosas, y que se apoya en la seguridad del dulce y benigno amor agape de su Padre, entonces podemos ser transformados a la imagen de su amor y amar así como Dios ama a su Hijo.

Aquellos que claman que 1 Juan 4:8[2] es una expression de tres seres co-iguales que se aman entre sí están alterando el significado mismo de la palabra que Juan usó para decir lo que Dios era, y esa palabra es ágape. Este amor ágape no busca la igualdad, sino que crea la igualdad mediante la benevolencia a través de un don, busca solamente dar.

Los que presionan para la ordenación de las mujeres están haciendo un llamado a las cualidades inherentes de las mujeres que las hacen iguales a los hombres. Eros conduce naturalmente a estas cosas. La ordenación de la mujer es un rechazo de la verdad de que la mujer salió del hombre y depende de él para su liderazgo espiritual y provisión. La ordenación de la mujer es la Eva que viene del árbol de la ciencia del bien y del mal con el fruto que prometía la vida, pero que nos entregó a la muerte.

Nuestro Dios es ágape y en él no hay eros en absoluto.


[1] Jue 14:2-3  Y subió, y lo declaró a su padre y a su madre, diciendo: Yo he visto en Timnat una mujer de las hijas de los filisteos; os ruego que me la toméis por mujer.(3) Y su padre y su madre le dijeron: ¿No hay mujer entre las hijas de tus hermanos, ni en todo nuestro pueblo, para que vayas tú a tomar mujer de los filisteos incircuncisos? Y Sansón respondió a su padre: Tómame ésta por mujer, porque ella me agrada.

2 Sam 11:2  Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa.

Gén 3:6  Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.

[2] 1 Juan 4:8  El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.