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6. Los tiranos de eros

Publicado Feb 11, 2013 por Adrian Ebens En El orden evangélico
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Satanás no perdió tiempo en tratar de derrotar a la simiente prometida al poner en marcha el motor eros para liberar una ola de violencia y desolación.

Gén 6:5 Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.

Vamos a retroceder un poco para ver con qué rapidez los principios de eros, encapsulados en las palabras de la serpiente, conducirían a una purificación del mundo entero mediante un diluvio.

Recordemos que cuando Eva vino a Adán poseída por Satanás sosteniendo la fruta prohibida, ella vino como una mensajera. Satanás estaba tratando de atraer a Adán a su reino eros a través de Eva. Ella trató de poner a Adán de su lado y hacerlo su aprendiz. Ahora que ella había entrado a su nuevo reino, vio en Adán un poder que podía asistirla, de pie junto a ella, pasara lo que pasara. Trató de atraerlo con su belleza y sostuvo la fruta mortal delante de él como un tesoro digno de su posesión. Esta fruta ofrecía la promesa de un mundo nuevo donde él sería dueño de su propio universo. Como la mensajera, Eva se convirtió en la puerta de entrada a esta nueva existencia. La euforia inicial que la fruta proporcionó combinada con la aventura hacia lo prohibido, pronto dio paso al vacío y a esperanzas incumplidas. Esta fue la desnudez y la vergüenza que no habían conocido antes. Eva sintió la desilusión de Adán y también se sintió desencantada de que su marido no estaba satisfecho ni agradecido sino mas bien distante, un poco desanimado y tal vez incluso algo irritado.

Nótese con detenimiento que este proceso de la promesa que conduce a la desilusión se reproduce una y otra vez en las relaciones entre hombres y mujeres. La puerta de entrada de la figura desnuda de la mujer le promete al hombre alegría y el mundo de sus sueños.[1] Este deseo profundamente arraigado de poseer y disfrutar de la mujer es la extensión natural del deseo de Adán de poseer y disfrutar del árbol del conocimiento. Recuerde que la mentira de la serpiente nos prometió poder inherente, y ahora Adán en vez de mirar a Eva como alguien que ha procedido de sí mismo, la ve como a un poder mediante el cual podría alcanzar su propia divinidad. Con el fin de atraer a la mujer, despliega sus poderes para impresionarla. Este es el proceso de atracción mutua.

Por supuesto, la mujer no puede proporcionar la experiencia divina. Los sentimientos fugaces de un momento se evaporan y el hombre continúa siendo mortal sólo, menos satisfecho. Para la mayoría de los hombres esto llega a ser un ciclo lamentable. En lo profundo de su psiquis, la forma femenina desnuda le promete la vida y la divinidad, y luego el fracaso que resulta causa sentimientos de vacío y a veces frustración. El ánimo cambia y el hombre se hace más exigente, esperando que la mujer cumpla y le traiga las experiencias perdurables que él desea. El sentido de incapacidad de la mujer de complacer a su marido hace que caiga en una desesperación paralizante o que responda con ira y repugnancia a los continuos[2] avances del hombre obsesionado con el sexo. Esta repugnancia mutua completa el ciclo. Gran parte de la controversia en el dormitorio se deriva directamente de la fruta en el jardín y la divinidad prometida por la mujer seductoramente desnuda.

Este es el ciclo de eros:

1.  Atracción

2.  Anticipación

3.  Posesión

4.  Desilusión

5.  Repulsión

En el centro del pensamiento de eros existe la creencia de que la posesión de lo que parece hermoso, encantador y delicioso nos dará lo que estamos buscando. Esto está condenado al fracaso, y la destrucción de la historia de amor original demuestra que no fuimos creados de esta manera ni tampoco poseemos nada inherente que pueda ofrecer un sentido tal de satisfacción duradera.

Vemos que los resultados de este ciclo eros se expanden desde el árbol hasta las relaciones entre hombres y mujeres.

Gén 6:2 que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas   tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas.

Si observan detenidamente este versículo verán un paralelo de lo que pasó con Eva y la fruta.

El proceso Eros

Génesis 3:6-10

El origen de eros

Génesis 6:2-5

La herencia de eros se manifiesta en las relaciones maritales

1. Atracción (Vidi)

Y cuando la mujer vio

(H7200) [3]

Los hijos de Dios vieron (H7200)

2 Anticipación (Veni)

Que el árbol era bueno (H2896) para comer

que las hijas de los hombres eran hermosas (H2896)

3. Posesión (Vici) [4]

y tomó de su fruto, y comió

tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas

4. Desilusión

(7) y se dieron cuenta de que estaban desnudos. (RV-1995)

(4) engendraron hijos. Estos fueron los valientes [5]

5. Repugnancia

(8) y el hombre y su mujer se escondieron (12) ... La mujer que me diste...

(5) que la maldad de los hombres era mucha... y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal

La secuencia de las palabras vio, bueno, y tomó en Génesis 3:6 son lo mismo que las palabras vieron, hermosas y escogiendo en Génesis 6:2. Ver una cosa buena y tomarla para el deseo personal es el principio fundamental de eros. Los hijos de Dios son seducidos al igual que lo fue su primera madre. Ven que la mujer es buena para alimento carnal y la toman, la poseen, y la devoran.

Cada vez que un hombre desea a una mujer, se encuentra frente al árbol tomando la fruta de la serpiente. Cada vez que un hombre desea a una mujer es seducido por la mentira de la serpiente de que la mujer tiene el poder para darle vida y aumentar su posición en el mundo natural.

Debería ser obvio que estas mujeres hermosas no estaban simplemente sentadas en casa confiando que el Señor “las traería hasta los hombres.” Ellas estaban haciendo resaltar cada curva y rasgo que podían aprovechar para influenciar a los hombre para que las tomaran. Cada vez que una mujer se mira en el espejo y se pregunta “¿cómo me veo? ¿haré volver las cabezas en este vestido?”, está frente al árbol tomando la fruta de la serpiente. Cada vez que una mujer se quiere vestir con el deseo de que los hombres admiren su belleza, con seguridad probará la fruta amarga de eros.

Este juego de coquetería entre hombres y mujeres donde ellos buscan y desean obtener algo del otro crea el ciclo natural de atracción de eros, vacío y repugnancia.

Las emociones negativas que se crean entre el hombre y la mujer se convierten en la semilla de la próxima generación. En lugar de crecer con el conocimiento de que todo lo que poseen proviene de sus padres y tratar de honrarles y agradarles, más bien prefieren buscar el alimento carnal y lo toman pretendiendo todo el proceso de buscar divinidad a través de la puerta de la figura femenina desnuda. La Biblia dice algo significativo acerca de los hijos de tales relaciones:

Gén 6:4 Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre.

La palabra valientes significa poderosos, guerreros y tiranos. Los hijos de aquellos que escogieron mujeres porque eran hermosas para contemplar reprodujeron la historia del jardín y basaron su relación en los principios de eros, buscando aquello que complace y realza el yo. En menos de pocas generaciones este principio convirtió al mundo en un lugar de violencia y depravación. Los pensamientos de su corazón eran de continuo solamente el mal.

A pesar de que el dulce Espíritu de Cristo estaba a disposición de los hijos de Dios, eligieron un camino distinto. Cuando escogieron a las mujeres porque eran hermosas, manifestaron que sus corazones estaban llenos de eros y no de ágape. Esto demuestra que el Espíritu de Cristo fue rechazado. Estos hombres no estaban diciendo, “este es hueso de mis huesos y carne de mi carne”, sino que decían, “¡Caramba! ¡Hombre!” Cuando las mujeres trataron de hacerse hermosas y atraer al hombre, también escogieron a eros en vez de ágape. También rechazaron el Espíritu de Cristo. Cualquier relación construida sobre este fundamento no soportará la prueba del tiempo. El resultado será siempre el mal fruto.

¿Qué pasa si me casé a través de este proceso y reconozco que la atracción física fue central a la relación formada? Hemos de contemplar al Hijo de Dios y ver que es amado y apreciado porque salió de Dios. (Juan 17:8). Mientras lo contemplamos así como es él, seremos transformados a su imagen y aprenderemos a amar con amor ágape. Para muchos de nosotros que hemos vivido con décadas del pensamiento falso y deseando cosas de nuestro cónyuge, esta forma de pensar no cesará en un instante. La clave para cambiar es saber exactamente quién es el Hijo de Dios. Él es la piedra angular de ágape porque a él le fueron dadas todas las cosas. Día tras día mientras pensemos en él y veamos su espíritu apacible y sumiso, descansando siempre bajo el cuidado de su Padre, seremos semejantes a él. Y mientras más lo contemplemos, más desearemos ser como él y oraremos para que su Espíritu reine en nuestros corazones. A medida que nos demos cuenta del costo que estuvo dispuesto a pagar para devolvernos su Espíritu ágape, seremos colmados de gratitud. Y cuando nos demos cuenta que el Padre estaba dispuesto a darlo para este propósito, nuestros corazones comenzarán a experimentar la verdad de ágape. 1 Juan 4:8-10.

¿Qué pasa si estoy en una relación qué comenzó mal, pero todavía no estoy casado? Nos ocuparemos de esto en detalle en capítulos posteriores, pero la pronta respuesta es contemplar al Hijo de Dios y arrepentirse del deseo de tener y poseer por sí mismo. Esto sólo conduce al vacío, la tristeza y potencial violencia.

En este momento algunos pueden estar pensando, “¿Está diciendo que la gente no debería disfrutar de la experiencia sexual?” Es evidente que Dios proporcionó el don de la sexualidad para que fuese disfrutado en la forma apropiada. La cuestión que nos ocupa son los motivos para disfrutar ese don y el simbolismo en los corazones de los hombres y mujeres. Lo que hemos demostrado es que los encuentros sexuales basados en la búsqueda de ambición personal y el deseo producen un fruto que deja amargura en el alma.

La semilla de eros plantada en el corazón de hombres y mujeres no estaba limitada a su relación; se convertía en el proceso natural cuando una persona percibía la presencia de otro poder. Por supuesto, todo se convirtió en poder en el reino de eros. La experiencia de comer el fruto del árbol hizo de todas las cosas en el mundo natural un poder potencial para la mejora personal. Las posesiones de otros se convirtieron en tesoros atractivos. El cónyuge de otra persona podía con facilidad convertirse en fuente de atracción. Todo esto se hizo natural en el mundo de eros. La única pregunta era, ¿puedo poseer este poder directamente a la fuerza o mediante una manipulación sutil? Esto es lo que volvió los pensamientos de los hombres continuamente al mal. En lugar de ver al mundo creado como un regalo de nuestro Padre ágape y de su Hijo, todo se convirtió en un tesoro que había que tomar y poseer con el fin de llegar a ser divino.

Por desgracia, ya que el eros depende de lo que se puede ver, el Dios invisible que creó a estos hombres se desapareció de sus mentes. Cualquier Dios que existiese tenía que operar en el mundo natural para que fuese visto. Ya que la humanidad había caído debido a la influencia de Satanás, su actitud natural hacia Dios sería similar a su deseo con respecto a él. Su deseo por supuesto, era de ser Dios en todo su poder y gloria. (Isa 14:12-14). Dentro del reino de eros obtener y poseer el poder que solamente Dios posee llegaría a ser una de las más grandes obsesiones del hombre. El proceso de obtener el patrocinio de Dios para recibir su poder divino se convirtió en el centro de toda religión hecha por el hombre. De hecho conocer al verdadero Dios no tenía relevancia. Lo único que importaba era el poder según se entiende en el mundo natural. Estos hombres llegaron a adorar a todo tipo de cosas en su afán de poseer lo que ellos percibían como divino.

Rom 1:21-23 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. (22) Profesando ser sabios, se hicieron necios, (23) y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.

Al combinar la fruta del árbol con la mensajera, el hombre desarrolló sistemas de religión que adoraban al mundo natural y particularmente el principio femenino. Para muchos la experiencia sexual se convirtió en la puerta de entrada hacia lo divino, por lo tanto los hombres se encendieron en sus pasiones no sólo por las mujeres sino por otros hombres y también otras criaturas; cualquier cosa que era percibido como poderoso. Todo esto fue una extensión natural del principio de eros. El proceso de la oración a Dios se convirtió en el sencillo proceso de pedir con el fin de poseer.

Santiago 4:1-4 ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? (2) Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. (3) Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. (4) ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo [eros] es enemistad contra Dios? [ágape] [6] Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.

Esta búsqueda de poder a través del mundo natural y la perversión del conocimiento del verdadero Dios alimentó la violencia y la depravación que hizo que el viejo mundo fuese destruido con agua. Se ahogaron en un diluvio de eros. ¿Cómo respondería la semilla de la mujer a esta tragedia?

 



[1] Este hecho se ha vuelto un ritual en muchas religiones paganas y se popularizó en la novela ficticia El código Da Vinci.

[2] En Hebreo Tamid (Strong H8548) Ver Isa 52:5 “y continuamente es blasfemado mi nombre todo el día”.

[3] Los números entre paréntesis son de la Concordancia Strong

[4] La adaptación del alarde de Julio Cesar “Vine, vi, vencí” http://es.wikipedia.org/wiki/Veni,_vidi,_vici. En el caso de Eva, vio la fruta y en anticipación se acercó para tomar posesión de ella.

[5] La manifestación de los hijos tiranos indica conflicto marital y desasosiego.

[6] El mundo denota el principio que motiva a eros para buscar al yo, en vez de a Dios que da porque es su naturaleza.