El Dios del clamor de la medianoche

Publicado Ago 26, 2012 por Adrian Ebens En Transcripción

Serie Piedra Angular – Parte I

El Dios del clamor de la medianoche –
La Piedra Angular del Juicio Investigador

Adrian Ebens
www.maranathamedia.com

Sermón presentado el Noviembre 6, 2011
Traducción: Marlise Schneider

Padre en el cielo, te agradecemos tanto que podemos postrarnos en tu presencia. Te agradecemos que Jesús, nuestro Señor y Salvador, intercede por nosotros ante ti, Padre. Pedimos que envíes a tu Espíritu para que nos enseñe, ilumine nuestras mentes y nos dé entendimiento en cuanto a dónde debemos ubicarnos en este momento de la historia de la tierra.  Sabemos, Señor Jesús, que pronto depondrás tus vestiduras de intercesión, y entonces no habrá más sacrificio por el pecado. Padre, necesitamos el carácter de tu Hijo; necesitamos el carácter de Jesús. Por favor, envíanos tu Espíritu, para que remediemos cada defecto en nuestros caracteres, que tengamos el dulce Espíritu de Cristo, para que estemos preparados para el tiempo de tribulación, y para que tengamos la paz de Cristo siempre con nosotros. Te agradecemos en el nombre de Jesús. Amén.

Me gustaría que abran sus Biblias en Daniel 7. Al leer este capítulo, vemos que hay una puerta que abre hacia una habitación. Y ya hablamos un poco de esto, para aquellos que estuvieron con nosotros la semana pasada. Hablamos de cómo fue que los Adventistas del Séptimo Día  hallaron esta habitación en el cielo, y que esta habitación, por supuesto, es el Lugar Santísimo. Y queremos tomar un poco de tiempo para comprender porque razón fue que los adventistas hallaron el camino hacia esta habitación, y hablamos un poco de eso. Veamos el versículo 9 de Daniel 7. Dice:

Daniel 7:9-10 Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. 10 Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos.

Lo que acabamos de describir aquí es la escena del juicio. Ahora veamos en el versículo 13 lo que se llama el clamor de la medianoche. Éste es el clamor de la medianoche en 1844, que por supuesto entendemos que Daniel 8:14 lo describe, y nos da el tiempo de cuándo ocurre el proceso de Daniel 7:10-12, de cuándo comienza el juicio. Y vemos que en el versículo 13, dice:

Daniel 7:13 Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre…

Y las nubes, según la Biblia, hacen referencia a los ángeles.  Los ángeles traen al Hijo del hombre ante el Anciano de Días:

Daniel 7:13 … que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él.

Daniel 7:13 es el clamor de medianoche. ¿Me siguen? Recuerden que leímos en Primeros Escritos la primera visión de Elena de White. Quiero leerles de la página 14[1]. Esto es cuando los adventistas estaban intentando comprender el gran chasco. Habían esperado que Jesús llegara a la tierra, pero no vino a la tierra. (Luego les leeré un pasaje del Gran Conflicto donde tuvieron una experiencia como la de María Magdalena, pero ya llegaremos allí, donde ella dice, “Se han llevado a mi Señor, y no sé dónde está). Entonces en la página 14 dice:

Mientras estaba orando ante el altar de la familia, el Espíritu Santo descendió sobre mí, y me pareció que me elevaba más y más, muy por encima del tenebroso mundo. Miré hacia la tierra para buscar al pueblo adventista, pero no lo hallé en parte alguna, y entonces una voz me dijo: "Vuelve a mirar un poco más arriba." Alcé los ojos y vi un sendero recto y angosto trazado muy por encima del mundo. El pueblo adventista andaba por ese sendero, en dirección a la ciudad que se veía en su último extremo. En el comienzo del sendero, detrás de los que ya andaban, había una brillante luz, que, según me dijo un ángel, era el "clamor de media noche."

Ahora, esto es muy, muy importante. Esta es la primera visión de Elena de White. Ella describe el camino que va desde la tierra hasta la ciudad celestial. Hay una luz al principio de aquel camino, y a aquella luz se la llama el clamor de la medianoche. Y si estudian – creo que incluso puedo referirme al Gran Conflicto, página 480:

La proclamación: "¡He aquí que viene el Esposo!" en el verano de 1844, indujo a miles de personas a esperar el advenimiento inmediato del Señor. En el tiempo señalado, vino el Esposo, no a la tierra, como el pueblo lo esperaba, sino hasta donde estaba el Anciano de días en el cielo, a las bodas; es decir, a recibir su reino.

Entonces vemos donde ella dice muy claramente: “He aquí viene el esposo”, y “este es el clamor de medianoche” es la declaración de Daniel 7:13, de cuando el Hijo de Dios llega al Anciano de Días.

Ahora avancemos un poquito más en Primeros Escritos, a la página 54. Entonces ella vuelve a describir:

Vi un trono, y sobre él se sentaban el Padre y el Hijo. Me fijé en el rostro de Jesús y admiré su hermosa persona. No pude contemplar la persona del Padre, pues le cubría una nube de gloriosa luz.

Aquí hay algo muy interesante, y lo mencioné antes. Contemplan al Padre y al Hijo - obviamente la luz cubre al Padre, y no lo pueden ver. Ella sólo ve una luz, pero ve la forma de Jesús y dice:

Pregunté a Jesús si su Padre tenía forma como él. Dijo que la tenía, pero que yo no podría contemplarla, porque, dijo: "Si llegases a contemplar la gloria de su persona, dejarías de existir."

Y luego dice:

Delante, del trono vi al pueblo adventista -la iglesia y el mundo. Vi dos compañías, la una postrada ante el trono, profundamente interesada mientras que la otra no manifestaba interés y permanecía de pie, indiferente. Los que estaban postrados delante del trono elevaban sus oraciones a Dios y miraban a Jesús; miraba él entonces a su Padre, y parecía interceder para con él. Una luz se transmitía del Padre al Hijo y de éste a la compañía que oraba.

Ella está describiendo aquí el proceso de la intercesión como ocurría antes de 1844, y luego dice que, cuando oraban “Padre, danos tu Espíritu”, una luz provenía del Padre al Hijo, y del Hijo a la multitud que oraba. Dice (página 54):

Pero pocos recibían esta gran luz. Muchos salían de debajo de ella y la resistían inmediatamente.

Aquella luz que venía, que llegaba al pueblo de Dios en 1844, era “Aquí viene el Esposo”, pero entonces la luz les empezó a llegar desde Octubre 23. La luz les vino, a Hiram Edson y sus amigos, de que Jesús no había venido a la tierra, sino que Jesús se había movido desde el Lugar Santo al Santísimo, y que ahora había trabajo que hacer allí. Elena de White describe este proceso. Dice, en la página 55:

Vi al Padre levantarse del trono.

Este es el trono en el Lugar Santo, que es la mesa de los panes. Si estudian cuidadosamente el santuario, hay una cornisa (o franja) alrededor de la mesa de los panes, así como hay una cornisa alrededor del Arca del pacto. Estos representan, o simbolizan, al trono, al movimiento desde el Lugar Santo, desde la mesa de los panes, hacia el Arca del pacto, donde está el trono del Santísimo. Ella dice:

Vi al Padre levantarse del trono, y en un carro de llamas entró en el lugar santísimo, al interior del velo, y se sentó. Entonces Jesús se levantó del trono, y la mayoría de los que estaban prosternados se levantó con él. No vi un solo rayo de luz pasar de Jesús a la multitud indiferente después que él se levantó, y esa multitud fue dejada en perfectas tinieblas. Los que se levantaron cuando se levantó Jesús, tenían los ojos fijos en él mientras se alejaba del trono y los conducía un trecho. Alzó entonces su brazo derecho, y oímos su hermosa voz decir: "Aguardad aquí; voy a mi Padre para recibir el reino; mantened vuestras vestiduras inmaculadas, y dentro de poco volveré de las bodas y os recibiré a mí mismo."

¿Qué significa eso de entrar al Lugar Santísimo? ¿Qué significa para nosotros el que Jesús entre al Lugar Santísimo? Como dijimos la semana pasada, significa que cambia toda nuestra comprensión del plan de salvación. Cuando comprendemos que Jesús entra al Lugar Santísimo, comprendemos que habrá un fin de los pecados antes de la Segunda Venida. ¿No es cierto? Antes de la reforma, las personas ni oraban directamente a Jesús en la mayoría de las iglesias, sino que iban a los sacerdotes, ¿no? Y ellos confesaban sus pecados, por lo tanto ni pensaban en el cielo, sino que simplemente iban a los sacerdotes, y confesaban sus pecados a los sacerdotes. Pero entonces, cuando Martín Lutero, Calvino y Zwinglio aparecieron, dijeron, “No, nosotros confesamos nuestros pecados directamente a Jesús. Sólo Jesús es nuestro sacerdote, y no necesitamos otro”. Así que comenzaron a confesar sus pecados directamente a Jesús. Pero hasta 1844, toda la idea de un santuario en el cielo, y dos compartimentos, y que Dios se moviese del Lugar Santo al Lugar Santísimo – esta idea no existía en el mundo Cristiano hasta justo después de 1844, cuando los pioneros se dieron cuenta que Jesús estaba cambiando su rol de simplemente recibir oraciones y perdonar pecados. Ahora Jesús también estaba involucrado en la obra de limpiar a sus hijos del pecado y evitar que el pecado ocurriera en ellos, para que él pudiese volver a la tierra y llevar a sus hijos a su hogar.

Entonces, esto era diferente. Pero quiero leerles algo. Esto es muy importante. Dice en el Gran Conflicto, página 461:

El pasaje bíblico que más que ninguno había sido el fundamento y el pilar central de la fe adventista era la declaración: "Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el Santuario." (Daniel 8: 14, V.M.)

Muchos dicen: Este es nuestro pilar fundamental. Pero, ¿por qué es nuestro pilar fundamental? Bueno, nos abrió – ella lo dice en la página 477 del Gran Conflicto:

El asunto del santuario fue la clave que aclaró el misterio del desengaño de 1844. Reveló todo un sistema de verdades, que formaban un conjunto armonioso…

Ven cómo dice: “Reveló todo un sistema de verdades, que formaban un conjunto armonioso…”

Al mudarse al Lugar Santísimo, los Adventistas del Séptimo Día vieron, a esa altura, cuando entraron al Lugar Santísimo, y lo pueden leer en el Gran Conflicto – les invito a leer este capítulo: “In the Holy of Holies [Jesucristo nuestro abogado]”. De repente vieron la ley de Dios en el Lugar Santísimo, y se dieron cuenta que el cuarto mandamiento todavía estaba en aquella ley, y eso los abrió al sábado. Debido al juicio, ahora se dieron cuenta que estaba sucediendo un juicio, lo que significa que su comprensión del estado de los muertos no podía ser que uno se iba directo al cielo cuando muere, porque si existe un juicio, se recibiría la recompensa luego del juicio. No se podía ir directo al cielo, por lo tanto eso afectaba el estado de los muertos. Entonces, por supuesto, Jesús volvería y daría su recompensa a los que fueron juzgados – esto les mostró la verdad acerca de la segunda venida.

Entonces vemos que, porque Jesús y el Padre se mudaron del Lugar Santo al Lugar Santísimo, se abrió la verdad acerca del Sábado, del juicio, del estado de los muertos, y de la segunda venida. Todo esto llegó debido a este cambio del Lugar Santo al Lugar Santísimo. ¿Entienden lo que les digo? Y recuerden lo que se le dijo a Elena de White. Dice que ella vio una luz al principio del camino, que iluminó todo el camino hasta la ciudad celestial.

Ahora, si estudiamos algo de la doctrina, porque lo que hemos estado hablando es acerca de la doctrina del juicio investigador, si estudiamos lo que dicen otros, otras iglesias:

“La doctrina [del santuario] es, para mí, dentro de la historia religiosa, el intento más extraordinario y psicológico por salvar la dignidad. Personalmente no creemos que existe siquiera una sospecha de un texto en las Escrituras para sostener una posición tan peculiar, y además, creemos que cualquier esfuerzo por establecerla es carente de fuerza, sin efecto, y sin provecho. […] [Es] sin importancia y casi ingenua.” Donald G. Barnhouse, ed., Eternity 7:67 (Septiembre 1956), página 67, 4345; citado por Cottrell.

La enseñanza de la Iglesia Adventista del Séptimo Día acerca del juicio investigador ha sido ampliamente criticada. Aparte de ser criticada por teólogos no adventistas, algunos adventistas progresistas no están de acuerdo con la doctrina del juicio investigador en la forma tradicional que enseña la iglesia. Los periódicos progresistas  Spectrum y Adventists Today han, en varias ocasiones, publicado visiones alternativas o críticas a la doctrina. (Wikipedia – Investigative Judgment [Juicio Investigador])

Los Adventistas del Séptimo Día son los únicos que creen en la doctrina del juicio investigador. Ninguna otra iglesia cree en esta doctrina. Creen que, cuando pecamos, le confesamos a Jesús, él nos perdona, y si te morimos, vamos directo al cielo. Eso es lo que todas las otras iglesias creen, ¿no? Lo que quiero decir es que todas las demás iglesias, cuando le confiesan a Jesús, creen que él simplemente les va a perdonar, y perdonar, y perdonar. No existe un final, y no termina esta obra, por lo tanto no existe la necesidad de vencer el pecado, porque Jesús continúa perdonando pecados, no importa qué suceda. Entonces no es necesario vencer todos tus pecados porque Jesús continuará perdonando, perdonando, perdonando, perdonando.

Pero para los Adventistas del Séptimo Día, cuando nos damos cuenta de que habrá un final a la obra del perdón del pecado, de repente hay una necesidad de vencer al pecado. Hay una necesidad mucho más grande de vivir una vida justa y santa. Eso es lo que nos muestra la doctrina del juicio investigador.

Al final del tiempo de gracia, la obra del juicio investigador llega al punto en el que la gracia se cierra, y entonces ya no hay más mediación para el pecado. Y esto requiere una comprensión muy especial del evangelio. Y de esto se trata 1888, de que comprendamos la justicia de Cristo y cómo heredamos su justicia. Es muy importante que comprendamos esto, porque si entramos al Lugar Santísimo con la idea equivocada de cómo vencer al pecado, nos desanimaremos por el hecho de que pareciera que no podemos vencer al pecado, entonces abandonaremos la creencia de que se puede vencer al pecado. En el momento en que abandonamos la idea de que podemos vencer al pecado, hemos salido del Lugar Santísimo. ¿Comprenden lo que estoy diciendo?

[Se hace el comentario que muchos adventistas creen que pecaremos hasta que Jesús vuelva].

Y esto es lo que sucede con nuestra iglesia. No es casualidad el por qué está sucediendo esto, especialmente desde 1980. Nuestra iglesia entera ha sido influenciada por creencias diferentes para alejar a la gente, y les daré una breve explicación del por qué de esto. Si volvemos a la primera visión de Elena de White, ella dice (página 14):

Esta luz brillaba a todo lo largo del sendero, y alumbraba los pies de los caminantes para que no tropezaran. Delante de ellos iba Jesús guiándolos hacia la ciudad, y si no apartaban los ojos de él, iban seguros.

Entonces, debíamos mantener nuestros ojos fijos en Jesús, y si manteníamos nuestros ojos fijos en Jesús, estaríamos a salvo. Ahora, Jesús, por supuesto, está yendo al Lugar Santísimo, y necesitamos mantener nuestros ojos fijos en Jesús, y es aquí donde se vuelve muy, muy importante. Mi presentación Heart of the 1888 Message [El centro del mensaje de 1888] – lo que comprendemos, y esto es lo que los Adventistas comprendían, porque creían que Jesús era el Hijo de Dios, creían que él heredó todo lo que tiene de su Padre, lo cual nos da una comprensión de una persona a la cual estamos copiando. La persona a la que copiamos es una persona que ha recibido todo de parte del Padre.

Ahora, esta comprensión de Jesús es clave para poder mantenernos en el lugar Santísimo. Al entrar al Lugar Santísimo por fe, contemplamos a un ser que ha recibido todo de su Padre, y confía en él, lo ama, y confía que su Padre le da todo.

Ahora, sabemos que Jesús llegó a poseer estas cosas, que poseyera vida en sí mismo, pero de todas maneras sabemos que estas cosas le fueron dadas. A nosotros no se nos otorgan estas cosas. No se nos otorga todo lo que recibió Jesús, pero aun se nos da todo lo que tenemos. Todo lo que tenemos ha provenido de Dios. Pero adoramos a Jesús, quien recibió todo lo que tiene de parte del Padre, y al adorar a este Ser, al contemplarlo, somos transformados. Al ver que Jesús recibió del Padre todo lo que tiene, tanto en el cielo como en la tierra, somos transformados a la misma imagen, y creemos que recibiremos toda la plenitud del carácter divino de Dios. De la misma manera que Jesús recibió todo de su Padre, podemos recibirlo de Jesús. ¿Tiene sentido eso?

Ahora, si entonces cambiamos y contemplamos a un Jesús que recibe todo de sí mismo, que tiene su propio poder de parte de sí mismo, que depende de sí mismo, entonces al mirar a un Jesús así, e ir al Lugar Santísimo, comenzamos a seguir el patrón de un ser que hace todo desde sí mismo. Entonces, hay un corto circuito en el canal de bendición, y sin darnos cuenta, intentamos vencer al pecado mediante nuestro propio poder. Miramos a Jesús, le pedimos que nos dé poder, pero porque estamos contemplando un ser que ha recibido todo de sí mismo, subconscientemente seguimos el patrón de esa clase de dios, e intentamos vencer al pecado. Aquel es un falso Cristo. Con ese Cristo se vuelve tan difícil, nos desanimamos tanto por no poder vencer al pecado, que nos surge la doctrina de que no se puede vencer al pecado.

Eso es lo que le sucedió a la iglesia Adventista. En la década de 1950, lentamente comenzamos a cambiar nuestra visión de Jesús, de uno que recibió todo de su Padre, a uno que hace todo por sí mismo. Y para cuando llegamos al final de la década de 1970, se creó la situación en la cual personas como Desmond Ford dijeron que no se puede vencer al pecado. Ford abandonó completamente la doctrina del Lugar Santísimo. ¿Vemos cómo la doctrina del Lugar Santísimo no puede sobrevivir si no creemos que Jesús es verdaderamente el Hijo de Dios?

Ahora, hay muchos adventistas hoy en día que todavía creen que existe un juicio investigador, pero todos los pilares de aquella doctrina han sido quitados, y existe una creencia simbólica de que podemos vencer al pecado. Aquellos que creen que podemos vencer al pecado se vuelven muy legalistas. Comienzan a machacar el púlpito y guían a la gente a una experiencia legalista, porque están adorando a un Jesús que hace todo desde sí mismo. Creen que él nos dará poder, pero adoran a un ser que hace todo por sí mismo, por lo tanto comenzamos a hacer todo por nosotros mismos. ¿Pueden ver lo que estoy diciendo? Contemplamos, e imitamos aquello que contemplamos. Por esto es que la verdad del Hijo de Dios es tan vital a la doctrina del juicio investigador. Ahora, recordemos que ninguna de las demás iglesias ha ido al Lugar Santísimo – ni siquiera creen en él.

Ahora quisiera explicar un poco por qué las demás iglesias no pudieron entrar al Lugar Santísimo. Tengo aquí una lista de los credos, los distintos credos de las denominaciones protestantes. Por ejemplo, la confesión de Westminster de 1647, era bastante estándar en las iglesias protestantes del siglo XVII, y dice:

Pregunta 4: ¿Qué es Dios?

Respuesta: Dios es un espíritu, infinito, eterno, inmutable…

Ahora, cuando piensas en eso, que Dios es un espíritu, infinito, eterno, inmutable, cuando Dios es inmutable, eso significa inmutable en todas formas, no cambia, y quiero que se aferren a ese punto.

Esto es lo que dice el artículo anglicano de fe:

Hay un solo Dios vivo y verdadero, eterno, sin cuerpo, partes ni pasiones.

Si adoras un Dios así, que no tiene cuerpo, ni forma, ni partes, ni pasiones, cuando llegas a Daniel 7 y lees, (pero el Dios en el que crees no tiene ni cuerpo ni partes), y dice que fueron puestos los tronos y se sentó el Anciano de Días, y que el cabellos de su cabeza era blanco como la lana, pero crees en un Dios que no tiene cuerpo ni partes, ¿cómo vas a leer esto? Sólo puedes leerlo como metafórico. Esto que estoy diciendo es muy, muy importante. Si crees en un Dios sin cuerpo ni partes, y sin pasiones, y lees Daniel 7, no puedes creer que literalmente hay un Dios que se ha mudado del Lugar Santo al Lugar Santísimo, no hay un Lugar Santo ni Lugar Santísimo, no hay movimiento, porque Dios es infinito, inmutable, Dios no se mueve. No necesita moverse, porque está en todos lados. ¿Comprendes lo que estoy diciendo?

La doctrina de la Trinidad hace que sea imposible creer en un santuario de dos compartimentos en el cielo. Porque cuando estás leyendo esto, estás creyendo en un Dios que simplemente está en todos lados. No tiene cuerpo, ni partes, por lo tanto cuando lees que el Padre se sentó - bueno, el Padre no se sienta, porque no tiene cuerpo. ¿Comprendes? No tiene cabellos, porque no tiene forma. Por lo tanto, si eres anglicano, esto no es literal, sino simplemente metafórico. Entonces lees, ah, bueno, entonces Dios nos está dando una ilustración, pero eso no es lo que es Dios. Al contemplar, somos transformados, y si Dios no tiene cuerpo ni partes, entonces estamos adorando a un Dios que en realidad no está allí; es simplemente un espíritu y no podemos en realidad estirar el brazo y asirnos a él. Entonces se vuelve incomprensible, místico - ¿comprenden lo que digo?

La confesión metodista es casi idéntica a la anglicana. Dice:

Hay un solo Dios viviente, eterno, sin cuerpo ni partes…

No dice sin pasiones – avanzaron un poco, y creen que Dios tiene emociones, que tiene sentimientos. Y todo esto sigue, y dice que hay una unidad en:

esta Divinidad, hay tres personas, de una sustancia, poder y eternidad: el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo.

Si tenemos a tres personas en una sustancia, ¿cómo puede una parte de esa sustancia levantarse, moverse y sentarse, y luego otra parte de esa sustancia venir ante él? ¿Tiene sentido eso? Nuestras mentes ni pueden captar eso. No tiene ningún sentido. ¿Ven lo que estoy diciendo?

Al leer Daniel 7:14, “y le fue dado dominio”, el Hijo del hombre entra ante el Anciano de Días, y dice que el Anciano de Días le da al Hijo del hombre “dominio, gloria y reino”, tanto que el Padre en realidad le da al Hijo un reino. Ahora, si crees en un Dios que se compone de tres personas en una sustancia, ¿puede una parte de esa sustancia literalmente entregarle a otra parte de esa sustancia un reino y un dominio?

Ahora todos admitimos que este personaje fue Jesucristo; pues ningún ser en el cielo o la tierra ha tenido alguna vez la promesa de un reino eterno, sino él. ¿Y no es que el Anciano de Días se lo da? ¿No sería absurdo decir que él se lo da a sí mismo? Cómo puede entonces decirse (o probarse), como dicen algunos, que el Hijo es el Anciano de Días? Este pasaje, y el de Apocalipsis 5, prueban claramente que Dios y su Hijo son dos personas en el cielo. Jesús dice: “Yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió.” (Juan 8:42) “Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre.” (Juan 16:28)

José Bates, 1846, Opening of the Heavens [La apertura de los cielos], página 18.

No puede [una parte de la sustancia entregar un reino a otra parte de esa sustancia]. ¿Por qué? Porque ya le pertenece. Ya le pertenece, porque él es parte de esta única sustancia. Por tanto, la misma noción de un ser, el Padre, que realmente, literalmente, le entrega su reino a su Hijo, sólo puede ser metafórica.

Nuevamente, te ves forzado a una comprensión metafórica debido al Dios al que adoras. ¿Comienzan a comprender este punto? El Dios al que adoras afecta tu habilidad para comprender la doctrina del santuario.

Ahora veamos la confesión Bautista:

Creemos que hay uno, y sólo un, Dios vivo y verdadero, un espíritu infinito e inteligente.

Infinito significa ilimitado, no hay límites, y por esto es que ninguna de las iglesias podría jamás creer en la doctrina del juicio investigador. No pueden creer en la purificación de un santuario porque no pueden creer que el Hijo del Hombre pueda en verdad recibir un reino del Anciano de Días, ni que se puedan movilizar. No se mueven, porque están en todos lados, son un espíritu que es infinito, sin cuerpo ni partes, lo que significa que no se movilizan, no cambian.

Recordemos la confesión de Westminster, que comenzaba con una pregunta: ¿Qué es Dios? Jaime White copia aquella declaración en la Review and Herald de Agosto 19, 1858. Ahora, les quiero presentar al Dios de nuestros padres, éste es el Dios de nuestros padres. Este es el Dios al que ellos adoraban, que es muy diferente al de los demás dioses que recién les leí. Él [Jaime White] dice: “¿Qué es Dios?” Está preguntando la misma pregunta que la confesión de Westminster. Lo primero que dice es esto: “El es material…” Y eso es interesante: él es material, se lo puede tocar, tiene una forma, no es etéreo, no es inmaterial.

El es material, inteligencia organizada, poseyendo tanto cuerpo como partes. Tiene la forma del hombre.

Ahora, por supuesto, algunos saltarían sobre eso y dirían: “Estás haciendo a Dios a nuestra imagen!” Pero la Biblia dice: “Y dijo Dios, hagamos al hombre a nuestra imagen…” Eso es lo que está diciendo. Fuimos creados a su imagen. Fuimos hechos material, somos carne y hueso. Cualquiera que sea el material del cual está Dios hecho, no lo sabemos, la Biblia no lo dice, pero él tiene una forma. Recordemos que Elena de White dijo en Primeros Escritos: Ella preguntó si el Padre poseía una forma igual que Jesús. Jesús dijo, “Sí, mi Padre tiene una forma.” Si tiene forma entonces tiene un cuerpo; para tener una forma se necesita tener un cuerpo, ¿no?

Entonces él [Jaime White] hace esta pregunta:

¿Qué es Jesucristo? El es el Hijo de Dios, y es como su Padre, siendo “el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia.” (Hebreos 1:3) Es una inteligencia material, con cuerpo, partes y pasiones; posee carne inmortal y huesos inmortales.

Review and Herald, Agosto 19, 1858.

Ese, mis amigos, es el Dios de nuestros padres. Un Dios y un Señor. Un Padre y un Hijo. Presentes en todos lados mediante su Espíritu omnipresente – el Espíritu Santo de Dios. Ahora, con un Dios así, al leer Daniel 7, se puede realmente ver al Hijo del Hombre entrar, porque Elena de White dijo, “Vi al Padre levantarse, moverse, y luego sentarse.” Tienes que concebir a un ser que tiene cuerpo, que tiene partes, que tiene cabello – “El pelo de su cabeza como lana limpia” (Daniel 7:9)

Dios, un ser personal

Prueba:

“También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto.” (Juan 5:37)

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otros tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, … el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia,” etc. (Hebreos 1:1-4)

“Estuve mirando hasta que… se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia.” (Daniel 7:9)

Entonces, el mismo Dios al que se adora es lo que nos permite entrar al Lugar Santísimo. Así el Padre y el Hijo que se describen en 1 Corintios 8:6:

“Sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él.”

La adoración a éste Dios, y sólo éste Dios, es lo que nos permite acceso al Lugar Santísimo. ¿Tiene sentido esto? 1 Corintios 8:6 es la base de nuestras dos primeras creencias fundamentales desde 1872 hasta 1914. Si leemos las creencias fundamentales, dice que creemos en “un Dios”, y luego describe todos los atributos del Padre, y que está presente en todos lados mediante su Espíritu. Y luego dice: y “un Señor, Jesucristo.” El comienzo de nuestras creencias fundamentales se basó en 1 Corintios 8:6.

Cuando lees material de aquellos que creen en la Trinidad, no citan a 1 Corintios 8:6. Jamás se lo menciona, porque aquel versículo define tan claramente a Dios de una manera que es literal. Ahora, espero que puedan ver lo que estoy diciendo, que el Dios al que adoras, si no posee cuerpo ni partes, si no es un ser material, entonces no puedes aferrarte a esta doctrina del Lugar Santísimo.

Cuando estudiaba para ser pastor, la idea del Lugar Santísimo, la idea de un ministerio en el Lugar Santísimo, era minimizada muchísimas veces. Se me decía: “Adrian, Dios no puede ser contenido en una caja, Dios no puede ser contenido en una caja.” Y esto implicaba aceptar este concepto de la Trinidad. La idea trinitaria de tres personas en un Dios. Y entonces, lentamente, vemos que la doctrina adventista, si estudias los fundamentos Adventistas, verás que nuestra iglesia hizo un cambio en 1980, y ya no hablaba de dos compartimentos. Si estudias gran parte del material Adventista hoy, no habla de dos compartimentos, sino de dos fases – y eso refleja la creencia a la que hemos cambiado, la Trinidad.

De 1872, Fundamento 10:

Lo que se llama purificación es en este caso, como en el tipo, simplemente la entrada del sumo sacerdote al Lugar Santísimo, para completar el recorrido del servicio conectado allí, borrando y quitando del santuario los pecados que habían sido transferidos allí mediante la ministración del primer compartimento, Hebreos 9:22, 23.

Del Fundamento Adventista 24 actual:

En 1844, al final del periodo profético de 2300 días, él entró a la segunda y última fase de su ministerio expiatorio.

Lo interesante es lo que les acabo de leer, aquellos credos, acerca del dios al cual se adora, sin cuerpo ni partes. En 1955, en el libro Questions on Doctrine [Preguntas sobre doctrina], dice que (si lees en la página 21[2]) nosotros, en común con los credos protestantes, creemos en la Trinidad. Pero si estamos en común con los credos protestantes, entonces estamos en común con la creencia de que hay tres personas, un Dios, hay un ser, y esta confusión comienza a ocurrir dentro de la Iglesia Adventista, y al incrementarse lentamente esta confusión, la doctrina del Juicio Investigador ya no puede sostenerse, y por eso muchísimos adventistas ahora no creen, no la creen.

Cualquier adventista que no cree en la victoria sobre el pecado, no cree en el ministerio en el Lugar Santísimo, no cree que la obra de pecado y confesión deba cesar y que Cristo volverá por segunda vez sin pecado. Si no crees en una victoria completa sobre el pecado, entonces no crees en el cierre de gracia, y no crees en la doctrina del Juicio Investigador. Y eso es perfectamente lógico, porque una, la doctrina de la Trinidad, hace que sea muy, muy difícil creer en el Juicio Investigador.

Ninguna de las demás iglesias entró al Lugar Santísimo porque jamás aceptaron la verdad del Padre y el Hijo. Como adventistas, [en el pasado] aceptamos aquella verdad, entramos al Lugar Santísimo, y por eso nos aferramos a esa doctrina, pero ahora aquella doctrina se está erosionando, muy, muy lentamente, parte por parte, y ha sido estropeada de toda su verdad.

Pero ven, en base a lo que he leído, al Dios de nuestro pioneros: ellos adoraban a un Dios que es material, de inteligencia organizada y que posee tanto cuerpo como partes, y es este Dios y su Hijo los que nos permiten creer en la doctrina del Juicio Investigador. Como les dije, la luz que alumbra el camino hasta la ciudad celestial, es el clamor de medianoche, el cual es “He aquí viene el esposo”, lo cual significa que Jesús viene al Anciano de Días, lo cual significa que creemos que hay movimiento en el cielo. Y la única manera en que podemos creer que hay movimiento en el cielo, y que se paran, sientan y mueven, es creyendo en un Dios que es material, que posee tanto cuerpo como partes. Únicamente este Dios nos permite creer verdaderamente en la doctrina del Juicio Investigador, y es por esto que ninguna de las otras iglesias lo cree, y por esto la mayoría de los adventistas hoy en día no creen en esta doctrina.

Así que quiero dejarles este pensamiento, cómo la doctrina de la Trinidad es totalmente incompatible con la doctrina del Juicio Investigador. Ahora, hay muchos adventistas conservadores que no estarían de acuerdo, pero el fundamento sobre el cual creen es la Trinidad, y necesito simplemente mencionar esto, cuando lees los Fundamentos Adventistas, el fundamento numero 2 dice que “creemos en un Dios: una unidad de tres personas co-eternas.” Esta unidad de estas personas co-eternas, si sigues leyendo, luego se refiere a “él”, como se presentará en el futuro folleto de escuela sabática. Dice que este Dios, este Dios de tres personas, que se llama “él”, también se llama “ellos” – un Dios que es “él”, y también es “ellos”. Cuando empiezas a jugar de esta manera con la lengua inglesa [y española], comienza la confusión, y por esto es que ahora vemos que el Hijo de Dios del adventismo ya no es más un hijo literal. La doctrina de la Trinidad hace que un Hijo literal sea imposible para la iglesia Adventista, y por esto, mucha gente no cree que Jesús salió del Padre en la eternidad. La doctrina de la Trinidad, aquel “él” que son tres, que son “ellos”, que es “él”, que es una completa confusión, destruye la idea de que Jesucristo es un Hijo.

Entonces hoy, el Dios de nuestros padres, el Dios que es material, inteligencia organizada, y que posee tanto cuerpo como partes, nos está llamando para volver a él, para que podamos tener una doctrina verdadera del Juicio Investigador, para que entonces podamos orar hacia el Lugar Santísimo, y decir, “Padre, danos tu Espíritu.” Y de Dios, una luz, como dice en Primeros Escritos, una luz saldrá del Padre, y atravesará el corazón de su Hijo, como vimos la semana pasada. El Hijo de Dios es el que se sujeta a su Padre, y agrega a aquel río, aquella corriente, aquellos ingredientes vitales de sumisión, confianza y obediencia, para que podamos modelarnos tras nuestro Señor Jesús, y para que podamos tener la victoria sobre cada pecado en nuestras vidas al beber de aquella agua viva que sale del corazón del Hijo de Dios.

Arrodillémonos si podemos, y oremos.

Nuestro Padre en el cielo, queremos agradecerte que adoramos, que hemos vuelto a adorar, al Dios de nuestros padres, al Dios que es material, inteligencia organizada, que posee tanto cuerpo como partes, un Dios que se mueve, un Dios que se mueve del Lugar Santo al Lugar Santísimo. Un Dios que tiene un Hijo,  al que engendró a su imagen, y a quien ahora en verdad le está entregando un reino y un dominio. Este es el Dios al que elegimos adorar hoy. Este es el Dios al que clamo hoy. Dios, danos tu Espíritu, no el espíritu que viene del dios que se llama la Trinidad. No queremos ese espíritu. Queremos el Espíritu de nuestro Padre y nuestro Señor Jesucristo. Envíanos tu Espíritu, para que podamos vencer cada pecado en nuestras vidas y para que puedas bendecirnos. Te agradecemos por oír nuestras oraciones. En el nombre de Jesús. Amén.

 


[1] La traductora está utilizando una versión electrónica de Primeros Escritos en español. Es posible que la paginación de la versión electrónica no coincida del todo con la versión impresa del libro.

[2] Corresponde a la paginación en inglés.