5. La simiente prometida de ágape

Publicado Ene 09, 2013 por Adrian Ebens En El orden evangélico

Me parece asombroso cuando pienso acerca de la migración de aves como el ganso de Canadá que instintivamente vuela desde el círculo polar ártico hasta los estados del sur de los EE. UU. para evitar el frío intenso del ártico. Nuestro Padre celestial pone dentro del ganso un instinto que le permite volar miles de millas con una precisión asombrosa con el fin de permitir que la especie sobreviva. ¿Se imagina si el sentido de la dirección dentro del ganso en realidad lo llevara hasta el Polo Norte? ¡Qué devastador sería! En un plazo muy corto toda la población de gansos sería arrasada.

Lamentablemente, esto ilustra lo que le sucedió a la raza humana cuando nuestros primeros padres aceptaron la simiente de la serpiente y comenzaron a confiar en que la vida que poseían era naturalmente suya. En lugar de que sus corazones naturalmente giraran hacia Dios en gratitud y amor, ellos desarrollaron un deseo natural de ascender a los lados del norte y ser como el Altísimo. (Ver Isaías 14:12-14). La mentira de que serían como Dios cambió su sentido de dirección completamente y orientó a la raza humana a volar en dirección norte en vez de hacia el sur donde encontraría protección.

Ese motor ágape de dos pistones gemelos que alguna vez fue hermoso era ahora objeto de nuevos impulsos y fuerzas que transformaron el motor de una fuente que derramaba bondad, paciencia y gratitud, a una alcantarilla pestilente que vomitó un torrente de egoísmo, dominio, engaño, mentira y odio con el fin de complacer al yo.

Una simiente tóxica había sido plantada en la mente de Eva y luego ella fue utilizada engañosamente por Satanás para sembrarla en la mente de Adán. Una vez que la simiente echó raíces en las cámaras sagradas de su mente, el plan para el motor ágape fue destruido y las leyes de herencia que fueron diseñadas para reproducir este motor en la mente de los hijos de Adán recibirían en su lugar un plan para un motor eros que hace que el corazón vuele hacia el norte para tratar de ser dioses en vez de volar hacia el sur y con sumisión adorar al verdadero Dios, el dador de toda vida y bendición.

Esta pequeña simiente se había albergado profundamente en los recovecos de la mente humana. No era posible para Dios simplemente poner a dormir a Adán para quitarla. Esto no era un problema mecánico, sino más bien un problema espiritual. Sólo había una manera posible para que Dios pudiese llegar a esa simiente y destruirla. Sólo había una manera para que Dios pudiese tener acceso a la mente del hombre y restaurar el motor ágape. Leemos acerca de este plan en Gen 3:15,16. Dios le dice a Satanás:

Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. (16) A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.

Este fue un atrevido plan que implicaba un gran riesgo. Un niño nacería, un descendiente de Adán y Eva que entablaría en combate al enemigo en su propio terreno y destruiría la simiente tóxica de eros escondida en el corazón del hombre. Satanás le heriría su calcañar en esa batalla, pero al final él destruiría a Satanás y se proveería una vía de escape para la familia humana. La promesa de la simiente pasaría de generación en generación y cada vez la promesa se repetiría. A Abraham se le prometió que la simiente vendría a través de su linaje y todas las familias de la tierra serían bendecidas por medio de él (Génesis 12:1-3). Hablando de esta promesa, Pablo dice en el Nuevo Testamento:

Gal 3:16 Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.

La simiente que vendría era Cristo. Vendría desde el cielo con su motor ágape y nacería en la familia humana que poseía el motor eros. El conflicto sería feroz porque la simiente de la serpiente trataría de matar a la simiente de la mujer y evitar que él destruyera el motor eros en el hombre. Tan grande fue este conflicto que mientras Cristo se acercaba a la ciudadela del reino de eros en el corazón del hombre, clamó estas palabras a su Padre:

Mateo 26:39 Y yendo un poco más adelante, se postró sobre su rostro, y oró diciendo: Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. (RVG).

Al hablar de este gran conflicto por venir, el profeta Isaías dijo de él:

Isa 52:14 De la manera que muchos se asombraron de ti, Así fue desfigurada su apariencia más que la de cualquier hombre, y su aspecto más que el de los hijos de los hombres. (KJV)

En esta guerra mental con Satanás, al Hijo de Dios se le concedería el derecho a entrar en el campo de batalla al convertirse en uno de la familia humana. Él tomaría sobre sí una naturaleza que contenía la simiente tóxica para poder destruirla. A través del principio del amor ágape, el Hijo de Dios abriría un camino en la mente humana que nos haría odiar o sentir enemistad hacia esa simiente tóxica. Y debido a que con toda seguridad Cristo descendería de Adán, Dios pudo colocar esta enemistad hacia la simiente de Satanás en el corazón de Adán y Eva.

Una vez que Cristo había venido y forjado ese camino estrecho con una vida que resistió el motor eros a cada paso, él podría llevar esa simiente tóxica a la tumba y destruirla.

Hebrews 2:9 Pero vemos a Aquél que fue hecho un poco inferior a los ángeles, es decir, a Jesús, coronado de gloria y honor a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios probara la muerte por todos. (NBLH).
Hebreos 2:14 Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo.

Después de destruir la simiente de la serpiente, Cristo podría ofrecer esperanza a lo largo del estrecho camino que él caminó por nosotros. Si hemos de caminar en sus pasos, también podríamos resistir esa simiente tóxica ya que heredamos su simiente por medio de la fe en él como nuestro segundo Adán. (1 Corintios 15:45). Una vez más, la fuente preciosa de amor ágape podría fluir a los corazones de hombres y mujeres. Qué plan increíblemente maravilloso y qué amor asombroso el que Dios enviara a su Hijo a una misión tan peligrosa para que podamos tener la oportunidad de vivir de nuevo en la corriente de ágape que fluye del trono de Dios.

Volviendo a Génesis 3:15 nos damos cuenta de que Dios aumentó el nivel de dolor durante el parto de la mujer. Esto fue para simbolizar el dolor del conflicto entre las dos simientes. El motor de eros de Adán ciertamente pasaría a sus hijos, y el dolor sufrido por la mujer revelaría el conflicto entre la simiente de la mujer y la simiente de la serpiente. A cada hijo se le daría una medida de la luz de Cristo para darles un odio por la simiente de la serpiente. Sin embargo, ya que esa simiente es el punto de partida predeterminado, haría todo lo posible para destruir la nueva simiente de Cristo. Cada parto es un recordatorio de la lucha de Cristo para vencer a la simiente de la serpiente y la gran lucha de un hombre para nacer en el reino de luz. Por ende en cada parto vemos la verdad:

Gal 5:17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.

La última parte de Génesis 3:16 nos da una indicación de la recuperación que se llevaría a cabo a través de la simiente de la mujer. La reacción natural a esta declaración es negativa; sin embargo, esa reacción no es más que la consecuencia de la mentalidad de Eros que todos hemos heredado.

“Y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.”

A la hechicera, sus hijas y sus aprendices desaventurados, esta frase es una declaración de guerra que debería ser detenida a toda costa. Pero para aquellos que están caminando por el camino angosto establecido por Cristo, esta declaración es una promesa maravillosa del amor ágape restaurado en la relación entre el marido y la mujer. El gobierno del marido es un recordatorio de que la mujer salió de él y que tiene derecho a su amor y protección. El deseo hacia el marido es el despertar de ágape que reconoce que todas las cosas le fueron dadas a través de él. El deseo y el gobierno son los dos pistones que ofrecen la promesa de ágape que nos llevan de regreso a la imagen de la dulce fuente que fluye del trono de Dios. El deseo que brota del corazón de la mujer es el espíritu mismo de Cristo, cuyo deseo es hacia su Padre, como aquel que le dio todas las cosas. Este deseo establece correctamente el sistema de navegación que nos permite migrar hacia el sur hasta los pies del dador de la vida y permitirle que sólo él sea el Señor del norte. Génesis 3:16 cumple la promesa del Modelo Divino restaurado.