¿Qué estamos contemplando? Sodoma y la esposa de Lot

Publicado Feb 24, 2016 por Carlos Hernández En Carácter de Dios

Recientemente Dios ha arrojado luz a mi vida sobre su carácter y su amor; siento que la semilla de temor hacia un Dios tirano y vengativo está desapareciendo, siendo que Dios no es nada de eso.  ¡Qué gozo saber que Dios es cien por ciento un Dios de amor!  Las siguientes citas del espíritu de profecía arrojan luz sobre qué es la ira de Dios y de qué manera él ejecuta sus juicios.

Se me mostró que los juicios de Dios no vendrían sobre ellos directamente del Señor, sino de esta manera: Ellos se colocan más allá de su protección. El advierte, corrige, reprueba y señala el único camino seguro; luego, si aquellos que han sido el objeto de su cuidado especial siguen su propio curso, independientemente del Espíritu de Dios, tras repetidas amonestaciones; si eligen su propio camino, entonces él no encarga a sus ángeles que impidan los decididos ataques de Satanás contra ellos. – {EUD 206.2}


Es el poder de Satanás lo que está obrando en el mar y en la tierra, trayendo calamidad y angustia, y barriendo multitudes para asegurarse de su presa.—Manuscript Releases 14:3 (1883). – {EUD 206.3}


Así es como el gran enemigo reviste con sus propios atributos al Creador y Bienhechor de la humanidad. La crueldad es satánica. Dios es amor, y todo lo que él creó era puro, santo, y amable, hasta que el pecado fue introducido por el primer gran rebelde. Satanás mismo es el enemigo que tienta al hombre y lo destruye luego si puede; y cuando se ha adueñado de su víctima se alaba de la ruina que ha causado. Si ello le fuese permitido prendería a toda la raza humana en sus redes. Si no fuese por la intervención del poder divino, ni hijo ni hija de Adán escaparían. – {CS 524.2}

Los judíos habían forjado sus propias cadenas; habían colmado la copa de la venganza. En la destrucción absoluta de que fueron víctimas como nación y en todas las desgracias que les persiguieron en la dispersión, no hacían sino cosechar lo que habían sembrado con sus propias manos. Dice el profeta: “¡Es tu destrucción, oh Israel, el que estés contra mí; [...] porque has caído por tu iniquidad!” Oseas 13:9; 14:1 (VM). Los padecimientos de los judíos son muchas veces representados como castigo que cayó sobre ellos por decreto del Altísimo. Así es como el gran engañador procura ocultar su propia obra. Por la tenacidad con que rechazaron el amor y la misericordia de Dios, los judíos le hicieron retirar su protección, y Satanás pudo regirlos como quiso. Las horrorosas crueldades perpetradas durante la destrucción de Jerusalén demuestran el poder con que se ensaña Satanás sobre aquellos que ceden a su influencia. – {CS 33.3}

No podemos saber cuánto debemos a Cristo por la paz y la protección de que disfrutamos. Es el poder restrictivo de Dios lo que impide que el hombre caiga completamente bajo el dominio de Satanás. Los desobedientes e ingratos deberían hallar un poderoso motivo de agradecimiento a Dios en el hecho de que su misericordia y clemencia hayan coartado el poder maléfico del diablo. Pero cuando el hombre traspasa los límites de la paciencia divina, ya no cuenta con aquella protección que le libraba del mal. Dios no asume nunca para con el pecador la actitud de un verdugo que ejecuta la sentencia contra la transgresión; sino que abandona a su propia suerte a los que rechazan su misericordia, para que recojan los frutos de lo que sembraron sus propias manos. Todo rayo de luz que se desprecia, toda admonición que se desoye y rechaza, toda pasión malsana que se abriga, toda transgresión de la ley de Dios, son semillas que darán infaliblemente su cosecha. Cuando se le resiste tenazmente, el Espíritu de Dios concluye por apartarse del pecador, y este queda sin fuerza para dominar las malas pasiones de su alma y sin protección alguna contra la malicia y perfidia de Satanás. La destrucción de Jerusalén es una advertencia terrible y solemne para todos aquellos que menosprecian los dones de la gracia divina y que resisten a las instancias de la misericordia divina. Nunca se dio un testimonio más decisivo de cuánto aborrece Dios el pecado y de cuán inevitable es el castigo que sobre sí atraen los culpables. – {CS 34.1}

Es inevitable cuestionar entonces el lenguaje de la Biblia que a veces  parece indicar que Dios mismo y directamente sí asume la actitud de un verdugo.  Calvary in Egypt, de Adrian Ebens  y The Loving Wrath of God, de varios autores, dos panfletos sobre el tema, han arrojado mucha luz sobre el tema y creo que proveen suficiente información para entender cómo es que Dios obra, aunque no pueda entender cada caso en el que los juicios de Dios son manifiestos.  A la luz de estas declaraciones del espíritu de profecía he intentado armonizar lo que pasó con Sodoma y Gomorra.  La Biblia lo dice con estas palabras:

 Gen 19:12  Y dijeron los varones a Lot: ¿Tienes aquí alguno más?  Yernos,  y tus hijos y tus hijas,  y todo lo que tienes en la ciudad,  sácalo de este lugar;

Gen 19:13  porque vamos a destruir este lugar,  por cuanto el clamor contra ellos ha subido de punto delante de Jehová;  por tanto,  Jehová nos ha enviado para destruirlo. 

Tal pareciera que los mismos ángeles que salvaban a Lot se encargarían directamente de destruir Sodoma y Gomorra.  Pero consideremos este verso en Deuteronomio:

Deu 29:23  (azufre y sal,  abrasada toda su tierra;  no será sembrada,  ni producirá,  ni crecerá en ella hierba alguna,  como sucedió en la destrucción de Sodoma y de Gomorra,  de Adma y de Zeboim,  las cuales Jehová destruyó en su furor y en su ira);

La NVI lo dice así:

 Deu 29:23  Toda ella será un desperdicio ardiente de sal y de azufre,  donde nada podrá plantarse,  nada germinará,  y ni siquiera la hierba crecerá.  Será como cuando el Señor destruyó con su furor las ciudades de Sodoma y Gomorra,  Admá y Zeboyín.

En este verso nos habla de la destrucción de Sodoma y Gomorra.  Cuando nos dice: “…cómo sucedió con la destrucción de Sodoma y Gomorra…” se emplea la palabra hebrea majpéket que según Strong’s H4115 significa tirón violento.  Que esto ocurrió con estas ciudades es innegable, definitivamente estas ciudades fueron destruidas violentamente.  La cuestión es si Dios directamente llevó a cabo esa violencia.

La próxima ocasión que se menciona el verbo destruir se hace en relación con lo que directamente Dios hizo.  Cuando el verso dice: “…las cuales Jehová destruyó en su furor y en su ira” la palabra que se utiliza en hebreo para la destrucción, en esta ocasión es distinta a la anterior.  Si Moisés hubiese querido darle el mismo significado del término anterior, por qué no usar la misma palabra.  La palabra empleada esta vez con relación a Dios es jafák que de acuerdo con Strong’s H2015 puede significar volverse, voltear o dar la espalda.  Esta es la misma palabra empleada en Génesis 19:25 en el relato de la destrucción de Sodoma y Gomorra.  Dándole este significado, realmente lo que ocurrió fue que estas ciudades fueron abandonadas por Dios, no que Dios se hastió de ellas y las destruyó directamente.  Esto armoniza con el conocimiento de que Dios es amor y que sus juicios consisten en abandonar a su suerte al pecador en respeto a su libre albedrío aun en contra del carácter de Dios y sus deseos.  En otras palabras, lo que ocurrió con Sodoma y Gomorra por parte de Dios fue análogo a lo que pasó con Dios y Cristo en la cruz; el Padre volteando su rostro y dejando en manos del Destructor la vida de su Hijo para que bebiera la copa sin mezcla de misericordia.  En eso consiste la ira de Dios.

 Por otro lado, Deuteronomio 29: 23 menciona que Adma y Zeboim recibieron los mismos juicios que Sodoma y Gomorra.  Estas cuatro ciudades son agrupadas como receptoras de la ira de Dios de igual manera   (ira que según el hebreo af  -Strong’s H639- quiere decir respiración agitada).  Cuando dice: …como sucedió en la destrucción de Sodoma y de Gomorra,  de Adma y de Zeboim, está implicado que estas cuatro ciudades fueron destruidas de la misma forma. Teniendo esto en mente podemos saber cómo fue que fueron destruidas estas ciudades y qué papel jugó Dios directamente en su destrucción.  Veamos Oseas 11:8.

Hos 11:8   ¿Cómo podré abandonarte,  oh Efraín?   ¿Te entregaré yo,  Israel?   ¿Cómo podré yo hacerte como Adma,  o ponerte como a Zeboim?  Mi corazón se conmueve dentro de mí,  se inflama toda mi compasión.

Este verso arroja mucha Luz sobre el carácter de Dios y su rol en la destrucción de ciudades; en este caso de Adma y Zeboim.  ¿Qué fue lo que ocurrió con estas ciudades? El verso nos muestra que fueron abandonadas y entregadas por Dios; precisamente lo que Dios no quiere hacer con Efraín, con Israel. Cuando Dios dice: “¿Cómo podré abandonarte,  oh Efraín?   ¿Te entregaré yo,  Israel?   ¿Cómo podré yo hacerte como Adma,  o ponerte como a Zeboim?” lo que está diciendo es que no quiere hacerle a Israel lo que le hizo a Adma y a Zeboim.  No quiere entregarlas al destructor.

Hagamos algunas preguntas que nos ayudarán a entender y aclararán mejor el verso y su relación con la destrucción de Sodoma y Gomorra.  ¿Qué es lo que Dios no quiere hacerle a Efraín? Abandonarla y entregarla.  ¿Quiénes sufrieron ese destino?  Adma y Zeboim.  Si leyéramos el verso de forma declarativa podría decir: No quiero abandonarte Efraín; no quiero entregarte Israel.  No quiero hacerte lo que le hice a Adma, ni que termines como Zeboim.  De esta forma queda más claro el verso.  Yendo al hebreo, la palabra empleada para referirse a lo que le pasó a Adma es Natán, que significa: abandonar, entregar (Strong’s H5415).  Teniendo esto en cuenta el verso podría ser mejor traducido como lo traduce la NVI:

Hos 11:8  "¿Cómo podría yo entregarte, Efraín?  ¿Cómo podría abandonarte, Israel?  ¡Yo no podría entregarte como entregué a Admá!  ¡Yo no podría abandonarte como a Zeboyín!  Dentro de mí, el *corazón me da vuelcos,  y se me conmueven las entrañas.

Está claro que lo que ocurrió con Adma y Zeboim fue que fueron abandonadas y entregadas por Dios.  Nótese que el verso no dice azotadas, sino abandonadas concordando nuevamente con la manifestación de la ira de Dios como un acto difícil para él que no cosiste en castigar directamente al ser humano.  Esto concuerda con el significado de Jafák (dar la espalda) en Deuteronomio 29:23 y es consistente en la descripción que el espíritu de profecía hace sobre los juicios de Dios.  

Resumiendo, según Deuteronomio 29:23 Sodoma y Gomorra, Adma y Zeboim sufrieron el mismo destino de haber sido entregados, abandonados al enemigo; lo que les pasó a las primeras dos le sucedió a las otras dos ciudades.  Oseas 11:8 es otro testigo que nos muestra lo que pasó con Sodoma y Gomorra, ya que nos aclara lo que les sucedió a Adma y Zeboim quienes sufrieron los mismos juicios de Dios que ellas.  El ser humano escoge a quién servir y Dios respeta nuestro libre albedrío y a qué reino queremos pertenecer.  Si Sodoma y Gomorra sufrieron los mismos juicios de Dios que Adma y Zeboim, entonces lo que ocurrió fue un abandono de dichas ciudades. Es con inmenso dolor y conmoción, temblando, con calor y con respiración agitada que Dios obra su obra extraña de abandonar al pecador a su suerte, echarse a un lado y dejar que el Destructor obre destrucción. Ver el hebreo de Isa 28:21. Para más información sobre esto ver God’s Strange Act de Adrian Ebens en maranathamedia.com

La esposa de Lot

Teniendo más claro lo que pasó con Sodoma podemos extraer algunas lecciones referentes a lo sucedido con la esposa de Lot. 

En Génesis 19:17 Lot y su familia recibieron unas instrucciones muy claras que eran para su propio beneficio.

Gen 19:17  Y cuando los hubieron llevado fuera,  dijeron: Escapa por tu vida;  no mires tras ti,  ni pares en toda esta llanura;  escapa al monte,  no sea que perezcas.

A veces creemos que las instrucciones de Dios son difíciles de cumplir.  Como estamos en enemistad contra él y su ley nos parecen injustos sus mandatos.  Tal vez puede pasar por la mente que es una reacción normal del ser humano, cuando escucha un ruido fuerte, mirar qué fue lo que pasó. Hasta pensamos que es un impulso involuntario del cuerpo.  Pero en el caso de la instrucción dada a Lot y su familia la orden de no mirar implicaba mucho más.  La palabra hebrea empleada es nabát que según Strong’s H5027 quiere decir: examinar,  mirar intencionalmente a; considerar con placer, favor o atención.  La orden era mucho más que mirar o accidentalmente ver lo que estaba ocurriendo con las ciudades de la llanura; implicaba una observación detenida e intencional, considerando con atención, favor y placer la ciudad. 

Entendiendo que los mandatos de Dios no son arbitrarios ni egoístas, sino que nos son dados para nuestro beneficio y son el único camino seguro para ser protegidos del destructor, comprendemos mejor lo que sucedió con la esposa de Lot.  En Génesis 19:26 se nos dice que la esposa de Lot miró (nabát) hacia Sodoma y fue convertida en una estatua de sal (El hebreo implica que se transformó en un material que se pulveriza).  Pero como ya vimos, su acto no consistió solamente en mirar, sino en hacerlo intencionalmente, con atención, considerando la ciudad que le proporcionaba placer.  De acuerdo con 2 Corintios 3:17,18 Somos transformados a la imagen de lo que contemplamos; la esposa de Lot había aprendido a mirar a Sodoma y poco a poco fue transformándose a imagen de tal sociedad.  Su corazón, su amor, su placer, su tesoro estaban en Sodoma.  Cuando Dios dio la orden de que no miraran, estaba protegiendo a Lot y su familia del destructor.  El enemigo es el tentador que trabaja para hacernos caer, y cuando lo consigue, nos acusa, pues es el acusador, y nos reclama como suyos.  De esta forma Dios trató de proteger a la familia de Lot del destructor, pero su esposa, al mirar (nabát) hacia Sodoma  dejó muy claro dónde estaba su tesoro, a qué reino quería pertenecer y a quién le daba la soberanía en su vida.  Ella hizo una manifestación abierta de que su placer y deleite estaban en esa ciudad que ahora recibía los juicios de Dios; al estar viviendo bajo el reino del enemigo vio a Dios como un tirano injusto que destruía lo que más ella amaba.  Su vida, su corazón, estaba enemistado con Dios, su carácter y su ley. Para nada gemía y clamaba por las abominaciones perpetradas en ese lugar.

Eze 9:4  y le dijo Jehová: Pasa por en medio de la ciudad,  por en medio de Jerusalén,  y ponles una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella.

 Su desobediencia fue la manifestación visible de su rebelión contra Dios.  Al desaprovechar la última oportunidad que tenía de ser protegida por Dios por medio de su ley escogió su propio destino.  Como Adán, escogió perecer junto con el objeto de su amor; como no había negación del yo en su vida, no pudo, aun en su última oportunidad, negarse a sí misma. Ella se convirtió en sodomita en todos los sentidos y como tal le pertenecía al destructor, quien reinaba en ese lugar.   El espíritu de profecía dice:

Mientras su cuerpo estaba en la llanura, su corazón se aferraba a Sodoma, y con Sodoma pereció. Se rebeló contra Dios porque sus juicios arrastraban a sus hijos y sus bienes a la ruina. Aunque había sido muy favorecida al ser llamada a salir de la ciudad impía, creyó que se la trataba duramente, porque tenía que dejar las riquezas que habían acumulado con el trabajo de muchos años. En vez de aceptar la salvación con gratitud, miró hacia atrás presuntuosamente deseando la vida de los que habían despreciado la advertencia divina. Su pecado mostró que no era digna de la vida, por cuya conservación sentía tan poca gratitud. – {PP 140.3}

¡Cuán triste el hecho de que hasta el final la esposa de Lot tuvo oportunidad, pero rechazó la misericordia de Dios!  En resumen,  Dios queriendo salvar a Lot y su familia del destructor les dio mandatos para cuidarlos del acusador y destructor; mientras el destructor hacía su obra, la mujer de Lot, quien se había deleitado en contemplar la maldad de Sodoma y cuyo corazón se había tornado igual que el de la ciudad, manifestó a quién  definitivamente pertenecía al contemplar por última ocasión su ciudad amada, y desobedeció su única protección (los mandamientos de Dios).  El destructor la pudo reclamar como suya, y Dios viendo que era cierto, que ella había cerrado toda puerta a Dios, no pudo hacer otra cosa que con dolor entregarla.

La raíz de la perdición de la esposa de Lot fue el contemplar Sodoma.  Eso la llevó a formarse según tal ciudad.  Su desobediencia fue solamente una manifestación de su amor por la maldad, por las cosas de este mundo.  De igual forma, corremos un inmenso riesgo al invertir nuestro tiempo contemplando Babilonia; podemos llegar a ser transformados a su misma imagen, a amarla y a pertenecer al reino destinado a la destrucción.

1Jn 2:15  No améis al mundo,  ni las cosas que están en el mundo.  Si alguno ama al mundo,  el amor del Padre no está en él.  1Jn 2:16  Porque todo lo que hay en el mundo,  los deseos de la carne,  los deseos de los ojos,  y la vanagloria de la vida,  no proviene del Padre,  sino del mundo.  1Jn 2:17  Y el mundo pasa,  y sus deseos;  pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

Cada segundo que perdamos contemplando el mundo, es un segundo menos que tenemos para ser transformados a la imagen de Cristo.  Sean películas y toda la maquinaria de Hollywood; sean deportes con su lucha de egos y las manifestaciones de idolatría en sus fanáticos; sea la música y cualquier cosa relacionada al mundo del entretenimiento; todas estas cosas diseñadas para distraernos y entre-tenernos (tenernos entre sus manos) cumplen el propósito de asombrarnos, seducirnos y transformarnos en perfectos ciudadanos del reino del enemigo.

¿Qué estás contemplando? ¿En qué inviertes tu tiempo? ¿Dónde se encuentran tu mente y tu corazón?

Escojamos descartar todo lo mundano, todo lo perecedero, todo lo que represente los principios de la exaltación al yo, todo lo del enemigo y su reino; si no va a estar en el cielo comencemos a descartarlo desde ya.  Oremos a Dios, pidámosle en el nombre de Jesús, y él nos dará la fe de Jesús que limpiará nuestras vidas, refinará nuestros gustos y nos hará perfectos habitantes de su reino desde ya. 

Php 4:8  Por lo demás,  hermanos,  todo lo que es verdadero,  todo lo honesto,  todo lo justo,  todo lo puro,  todo lo amable,  todo lo que es de buen nombre;  si hay virtud alguna,  si algo digno de alabanza,  en esto pensad.