¿Tenía el corazón de Jesús la necesidad de ser transformado?

Publicado Mar 07, 2013 por En Pan de cada día

¿Tenía el corazón de Jesús la necesidad de ser transformado? Podríamos responder, “¡no, él siempre fue perfecto!” Si, él siempre fue perfecto; pero observemos nuevamente:

En su cruz cuando el sol se oscureció, el clamó con un grito desgarrador, “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado? (Mateo 27:46). Ese fue un clamor del corazón. Su gran corazón fue aplastado. Como “Emanuel, Dios con nosotros” se había convertido en uno de nosotros”. “… mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. (Isa 53:6), no como una carga externa sino como algo profundo dentro de su corazón. “Al que no conoció pecado, Lo hizo pecado por nosotros” (2 Cor 5:21). Si, ¡tenía problemas del corazón!

Como Aquel que cargó con nuestros pecados el experimentó la muerte de los condenados, “para que… probara la muerte (segunda) por todos” (ver Hebreos 2). Él estaba conociendo de primera mano la separación total de Dios que los que se pierdan finalmente sentirán. Estaba pagando el castigo del pecado del mundo. Su corazón, “experimentado en aflicción” estaba probando la suma total de la desesperación humana.

Pero, ¿tendría que morir de esa manera, aplastado, desesperado, con el corazón hecho pedazos? ¡No! Tendría que experimentar un cambio: de sentir en su corazón que estaba abandonado por Dios al regocijo de la victoria; debería morir triunfante, clamando a los mundos del vasto universo con su último aliento, “¡Consumado es!” ¿Cuál es el por qué, y el cómo de la victoria? ¡Por la fe! Eligió creer que el Padre había escuchado su oración, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

 

Cristo murió con gozo –sabía que había “¡salvado al mundo!” “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al

mundo, no tomándoles en cuenta a los hombressus pecados” (2 Cor 5:19). Ahora el Padre tiene el derecho

legal de tratar a cada hombre como si no tuviera pecado, ¡uno consigo mismo! Cristo firmó los papeles de

emancipación de la raza humana, y murió con un corazón contento. Todo esto para que nuestro corazón

pueda ser transformado.

-Robert J. Wieland