El Padre, el Hijo, y su Espíritu

Publicado Dic 12, 2011 por Adrian Ebens En El Padre y el Hijo
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Mat 3:17  Y he aquí, se oyó una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado en quien me he complacido.

En la transacción entre el Padre y el Hijo durante el bautismo de Jesús, escuchamos palabras de esperanza para toda la raza humana.

De los labios del Padre fluyen las palabras que todos nosotros anhelamos escuchar, “Te amo, y en ti me complazco.” Pero, ¿no está el diciéndole esto solamente a Jesús? ¡No! Cuando Jesús vino a ser miembro de la raza humana todo el amor que el Padre siente por su Hijo llega a ser la herencia de todos aquellos que aceptan a Cristo como su Salvador.

La muerte de Cristo hizo posible la vida para todos nosotros, pero solo quienes aceptan a su Hijo experimentan el gozo de la aceptación y el placer del Padre. ¡Que herencia! ¡Vivir la vida con el conocimiento que soy aceptado por el Padre en Cristo es algo que he buscado toda mi vida! Yo pensé que tenía que hacer muchas cosas para ser aceptado, aunque algunos me dijeron que no era así, todo indicaban que si tenía que hacerlas.

El poder de esta aceptación es encontrado en la identidad del Padre y del Hijo. Mientras más grande es la realidad de quienes son ellos, más real es la relación entre ellos y más real la posibilidad de que yo sea parte de esa relación.

Por lo tanto, ¿cómo llego a ser parte de esta relación? ¿Cómo entro en esta libertad de aceptación y placer del Padre? Por medio del Espíritu de Cristo. Escuchen esto…

Galatas 4:4-7  Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, a fin de que redimiera a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción de hijos. Y porque sois hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, clamando: ¡Abba! ¡Padre! Por tanto, ya no eres siervo, sino hijo; y si hijo, también heredero por medio de Dios.

Es el Espíritu de Cristo que viene a nuestros corazones y nos da ese sentido de aceptación. Llegamos a ser aceptados en el Amado. Efesos 1:6. El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Romanos 8:16. Cristo nos consuela por medio de su Espíritu el cual conoce el amor del Padre, su aceptación y su placer. ¡Que don! Nunca necesitamos sentirnos rechazados y sin valía. El Espíritu de Jesús nos libera de tan triste situación.

La simplicidad de este don viene en el conocimiento del único Dios verdadero y su Hijo Jesucristo – Esta es la vida eterna. Juan 17:3.