Mi Amado - Interludio II

Publicado Dic 05, 2013 por Adrian Ebens En Mi Amado

En la quietud de la madrugada, lo espero. Mi Amado se mueve rápidamente sobre las montañas, endereza los caminos torcidos. Nuestra comunión es dulce. Me susurra desde sus tesoros heredados; sus palabras caen como la miel sobre mis labios. ¡Cuán dulces son sus palabras a mi paladar!

Como un manantial profundo, mi Amado vierte una corriente cristalina de agua viva en mi alma. Me alegro de probar el agua viva y sin embargo, hay cosas que me dejan perplejo, así que oré: “Mi querido Amado, perdona la lentitud de mi corazón para captar cada gota de conocimiento que me impartes. Por favor, déjame recuperar el aliento y tomar tiempo para adaptarme a estas delicias”.

Si sólo conocieran a mi Amado, ¡si sólo mis compatriotas realmente te conocieran! Entonces sabrían por qué te amo, por qué nuestra comunión es tan dulce. Derramo mi corazón en agradecimiento por mostrarme el camino hacia el Padre por medio de su Hijo. Siento el amor del Padre por ti en mi corazón, tengo la evidencia de ser un co-heredero contigo, mi Amado. Eres del todo codiciable.

¿Quieres llevarme, mi Amado, al lugar Santísimo? He anhelado encontrar entrada, pero he tropezado y caído con lágrimas vergonzosas. Como Hijo del primer Adán, la ceguera no me permite encontrar entrada. ¿Me llevarías, mi Amado? ¿Me llevarías al lugar secreto del Altísimo? Sé que no soy digno, pero puse mi confianza en ti, mi Amado, porque tú eres el Camino a la vida.

 

Yo me levanté para abrir a mi Amado,

Y mis manos gotearon mirra,

Y mis dedos mirra, que corría

sobre la manecilla del cerrojo.

(6) Abrí yo a mi Amado;

pero mi Amado se había ido, había ya pasado

Y tras su hablar salió mi alma

Lo busqué, y no lo hallé; lo llamé y no me respondió. Cantares 5:5-6.