Algo a que aferrarse

Publicado May 29, 2013 por Adrian Ebens En El Padre y el Hijo

¿Cuál es el mensaje que absorbe a todos los demás para ser predicado al mundo en los últimos días?

En un sentido especial, los adventistas del séptimo día han sido puestos en el mundo como centinelas y portadores de luz. A ellos les ha sido confiada la tarea de dar la última amonestación a un mundo que perece. La Palabra de Dios proyecta sobre ellos una luz maravillosa. Una obra de la mayor importancia les ha sido confiada: Proclamar los mensajes del primero, segundo y tercer ángeles. No hay ninguna otra obra de mayor importancia. No deben permitir que ninguna otra cosa ocupe su atención. 9T, p. 19.

¿Y cuál es el tema central del mensaje del tercer ángel?

Varios me han escrito preguntándome si el mensaje de la justificación por la fe es el mensaje del tercer ángel, y he contestado: “Es el mensaje del tercer ángel en verdad”.—The Review and Herald, 1 de abril de 1890.

¿Quién pronunció este mensaje y de que se trataba?

En su gran misericordia el Señor envió un preciosísimo mensaje a su pueblo por medio de los pastores Waggoner y Jones. Este mensaje tenía que presentar en forma más destacada ante el mundo al sublime Salvador, el sacrificio por los pecados del mundo entero. Presentaba la justificación por la fe en el Garante; invitaba a la gente a recibir la justicia de Cristo, que se manifiesta en la obediencia a todos los mandamientos de Dios. Muchos habían perdido de vista a Jesús. Necesitaban dirigir sus ojos a su divina persona, a sus méritos, a su amor inalterable por la familia humana. Todo el poder es colocado en sus manos, y él puede dispensar ricos dones a los hombres, impartiendo el inapreciable don de su propia justicia al desvalido agente humano. Este es el mensaje que Dios ordenó que fuera dado al mundo. Es el mensaje del tercer ángel, que ha de ser proclamado en alta voz y acompañado por el abundante derramamiento de su Espíritu. TM 91.2

¿Cómo está el tema del Hijo unigénito relacionado con el mensaje de la justificación por la fe? Observe la introducción al libro de Cristo y su justicia por E. J. Waggoner:

En el primer versículo del tercer capítulo de Hebreos leemos una exhortación que comprende todo mandato dado al cristiano. Es ésta: "Por lo tanto, hermanos santos, participantes del llamado celestial, considerad al Apóstol y Sumo Sacerdote de la fe que profesamos, a Jesús." Hacer esto tal como indica la Biblia, considerar a Cristo continua e inteligentemente tal como él es, lo transformará a uno en un Cristiano perfecto, puesto que "contemplando somos transformados". Cristo y su Justicia, p. 3.

AT Jones nos presenta este principio de contemplar a Cristo con más claridad. El primer capítulo de su libro El camino consagrado a la perfección cristiana comienza llamándonos a examinar el "tal" en la declaración de Pablo "Tal sumo sacerdote" Heb 8:1 Note lo que dice:

La condescendencia de Cristo, su posición y su naturaleza al ser hecho carne en esta tierra, nos son reveladas en el segundo capítulo de Hebreos más plenamente que en cualquier otra parte de las Escrituras. Pero eso sucede en el segundo capítulo. El primero le precede. Por lo tanto, la verdad o tema del capítulo primero, es imprescindiblemente necesaria para el segundo. Debe comprenderse plenamente el primer capítulo para poder captar la verdad y concepto expuestos en el segundo. En el primer capítulo de Hebreos, la exaltación, la posición y la naturaleza de Cristo tal cuales eran en el cielo, antes de que viniese al mundo, nos son dadas con mayor plenitud que en cualquier otra parte de la Biblia. De lo anterior se deduce que la comprensión de la posición y la naturaleza de Cristo tal como eran en el cielo, resulta esencial para comprender su posición y naturaleza tal como fue en la tierra. Y puesto que "debía ser en todo" tal cual fue en la tierra, "para venir a ser misericordioso y fiel pontífice", es esencial conocerlo tal cual fue en el cielo. El camino consagrado a la perfección cristiana, p. 7.

Esencialmente, lo que Jones y Waggoner nos están diciendo es que cuando contemplamos a Cristo “tal como es” revelado en la Escritura y en especial en Hebreos uno y dos, seremos transformados en la misma imagen, y recibiremos esa justicia que producirá el guardar de todos los mandamientos en la vida.

Por lo tanto, si queremos conocer al Hijo de Dios “así como él es”, si queremos conocer su verdadera posición y naturaleza como era en el cielo, se deduce que es esencial saber quién es exactamente el Hijo de Dios. Debemos saber si él es engendrado o no engendrado, debemos saber si es un Hijo por herencia o tan solo un Hijo por título. Si queremos conocer a Jesús “tal como es”, entonces es de vital importancia conocer la verdad sobre el Hijo de Dios. Si no lo sabemos, entonces no podremos ser transformados a la semejanza de Cristo, y peor aún, si asumimos una visión incorrecta con seguridad vamos a ser transformados a la imagen de Satanás, el padre de todos los cristos falsos e ídolos de la imaginación.

Por lo tanto un conocimiento correcto del Hijo de Dios es el mismo centro de la comprensión de la justificación por la fe. ¿Cómo así? ¿Cómo hacer la conexión? Consideremos este pasaje:

Haya pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, (6) el cual siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse. Filipenses 2:5-6.

La Biblia nos dice con claridad que Cristo no estimó el ser igual a Dios como algo a que aferrarse. La pregunta fundamental que debemos hacernos aquí es, ¿en que se basó Cristo para pensar que no tenía que aferrarse a ser igual a Dios? ¿De dónde procedía su confianza? Déjemos que AT Jones resuelva el asunto:

¿Cuál es, pues, la consideración con respecto a Cristo, en el primer capítulo de Hebreos?Primeramente se presenta a "Dios" el Padre como quien habla al hombre. Como Aquel que habló "en otro tiempo a los padres, por los profetas", y como el que "en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo". Así nos es presentado Cristo, el Hijo de Dios. Luego se dice de Cristo y del Padre: "al cual [elPadre] constituyó heredero de todo, por el cual [el Padre, por medio de Cristo] asimismo hizo el universo". Así, previamente a su presentación, y a nuestra consideración como sumo sacerdote, Cristo el Hijo de Dios se nos presenta siendo con Dios el creador, y como el Verbo o Palabra activa y vivificante: "por el cual, asimismo, hizo el universo".A continuación, del propio Hijo de Dios, leemos: "el cual, siendo el resplandor de su gloria [la de Dios], y la misma imagen de su sustancia [la sustancia de Dios], y sustentando todas las cosas con la palabra de su potencia, habiendo hecho la purgación de nuestros pecados por sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas".
La conclusión es que en el cielo, la naturaleza de Cristo era la naturaleza de Dios. Que él, en su persona, en su sustancia, es la misma imagen, el mismo carácter de la sustancia de Dios. Equivale a decir que en el cielo, de la forma en que existía antes de venir a este mundo, la naturaleza de Cristo era la naturaleza de Dios en su misma sustancia.Por tanto, se dice de él posteriormente que "hecho tanto más excelente que los ángeles, cuanto alcanzó por herencia más excelente nombre que ellos". Ese nombre más excelente es el nombre "Dios", que en el versículo octavo el Padre da al Hijo: "(mas al Hijo): tu trono, oh Dios, por el siglo de siglo".Así, es tanto mas excelente que los ángeles, cuanto lo es Dios en comparación con ellos. Y es por eso que él tiene más excelente nombre. Nombre que no expresa otra cosa que lo que él es, en su misma naturaleza.
Y ese nombre lo tiene "por herencia". No es un nombre que le sea otorgado, sino que lo hereda. Está en la naturaleza de las cosas, como verdad eterna, que el único nombre que una persona puede heredar es el nombre de su padre. Ese nombre de Cristo, ese que es más excelente que los ángeles, no es otro que el de su Padre, y el nombre de su Padre es Dios. El nombre del Hijo, por lo tanto, el que le pertenece por herencia, es Dios. Y ese nombre, que es más excelente que el de los ángeles, le es apropiado, ya que él es "tanto más excelente que los ángeles". Ese nombre es Dios, y es "tanto más excelente que los ángeles" como lo es Dios con respecto a ellos. El camino consagrado a la perfección cristiana,p. 8.

El capítulo uno de Hebreos que AT Jones explica no deja duda en lo absoluto acerca de porque Cristo no estimó el ser igual a Dios como algo a que aferrarse. Aún más, tampoco deja duda alguna acerca de en qué se basó Cristo para no estimar el ser igual a Dios como algo a que aferrarse. El poder, el estatus, la posición de Cristo, todo le fue otorgado por el Padre, y el Hijo tiene todas estas cosas por la fe en la palabra de su Padre. Cuando el Padre le dijo al Hijo:

Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a él Padre, Y él me será a mí hijo? Hebreos 1:5.

 Y de nuevo:

Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios. Hebreos 1:6.

 Una vez más:

Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino. Hebreos 1:8.

El hijo aceptó las palabras del Padre por la fe. ¿Cómo es eso?  Recibir una herencia requiere un acto de fe hacia el dador. Cuando el Padre nombró a Cristo como el heredero de todas las cosas, el Hijo aceptó este nombramiento por la fe. Una vez más, ¿Por qué Cristo aceptó estas cosas por la fe? La respuesta es, porque le fueron otorgadas por el Padre.

Ahora llegamos al punto crucial de la cuestión de, ¿por qué Cristo no estimó el ser igual a Dios algo a que aferrarse, el ser el heredero de todas las cosas, tener el título de Dios y ser adorado por todos los ángeles? Su forma de pensar fue un acto de fe. Fue la fe que vive de toda palabra de Dios. Esta es la eterna fe de Jesús – una fe que le permitió creer lo que el Padre decía de él, lo cual era considerarse a sí mismo igual a Dios y ser adorado como Dios y de poseer toda la plenitud de la divinidad del Padre. Jesús, nuestro poderoso príncipe optó por fe aceptar todo lo que el Padre le había dicho y hecho por él. Mientras Jesús se sienta en el trono del universo leemos de él:

Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino. Hebreo 1:8.

¿Y cómo poseyó Cristo este cetro de la justicia? Fue por la fe en la palabra del Padre. El Hijo de Dios es justo por la fe. El Hijo de Dios es el corazón y el alma, el núcleo, la piedra angular de la justificación por la fe, porque así es exactamente como ha vivido, continúa viviendo y vivirá por siempre jamás. Por eso él es el Padre eterno de todos los que viven por la fe de Jesús en la palabra del Padre.

Al contemplar al Hijo en esta luz resplandeciente somos transformados en la imagen de su fe. Su fe en la palabra de su Padre mora en nosotros por medio del Espíritu, así también creemos la Palabra del Padre referente a nosotros. Al contemplar a Cristo “tal como es” somos transformados en la misma imagen, como por la gloria del Señor.

En contraste con la imagen de Jesús que sostiene el cetro de la justificación por la fe, vemos otro cristo, un Barrabás, que se sienta en el trono de todos los credos de la cristiandad. ¿Por qué este ladrón no estimó un robo el ser igual a Dios? ¿En qué confía este engañador que lo hace pensar que no es un robo? Porque se ve a sí mismo y señala su propio poder, su propio conocimiento, su propia edad eterna. Él no posee estas cosas por la fe, sino por su propia gloria eterna. Él no se basa en la palabra del Padre, sino en sí mismo. Cuando se le pide que declare su confianza, él se levanta y revela su linaje de la divinidad no por fe, sino en la confianza en sí mismo. Se sienta en el templo de Dios, proclamándose Dios, porque codiciaba ascender a los lados del norte, y ser como el Altísimo.

¿Cuál es entonces el efecto de contemplar a tal ser, esta segunda persona de la trinidad? Él es la imagen perfecta de la auto-confianza y el auto-dominio. Pero aún más, este astuto engañador se pone la máscara de un Jesús dependiente durante su encarnación. Él enmascara su auto-confianza en sí mismo con un hijo confiado y sumiso. Combina lo verdadero con lo falso con el fin de esconder su verdadera auto-confianza de la visibilidad. Proyecta una imagen de confiada sumisión que procede de sus eternos recursos de auto-suficiencia. De nuevo preguntamos, ¿cuál es el resultado de contemplar esta segunda persona de la trinidad? ¡La auto-confianza, por supuesto! Al contemplar somos transformados en la misma imagen. Si percibimos que Jesús es Dios debido a sus propios recursos, entonces nos convertiremos en hombres por nuestros propios recursos. Pero, si creemos que Jesús es Dios por la fe en la palabra del Padre, entonces seremos hombres de fe en la palabra del Padre, formados en la misma imagen.

Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo.

Somos justos por fe cuando contemplamos a Jesús así como es él – Justo por fe.