El Modelo Divino - 14 - La dulce fragancia de la sumisión de Abigail

Publicado Oct 31, 2012 por Adrian Ebens En El Modelo divino

14. La dulce fragancia de la sumisión de Abigail

Una de las mejores ilustraciones del espíritu de Cristo respondiendo a la autoridad en apostasía es la historia de Abigail.

En el carácter de Abigail, la esposa de Nabal, tenemos un magnífico ejemplo de lo que una mujer debe llegar a ser, siguiendo a Cristo. 21 Manuscript Releases, p. 213, 1891.

Nabal tenía ventajas espirituales como descendiente de Caleb, sin embargo era todo lo que un líder no debería ser. La Biblia describe a Nabal y Abigail con caracteres enteramente opuestos.

1 Sam 25:3 Y aquel varón se llamaba Nabal, y su mujer, Abigail. Era aquella mujer de buen entendimiento y de hermosa apariencia, pero el hombre era duro y de malas obras; y era del linaje de Caleb.

Nabal era un hombre severo, duro de corazón, obstinado, grosero, amargado, despreciable y terco. Sus obras eran malvadas, malignas, obras que causaban aflicción y adversidad. El hombre era un esposo infernal. La única cosa buena que se menciona acerca de él era su descendencia de Caleb, que solo aumenta la maldad de su carácter. ¿Puede usted imaginar lo que había sido para Abigail vivir con ese hombre? ¿Qué puede ser peor que estar unida a un esposo severo, grosero y despreciable? Sin embargo, frente a esta maldición torrencial que cae sobre Abigail, leemos con asombro y alegría que era una mujer de buen entendimiento y de hermosa apariencia. La palabra hebrea “buen entendimiento” significa: inteligencia, éxito, discreción, conocimiento, prudencia, cordura, entendimiento, sabiduria, sabio.

¿Cómo es posible que una planta tan fragante crezca en el canal de una fuente tan desolada? ¿No es éste el espíritu de Aquel que vino a ser “como raíz de tierra (desierta/árida) seca?” Así, leemos:

El Espíritu del Hijo de Dios moraba en su alma. Patriarcas y profetas, p. 656

La historia bíblica revela que David y sus hombres habían estado proporcionando un cerco de protección para Nabal. David le envió una delegación de diez hombres a Nabal con una bendición y un pedido. Observe lo que David instruyó a la delegación que le dijera a Nabal: 

1 Sam 25:6-8 y decidle así: Sea paz a ti, y paz a tu familia, y paz a todo cuanto tienes. (7) He sabido que tienes esquiladores. Ahora, tus pastores han estado con nosotros; no les tratamos mal, ni les faltó nada en todo el tiempo que han estado en Carmel. (8) Pregunta a tus criados, y ellos te lo dirán. Hallen, por tanto, estos jóvenes gracia en tus ojos, porque hemos venido en buen día; te ruego que des lo que tuvieres a mano a tus siervos, y a tu hijo David. 

David fue el ungido del cielo para bendecir a Israel. La bendición que él envió no fue simplemente dulce cortesía. Esas palabras llevaban una bendición verdadera para Nabal y su casa. Recibir esta bendición solamente requería que Nabal siguiera el principio del convenio Abrahámico de bendecir al que Dios había bendecido.

Gén 12:2 Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. (3) Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.

Había una bendición para Abigail en las palabras de David, pero su esposo se colocó en una posición donde traería una maldición sobre su casa y por ende una maldición sobre Abigail.

1 Sam 25:10 Y Nabal respondió a los jóvenes enviados por David, y dijo: ¿Quién es David, y quién es el hijo de Isaí? Muchos siervos hay hoy que huyen de sus señores. (11) ¿He de tomar yo ahora mi pan, mi agua, y la carne que he preparado para mis esquiladores, y darla a hombres que no sé de dónde son?

Observe el desafío de Nabal; suena tan familiar como la respuesta del Faraón a Moisés en Éxodo 5:2. Pero Nabal va más allá de la referencia generalizada del Faraón y se dirige más directamente a la filiación de David. Nabal rehusó reconocer la filiación de David a su padre. Fue a través de este linaje que Jacob había indicado que el cetro no sería quitado de Judá. Génesis 49:10. Negar esa identidad fue un rechazo directo del derecho que David tenía de gobernar a Israel.

Afortunadamente, uno de los jóvenes le cuenta a Abigail toda la historia donde le explica que el hijo de Isaí[1] había sido un muro de protección para los rebaños de su esposo, y que no había hecho nada para hacerles daño. Ahora esta sabia mujer se enfrenta a una situación desafiante:

1 Sam 25:17 Ahora, pues, reflexiona y ve lo que has de hacer, porque el mal está ya resuelto contra nuestro amo y contra toda su casa; pues él es un hombre tan perverso, que no hay quien pueda hablarle.

Con esta afirmación, el siervo está suplicando por su propia vida. Él sabe que Nabal no lo escucharía a él ni a ninguno de sus siervos. Pero si no se hace nada al respecto, se corre un alto riesgo que David borre la casa y la servidumbre completamente del mapa.

Abigail toma una decisión sin el conocimiento de su esposo. Sabe que si le suplicase, obtendría la misma respuesta de siempre:

Abigail comprendió que debía hacer algo para evitar las consecuencias que podría acarrear la falta de tacto de Nabal, y que debía hacerse responsable y actuar de inmediato, sin contar con el consejo de su esposo. Sabía bien que era inútil hablar con él, pues sólo recibiría de su parte una respuesta abusiva y despreciativa. Nabal le habría recordado que él era el amo de la casa y ella, como esposa, estaba supeditada a él, y debía hacer sólo lo que él dijera. Sabía que el mensaje nocivo que había enviado su esposo debía contrarrestarse de inmediato y, sin su consentimiento, reunió todos los alimentos que pudo a fin de aplacar la ira de David, pues sabía que éste estaría decidido a vengarse por el insulto que había recibido. Sabía que Nabal era firme y decidido en su forma de ser, y que nunca consentiría en recibir consejos de ella o llevar a cabo su plan. Ella misma le llevó a David las provisiones que Nabal había rehusado darle, y se unió a la causa de David por el bien de su esposo. Dios aprobó el procedimiento de Abigail en este asunto y las circunstancias revelaron su carácter y nobleza de espíritu. 21 Manuscript Releases, p. 213.

Hagamos una pausa por un momento y consideremos la vida de Abigail viviendo bajo la tiranía de Nabal. ¿Cuántas veces se había burlado de ella? ¿Cuántas veces la había abusado y la había hecho sentir como una mercancía? ¿Cuántas veces le había negado las cosas que una esposa debería recibir de su esposo? Tenía que haber sido un tormento vivir con un hombre completamente desprovisto de ternura, consideración, y preocupación por su bienestar. Al acercarse a David ella podría haber asegurado su propio escape de tal situación. Podría haberle dicho a David lo malo que era su esposo, y lo mal que la trataba. No obstante, ¿qué nos dice la inspiración?

Abigail se dirigió respetuosamente a David, honrándolo y tratándolo con deferencia, y presentó su caso elocuentemente y con éxito. Aunque no excusó la insolencia de su esposo, rogó por su vida. Conflicto y valor, p.169

No estoy seguro que emociones está usted sintiendo en su corazón ahora mismo, pero yo tuve que detenerme y pensar mucho al respecto. ¿Suplicaría por la vida de un hombre que le ha causado nada más que miseria? Abigail era una mujer bellísima por dentro y por fuera. Ella entendía el canal de bendiciones. Si maldecía a su esposo, entonces una maldición caería sobre ella. Es más, ella le ruega a David:

1 Sam 25:28 Y yo te ruego que perdones a tu sierva esta ofensa; pues Jehová de cierto hará casa estable a mi señor, por cuanto mi señor pelea las batallas de Jehová, y mal no se ha hallado en ti en tus días.

Abigail le pide a David que perdone su ofensa. ¿Cómo? Ella no ha hecho nada malo. ¿Por qué hacer esto? Abigail entendía el canal de bendiciones, y como era la esposa de Nabal, era dueña del pecado de su esposo y podía confesarlo. Si no podía realmente abrazar su pecado, tampoco podía confesarlo. 

Abigail demostró una fe que penetraba profundamente dentro del carácter de Dios y su reino. Con fe suplicó por la vida de su esposo, confesando su pecado, y confiando en que Dios oiría el clamor profundo de su corazón que pedía libertad de la tiranía a la que estaba sometida, y libertad para honrar abiertamente al hijo de Isaí. 

1 Sam 25:36 Y Abigail volvió a Nabal, y he aquí que él tenía banquete en su casa como banquete de rey; y el corazón de Nabal estaba alegre, y estaba completamente ebrio, por lo cual ella no le declaró cosa alguna hasta el día siguiente. (36) Pero por la mañana, cuando ya a Nabal se le habían pasado los efectos del vino, le refirió su mujer estas cosas; y desmayó su corazón en él, y se quedó como una piedra.

Al rogar por la vida de su esposo, Dios la liberó de su tiranía terminando con su vida

Así que vemos que Abigail, mediante el proceso de suplicar por la vida de su figura de autoridad inmediata, al tomar el pecado de él sobre sí misma y confesarlo, Dios le quita esa autoridad y le permite acceso directo a David a través del matrimonio.

1 Co 10:11 Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. 

El Hijo de Dios y sus ángeles han sido como un muro de protección alrededor de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Él ha enviado una delegación a la iglesia con una bendición de paz y un pedido de una ofrenda de agradecimiento. Sin embargo, nuestra iglesia ha levantado su voz en tonos firmes e implacables[2] y ha dicho: “¿Quién es este Hijo de David?” “¡No queremos que éste hombre reine sobre nosotros!” 

Como consecuencia, el mal está ya resuelto para la casa del adventismo. Nos han enviado mensajes que explican la calamidad que está a punto de caer sobre nosotros. Muchos hemos sido tratados severamente por la iglesia, y se nos ha prohibido presentar ofrendas de agradecimiento al Hijo de David en la casa adventista. ¿Qué debemos hacer hermanos y hermanas? ¿Debemos decirle al Hijo de David cuán malvado es el liderazgo del adventismo? ¿Hemos de utilizar esto como ocasión para liberarnos de su tiranía y planear su destrucción por medio de circunstancias providenciales? ¿No sería mejor derramar la fragancia de Abigail en nuestros ruegos al Hijo de David?

Estas palabras únicamente podrían brotar de los labios de una persona que participaba de la sabiduría de lo alto. La piedad de Abigail, como la fragancia de una flor, se expresaba inconscientemente en su semblante, sus palabras y sus acciones. El Espíritu del Hijo de Dios moraba en su alma. Su palabra, sazonada de gracia, y llena de bondad y de paz, derramaba una influencia celestial. Patriarcas y profetas, p. 656

¿No deberíamos suplicar por la vida y por los pecados de la iglesia? ¿No deberíamos adueñarnos de los pecados de la iglesia con el fin de poder verdaderamente confesarlos al Hijo de David? No necesitamos el consentimiento de la iglesia para acercarnos al Hijo de Dios; podemos traer nuestro tributo de alabanza y presentar nuestro caso. Ciertamente no necesitamos consultar con esas voces que ya se han divorciado del liderazgo infiel. Actuemos con prontitud para apaciguar al Hijo de David con nuestras súplicas y apelaciones.

Nabal no tenía que haber muerto. Al recibir estas noticias de su esposa, él podría haber discernido su sabiduría en tratar de salvarlo, confesar su pecado, y pedirle que le perdonara por haber sido tan duro. Podría haber enmendado su mala conducta. Pero al mantener su actitud desafiante, y al rehusar que la bendición de David fluyera de él a Abigail, Dios quitó al que bloqueaba el canal de bendiciones, y se aseguró que Abigail recibiera el don de la paz que le fue ofrecido al principio.

Una de las barreras que impidieron que Nabal tomase otro sendero fue su condición de embriaguez y su deseo de actuar como un rey. Si hubiese estado menos embriagado, podría haber cambiado su forma de ser. De la misma manera, el vino de Babilonia que ha seducido a muchos en nuestra iglesia está haciendo que corran el riesgo de un ataque al corazón. Vemos, pues, que la manera más poderosa de quitar una obstrucción en el canal es tomar los pecados de esa obstrucción sobre nosotros mismos, y suplicar por la vida de aquellos que están obstruyendo el canal.

¿No deberíamos suplicar por sus vidas? ¿No deberíamos rogar fervorosamente por ellos? Entonces las siguientes palabras serían pronunciadas sobre nosotros:

1 Sam 25:32 Y dijo David a Abigail: Bendito sea Jehová Dios de Israel, que te envió para que hoy me encontrases. (33) Y bendito sea tu razonamiento, y bendita tú, que me has estorbado hoy de ir a derramar sangre, y a vengarme por mi propia mano.

Le invito a leer la historia de Abigail más estrechamente, ya que hay varias lecciones adicionales que podrían ser para nuestro beneficio. Mencionaré algunos de ellos para su reflexión:

 



[1] Isaí significa “Yo poseó” y Prov. 8:22 dice: “Jehová me poseía al principio”.

[2] Aunque al principio de nuestra historia hubo algunas dudas, nuestra iglesia ha tomado una posición firme. La Creencia Fundamental Nº 2 dice: “Hay un Dios: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, la unión de tres personas coeternas”. Vislumbres de nuestro Dios, Escuela Sábatica, Lección 1, El Dios triuno, Sábado por la tarde, primer trimestre, 2012.